Alden Biesen es un castillo, en medio del campo. Un castillo que recuerda a las películas, una gran iglesia, unos jardines franceses, patios, habitaciones preparadas para albergar a ponentes, artistas... que durante todo el año visitan estas instalaciones, desde cantantes de ópera hasta narradores orales. Alden Biesen es un centro cultural con salas, con un montón de salas donde acomodar al público que se acerca para disfrutar de su programación. Salas de diversos formatos, desde la más pequeña, con 50 butacas, hasta la más grande, con 400 butacas. Todas ellas con el encanto que produce estar en un castillo. Castillo que se ha destruido y vuelto a construir más de cuatro veces, que ha visto y sentido en sus piedras guerras, incendios… ¡hasta nazis! La cultura es el único camino para limpiar rencores.

Me centraré en lo que nos importa y conozco EL FESTIVAL DE NARRACIÓN ORAL. El festival tiene dos partes, la primera donde se cuenta a estudiantes belgas que estudian idiomas (francés, inglés, alemán, italiano, español…), la franja de edad es de 10 a 90 años. Y otra parte, una semana más tarde, donde van contadores, normalmente belgas, alemanes, holandeses... abierto a un público, no tan específico, es decir, saben perfectamente el idioma que utilizan los narradores para hacer sus espectáculos.

Yo he estado en la primera parte contando para estudiantes de español (de niveles A1 y A2), aunque hay otros compañeros (Pablo Albo, Cristina Verbena, Carles García Domingo, Pep Bruno...) que han contado también para otros niveles (A3, A4 y A5). En mi caso contaba a gente que apenas llevaban uno o dos años embarcados en el aprendizaje de la lengua. He tenido el privilegio de ir tres años seguidos y cada año ha sido una oportunidad para aprender sobre comunicación, narración, ritmo y, sobre todo, sobre cómo acompañar con tus palabras a un público donde éstas muchas veces no son entendidas del todo. ¿Hay vida después de la palabra? Sí la hay; ¿hay vida sin usar el subjuntivo? ¡Sí la hay!; ¿hay vida solo usando presente de indicativo en algo tan “de pasado” como los cuentos? ¡SÍ LA HAY!

Cada día, durante las seis veces que tuve la oportunidad de contar allí, la sala-teatro donde contaba se llenaba: 300 personas con una media de edad de 50 años. Pues allí estudiar idiomas es muy barato, está subvencionado y la gente cuando se jubila estudia para poder luego viajar. Es decir que el público estudia español porque quiere y adora viajar a países de habla hispana.

Durante una semana todas las tardes el patio se llena de gente esperando con su entrada a que abran el espacio donde se va a contar en el idioma elegido. Normalmente viene en autobús desde diferentes sitios, incluso desde Holanda, pues no queda muy lejos, a escuchar cuentos en diferentes idiomas. Alden Biesen manda la información a las escuelas de idiomas, estatales y privadas, ofreciendo las sesiones y ellos vienen. Un gran trabajo de oficina, de comunicación, organización y de interés por parte de todos, sin olvidar que el equipo de Alden son profesionales apoyados por las instituciones. Por las mañanas el patio es invadido por adolescentes y preadolescentes que vienen con sus colegios a escuchar cuentos en francés, inglés y alemán. 

Yo no soy profesora de español, ni filóloga, soy una narradora artista, que aunque pueda parecer petulante no lo es, humildemente soy eso, hay que acogerse a un término y ha sido el que mejor me encaja, unas veces más, otras menos. Digo esto porque cuando me llamaron para ir me pareció un mundo tan diferente al que yo normalmente habito (¿cómo iba a contar a gente que no tiene el dominio del idioma para entender mis giros, mi humor absurdo, mis juegos de palabras?, ¿cómo hacerlo si cuando me pongo a contar no estoy pendiente del idioma para saber si estoy en subjuntivo o estoy utilizando voz pasiva?), y es cuando aprendes que este oficio es maravilloso si te das tiempo a respirar, a escuchar al público, a respetar tu poética, a ser uno más aunque estés subido a una tarima, a ser lo que eres, así “normal”, y disfrutar de nuestro precioso idioma como si fuera una golosina, a disfrutar de su musicalidad, de la cultura tan luminosa y tan oscura, una cultura que por circunstancias de la vida me tocó disfrutar y padecer. Yo soy ibérica, como el jamón ¡ja, ja, ja!, y es cuando vas fuera donde mejor recuerdas su sabor, digo el del jamón… porque la comida es rara, muy rara, y cenan a las 18h y cuando terminas de contar a eso de las 22h te comerías una vaca ¡y la cocina está cerrada!

Eugenia Manzanera

 

Este artículo se publicó en el Boletín n.º 42 – Lugares en Europa donde se cuenta en español