En el n.º 351 de la revista Primer Acto, se publica un monográfico sobre la situación actual del teatro en Galicia ("Gallegos y contemporáneos") que incluye un artículo escrito por Paula Carballeira hablando acerca del panorama de la narración oral en Galicia. Agradecemos a la revista y a Paula el permiso para publicar dicho artículo en nuestra web. [En unos días contaremos también con el texto en gallego]

PA 351

En Galicia, como en muchos otros lugares donde la transmisión oral de la cultura es fundamental para su supervivencia, lo que no se cuenta no existe. Poco importa que esté escrito. Poco importa que lo proclamen la televisión y las redes sociales. Alguien tiene que contar los hechos para darles vida y, en ese mismo momento, la memoria de quien cuenta recrea la historia, colorea los espacios en blanco, escoge entre las palabras las más precisas para su recuerdo. Es lo que  se denomina “confabulación” en psicología: “Síndrome propio de ciertos pacientes con trastornos de la memoria (síndrome de Korsakov) que suplen las lagunas de su memoria con hechos imaginarios o falsos recuerdos.” , una definición que nos puede parecer algo alejada de su origen etimológico: “hablar con otra persona”, pero que si lo pensamos bien lleva implícito un pacto, una convención entre quien habla y quien escucha para otorgarle existencia real a lo que se cuenta, a lo que se narra, a lo que se fabula.

Todas las culturas que se transmiten por vía oral integran la narración en la vida cotidiana y saben reconocer la habilidad de alguien en este sentido, la de quien adopta el cuento como propio, no necesariamente en cuanto a protagonista, sino en cuanto a narrador, a cronista, y pone al servicio de la historia su voz, su cuerpo y sus emociones. Quizás por esta razón el público gallego se puede considerar un público exigente. Hay una demanda implícita para que quien cuente tenga algo que aportar, un estilo, podríamos decir. 

No recuerdo el primer cuento que conté en público, quizás porque el hecho de narrar se fue incorporando naturalmente a mi vida personal y profesional. Como autora, entré a formar parte de la Asociación Galega de Literatura Infantil e Xuvenil (GÁLIX) y a colaborar con la entonces llamada Biblioteca Nova-33, especializada en este tipo de literatura, donde a partir de los libros proponíamos juegos, animaciones, pequeñas piezas de teatro y, por supuesto, cuentos. En ese contexto tuve la oportunidad de escuchar a grandes narradores como Xabier P. Docampo, una figura clave en el diálogo entre oralidad y literatura. Cronológicamente, empezaban los años 90. Sería el año 1992 el que daría inicio a mis visitas para contar cuentos en colegios y bibliotecas y fue entonces cuando tomé consciencia de una nueva concepción de narración oral, más ligada al espectáculo y a la literatura que al entorno de la lumbre en las noches frías del invierno, aunque esa reminiscencia perdura todavía en las atmósferas de algunos cuentos, en la manera en cómo se llega a la emoción de quien escucha.

En el año 1994, durante el Congreso del IBBY (International Board on Books for Young people) que se celebró en Sevilla, Jorge Riobóo , periodista profundamente vinculado a la narración oral y a la literatura infantil, coordinó una sesión de cuentos entre los participantes, de todas las culturas y sin experiencia profesional en cuanto a narradores orales. 

Allí, con la complicidad de mis compañeras y compañeros de GÁLIX, conté una versión de Miguel Ángel Asturias sobre el cuento tradicional de “El ser más poderoso del mundo”. 

Esa presentación pública consolidó el inicio de mi carrera profesional y esa  fecha se me grabó en la memoria (con lo difícil que me resulta guardar fechas concretas como secuela de andar saltando día tras día los límites del espacio y del tiempo en el universo de las historias). A partir de entonces, se sucedieron las visitas a centros escolares, bibliotecas, jornadas sobre educación o literatura, siempre ligadas al ámbito infantil o juvenil. No me atrevería a decir que inauguré la consideración de la figura del/ de la “cuentacuentos” o “narrador/a oral” profesional en ese ámbito, pero sí que hasta entonces la narración oral formaba parte de otro tipo de actividades como el fomento de la lectura o la animación como un contenido transversal. Poco a poco, la llamada “hora del cuento” se asentó con regularidad en varias bibliotecas municipales, entre las que debo mencionar, por ser las primeras, además de la Nova-33 de Santiago, las de Redondela, Boiro, la red de bibliotecas de Oleiros y, por supuesto, las bibliotecas municipales de Cambre, donde todavía se mantiene, y la narración oral fue considerada como oferta lúdica y formativa independiente en instituciones educativas.

