Parece que no tuviéramos otra manera de empezar estos anuarios que de forma pesimista y casi, casi, derrotista. Si 2012 fue mal y 2013 fue peor, adjetivar este 2014 resulta complicado si quienes firman este artículo no quieren repetirse. Parece que este año hemos tocado hueso y que poco queda ya por tocar. Aquellas quejas y cuitas de años anteriores se repiten:

  • bajada de cachés hasta lo mínimo, seguro que aún habrá otro mínimo,
  • un IVA cultural asfixiante, para nosotros y para los que quieren acceder a la cultura,
  • profesionales que se dan de baja en autónomos durante algunos meses por la falta de trabajo,
  • aparición de asociaciones sin ánimo de lucro y exentas de IVA que además de bajar precios se convierten en una competencia desleal desde lo económico, y en las que se cobijan narradores de toda la vida y noveles,
  • desaparición de espacios de cuento como cafés o festivales, 
  • desaparición de programaciones estables en bibliotecas y centros educativos,
  • descapitalización, por tener trabajo, es decir por trabajar y correr con los gastos que esto genera (impuestos, desplazamientos, dietas, hoteles…) sin saber cuándo se va a cobrar

Este es el camino baldío por el que hemos peregrinado durante este año con la mirada puesta en esos supuestos “brotes verdes” sin ver “la luz al final del túnel”. Contar en 2014 se ha convertido en un acto de resistencia, de militancia con el oficio intentando buscar el arte y la belleza en los cuentos contados.

El año que se va nos ha traído el asentamiento de espacios y festivales que nacieron en plena crisis y que se van consolidando con segundas y terceras ediciones. Espacios y festivales que dependen poco de la ayuda pública y que tienen detrás a una narradora o a un narrador. Porque es en estos últimos, en su tesón, en su militancia, en su resistencia donde radica no solo que se mantengan los espacios de cuentos sino que se reinventen los espectáculos y las propuestas.

Para AEDA y las narradoras y los narradores que la formamos ha sido un buen año como asociación. Tuvimos cuatro altas nuevas Pablo Albo, Eugenia Manzanera, Ernesto Rodríguez Abad y Paula Carbonell, siendo en este momento veintidós. Solicitaron su ingreso otras cuatro personas que según los estatutos no pudieron, de momento, entrar, además de una solicitud de última hora, mientras que escribimos este artículo y que está en estudio. Somos más manos, más cabezas y más corazones. Y eso se nota.

Nació por fin la Escuela de Verano, una inquietud de la propia asociación y de otros muchos narradores. Nació con miedo y se nos quitó en apenas quince días de lanzar la convocatoria. Las expectativas soñadas se superaron. La escuela fue todo un éxito en números y contenidos. Y ya está gestándose la II Escuela de Verano, cuya propuesta deberá ser aprobada en enero por la Asamblea General de Socios.

Salió el número cuatro de El Aedo que ha tenido desde entonces hasta la publicación de este anuario 2.116 visitas, de las cuales casi la mitad se anclaron, es decir pasaron varios minutos leyendo. Ha sido compartida a través de las redes sociales cientos de veces, y ha tenido una visibilidad brutal. Esto sin entrar en el resultado final de contenidos e ilustraciones de la propia revista del que estamos muy orgullosos. Se trata del número más amplio de El Aedo, no solo en páginas (146) sino también en colaboradores (88) y artículos (129). Además ha abierto la puerta a que poco a poco este diccionario de narración oral se pueda ir ampliando en la web.

Y por último, estamos también contentos porque el pasado octubre la web de AEDA recibió el Sello Buena Práctica Iberoamericana que otorga la web Leer.es dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Nos fue otorgado por el trabajo realizado a favor de la difusión y el conocimiento de la Narración Oral.

Todo esto hace que aparquemos las cuitas del principio y que nos entreguemos a esa resistencia y militancia compartida.

Junta AEDA