Ante la gran demanda, surgió la oferta. El teatro, siempre en crisis, siempre luchando por reivindicar su imprescindibilidad y su lugar en la sociedad con la que dialoga, se convirtió en una fuente de narradoras y narradores dispuestos a trabajar en la oralidad. Pero no fue ese el único lugar donde surgieron los profesionales que ayudaron a la consolidación de la narración oral, aunque sí el más importante, de ahí que a menudo el debate sobre qué es narración oral y qué es teatro siga provocando encendidas discusiones. Compañías teatrales de reconocida trayectoria como Sarabela, desempeñaron y desempeñan un papel fundamental en el trabajo de narración oral para público infantil en Ourense. Mi propia compañía, Berrobambán, desde Santiago de Compostela, ha fomentado entre sus miembros este gusto y esta responsabilidad en la narración profesional, al igual que Trinke-Trinke en Coruña.

Fue también en el año 1994 cuando escuché por primera vez a Quico Cadaval en el Teatro Galán, Santiago de Compostela. Hasta entonces, yo no había considerado la posibilidad de que se pudiese contar para personas adultas que no estuvieran relacionadas de alguna manera con el mundo de la infancia o de la adolescencia. Escuchando a Quico descubrí que la narración oral puede ser el más completo espectáculo de la imaginación. Sólo con su cuerpo y con su voz, las historias que quizás había pensado otro  (quién sabe dónde nacen las historias) cobraban vida en las palabras y los gestos de Cadaval. El éxito de su propuesta, tan sencilla y tan compleja a la vez, hizo que se demandasen sesiones de narración oral en bares, bibliotecas, centros sociales, institutos, universidades… y la generosidad de Quico Cadaval, unida a su intuición de que necesitábamos ser un grupo para que la narración oral mantuviese su buena salud durante tiempo, incluyó en los escenarios, además de a mí, a Roger Colom (mexicano recién llegado a Galicia) y a Cándido Pazó. En palabras del propio Cándido Pazó, corría el año 1997. Compartíamos viajes y sesiones, aprendíamos unos de los otros e íbamos perfilando el que se convertiría en nuestro estilo personal.

Aunque suene a frase hecha, a contar se aprende contando, y fuimos contando, años antes de que el término “narración oral” se fuese acuñando como el más adecuado, sobre todo fuera de Galicia. Hoy en día, en tierras gallegas, seguimos siendo “contacontos” mientras se introduce poco a poco la denominación “narradores/as” para establecer una diferencia con los monólogos más relacionados con la stand-up comedy, aunque los límites en muchos casos siguen siendo difusos. El chiste, la anécdota y el cuento confluyen muchas veces en un complejo entramado entre el humor, el discurso narrativo y la capacidad de conmover el ánimo del público haciéndolo navegar por diferentes emociones, si bien es verdad que hay profesionales especializados en uno u otro género.

Utilizo la denominación “público” cuando me refiero al colectivo humano que asiste a una sesión de cuentos y puede parecer un término teatral. Como mencionaba antes, la recuperación de la narración oral tiene muchos puntos en común con el teatro: los lugares donde se realizan las sesiones, la procedencia de muchas narradoras y narradores, las infraestructuras técnicas necesarias para que se produzca una buena comunicación. La figura tradicional de quien contaba a un grupo reducido de personas, en su mayor parte conocidas, se ha ido transformando, al igual que la sociedad en la que vivimos. A menudo, es necesario un escenario para facilitar la visibilidad de la persona que narra. Dependiendo de las dimensiones del escenario, se hará necesario también un pequeño soporte técnico. Eso nos acerca al teatro y nos distancia de la intimidad casi familiar que se produce entre el que cuenta y el que se introduce en la ficción que le proponen hasta ser parte activa de ella. La convención teatral es otra y, por tanto, nuestro comportamiento como espectadores también cambia. Cuanto mayor es la distancia, más tímida es nuestra reacción, tanto por  la calidad de la escucha como por la exteriorización de lo que vamos sintiendo a través de risas, exclamaciones o comentarios. La inclusión de espectáculos de narración oral en circuitos teatrales favorece esa unión entre las dos artes, aunque no debemos perder la perspectiva de que ambas tienen necesidades diferentes, no sólo técnicas, sino también de recepción.

En mi opinión, el público gallego todavía guarda la escucha respetuosa de quien va a que le cuenten cuentos, porque quien los cuenta sabe encontrar la belleza de las historias como nadie. Quizás es en el sector infantil donde hay que incidir más en que un espectáculo de narración oral o una sesión de cuentos se caracteriza, precisamente, porque narra una historia de manera oral, es decir, lo que se cuida y mima es la manera de contar utilizando los recursos de la oralidad, que pueden ir acompañados por recursos de otro tipo (teatrales, plásticos, didácticos, etc...) o no. En una sociedad donde se priman las imágenes audiovisuales, resulta a veces difícil promover la creación de imágenes a través de la narración oral, pero esa es la clave de nuestro trabajo. Así, la abundancia en Galicia de propuestas de narración oral dirigidas a público infantil muchas veces no guarda una relación directa con ese cuidado y obedecen más a otra serie de motivos.

A mis compañeros de los inicios de la profesionalización de la narración oral para público familiar o infantil en bibliotecas se han ido sumando numerosos nombres con diferentes propuestas de narración oral que enriquecen y contribuyen al éxito de la actividad.

Entre ellos, Pavís Pavós, desde Pontevedra, llevan adelante desde hace unos años el Encontro Internacional de Contadores de Historias “Sete falares”, en un afán por promover y divulgar la narración oral en diferentes espacios y para diferentes públicos, con especial atención a la lusofonía.

En cuanto al público adulto, el interés que despertó la narración oral en sus orígenes se alimentó con la programación regular de sesiones de cuentos en un local  de Santiago de Compostela: el pub Atlántico, un referente en la historia de la narración oral gallega, no sólo porque su apuesta por los cuentos nos permitió crear repertorio a quienes empezábamos, sino porque animó a que surgiesen nuevos narradores y narradoras y permitió que el público gallego conociese grandes profesionales de otras culturas. Desde allí se organizó el “Primeiro Encontro Internacional de Contadores de Contos” que tuvo lugar del 12 al 25 de mayo de 1997 por toda Galicia. En aquel encuentro participábamos, además de quien escribe, Quico Cadaval, Cándido Pazó, Xosé Luis Bernal “Farruco” y Ana Cristina López “Ana Mirinda” (gallega afincada en Madrid), pero además contaba con una amplia red de colaboradores, entre los que se encontraban Jorge Coira, Luis Tosar, Víctor L. Mosqueira y Xepe Casanova. El cierre del Encuentro, en la sala Nasa, otro referente, esta vez de salas alternativas, reunió a las narradoras y narradores gallegos, a los que se sumó Santi Prego,  con los invitados en esa ocasión: Roger Colom (México), Felipe Fernando (Colombia), Tim Bowley (Inglaterra, con la gallega Casilda Regueiro como traductora y cómplice), Marissa Amado (Perú), Magdalena Labarga (Canarias)y Junior Sampaio (Portugal).

El éxito de este Encontro inauguró una época feliz para la narración oral en Galicia, ligada al pub Atlántico. Se fueron sumando otras narradoras y narradores como Ana Carreira, Avelino González, Celso F. Sanmartín o Ricardo de Barreiro, que siguen manteniendo viva la narración oral como la principal o una de sus principales actividades profesionales. Más tarde llegarían Pepo Suevos o María da Pontragha, y, con un amplio recorrido profesional fuera de nuestras fronteras, Charo Pita y Soledad Felloza, promotora del festival de narración oral “Atlántica” con sede en Santiago de Compostela, que va por su cuarta edición. Cito estos nombres, a riesgo de olvidar alguno, por su relevancia y su papel en el asentamiento y la permanencia de la narración oral. En todos estos casos, las narradoras y narradores citados emplean el gallego como lengua vehicular de narración en Galicia, lo que nos permite establecer un puente con la tradición oral, la valoración de la cultura propia y la contemporaneidad del diálogo intercultural.

Con la llegada del argentino José Campanari, que todavía continúa su actividad por tierras gallegas, y del colombiano Diego Parra, se empezaron a impartir talleres de narración oral, lo que ayudó al conocimiento de los recursos propios de este ámbito y a su definición. Hoy en día, prácticamente todos los narradores y narradoras de larga trayectoria hemos llegado a una reflexión sobre el oficio de contar que nos permite impartir cursos de formación, pero a finales de los años 90 no existían muchas ofertas educativas específicas en nuestro campo. En el año 2013, el área de Normalización Lingüística del Ayuntamiento de Vigo crea el Centro de Interpretación da Oralidade, donde se imparten cursos de regueifa y narración oral que permiten un acercamiento y una recuperación de estos medios de expresión oral.

También Antonio Reigosa, un autor conocido por su vinculación con la literatura de tradición oral, propone desde la Asociación de Escritores en Lingua Galega, las llamadas “Polafías”, donde se recupera la expresión oral espontánea en sus diferentes manifestaciones: cuentos, chistes, “sucedidos”, romances, etc.

Otros profesionales han ido nutriendo de una gran variedad a la narración oral gallega, tanto para público adulto como para público familiar, infantil e incluso en el reciente campo de los espectáculos para bebés. Sin embargo, no son muchos los que navegan entre las diferentes categorías y, sobre todo, no somos muchas las mujeres que contamos para público adulto. Podríamos considerar que todavía queda algo de la herencia cultural de que el ámbito femenino es el relacionado con la educación y la infancia, el del día,  y el ámbito masculino es el de los lugares de ocio, el de la noche. Al igual que la sociedad, la narración oral evoluciona en este y otros sentidos, busca voces diferentes para contar las viejas historias, las nuevas historias, las que permiten varios puntos de vista, varios focos de atención, para que la imaginación de la persona que escucha escoja su propio camino.

El “Atlántico” ya no programa cuentos con regularidad, pero se han abierto otros espacios, quizás menos constantes, pero necesarios para que la narración oral destinada a público adulto reivindique su espacio. Algunas bibliotecas, como la “Xosé Neira Vilas” de Vigo se animan a promover sesiones destinadas a este tipo de público, mientras otras continúan, después de varias décadas, fomentando la narración oral para público familiar e infantil. Los festivales de narración oral, lugares de encuentro entre narradores de diferentes culturas y el público gallego, consiguen mantenerse año tras año con gran esfuerzo. A los ya citados “Sete falares” en Pontevedra o “Atlántica" de Santiago de Compostela hay que sumar el festival “Conta con Narón”, que se realiza en colaboración con el Ayuntamiento de Agüimes, en la isla de Gran Canaria, que a su vez organiza uno de los festivales de narración oral con mayor trayectoria en el ámbito español.

Y seguiremos contando, en público, en privado, para quien quiera escucharnos, porque así perviven en la memoria nuestras imágenes, la música de las palabras, de nuestra lengua, de los paisajes evocados, del pasado y del presente que nos permite encaminarnos al futuro. Desde siempre, esa ha sido nuestra manera de situarnos en el mundo. Como escribía Xepe Casanova en la presentación del I Encontro Internacional de Contadores de Contos: “E porque cando non contemos, tal vez, xa non existiremos. Así pois, donas e cabaleiros, plantas, animais e cousas, benvidos ao maior espectáculo do mundo. Benvidos ao Conto! / Y porque cuando no contemos, tal vez, ya no existiremos. Así pues, damas y caballeros, plantas, animales y cosas, bienvenidos al mayor espectáculo del mundo. ¡Bienvenidos al Cuento!”.

 

Paula Carballeira