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Me piden mis compañeras que diga ¿Cómo se percibe y se cuenta el mundo siendo mujer?
Pues como se puede, todos vamos aprendiendo como podemos, con más o menos tesón, con más o menos intenciones, con más o menos dolor, con más o menos satisfacciones y según vamos conociendo o aprendiendo vamos dirigiendo, vamos siendo más dueñas de nuestras vidas.

Me crié y crecí rodeada de mujeres, en el seno de una familia numerosa con siete hermanas, mi madre, la tía abuela, la abuela, mi padre y un hermano. Durante mi infancia tuve pocas pistas sobre lo que significaba socialmente ser mujer, a mi alrededor lo femenino era protagonista, estábamos familiarizados, por ejemplo, incluidos mi padre y mi hermano, con el mundo regla y con todo lo que conlleva. Los roles también estaban repartidos (o así lo veía yo) pues mi madre era la practicante, modista y peluquera de toda la familia y esas tres funciones me parecían de suma importancia. Todos éramos personas y eso era lo importante. Pero esta percepción del mundo, duró poco. Fui dándome cuenta de que el ser persona no incluye tanto como creía el ser mujer, por lo que cada vez me sentía, y me siento, más mujer, que sí incluye el ser persona.

Según fui creciendo descubrí que en cuanto me descuidaba podía ser considerada una “mujer de mala vida” o una marimacho, por ejemplo, si tenía muchos amigos y me gustaba jugar con ellos era marimacho, si tenía amigos y me gustaba pasear con ellos era una mujer de mala vida, si llegaba a casa después de las diez sería una puta, además de correr innumerables peligros, como pude comprobar y padecer en varias ocasiones, incluso antes de las seis de la tarde, por decir algo.

A medida que pasaba el tiempo, el dislate y mi inseguridad aumentaban y la inseguridad invita al miedo y el miedo te hace vulnerable. Te rebelas, te replanteas, buscas continuamente… y así, entre satisfacciones, empoderamiento, contradicciones y algunos sufrimientos desarrollados en otros campos más o menos creativos, llegué al mundo de la narración oral.

Las sesiones infantiles me supusieron y me suponen todo un análisis personal, me parece importante la historia pero más todavía cómo se cuenta. Muchas veces se dicen más cosas con el cómo que con el qué y aunque no haya intención de enseñar siempre transmites mensajes que hay que cuidar. Cuando pido participación voluntaria del público infantil saco indistintamente a niños y niñas para hacer personajes de ambos sexos y me encanta observar cómo entran al juego sin ningún problema, los niños hacen personajes femeninos y las niñas masculinos sin ninguna afectación, tal y como son. Muy pocas veces las niñas y niños se han negado. Yo también hago indistintamente, personajes masculinos o femeninos.

Ya desde el principio y especialmente para adultos, me gusta contar en primera persona. Así todas las historias, lo sean o no, las convierto en historias de mujeres. Contando de alguna manera te cuentas y es muy curiosa la metamorfosis de algunos personajes, cómo cambian las sensibilidades, que en mi opinión ganan, jeje.
Me costó encontrarme contando cuentos eróticos, no quería ser el objeto de deseo y ya se sabe que socialmente los que desean son los hombres. No sabía dónde estaba mi voz erótica, mi seducción narrativa,… (Quizás porque el erotismo está muy enfocado desde el lado masculino o vete tú a saber...) Fui siendo mostrándome y no demostrando, como se nos suele exigir generalmente.
El sexo y el humor, tradicionalmente, se consideraban cosas de hombres, aunque a nosotras nos rían hasta las entrañas y podamos tener orgasmos con el sol.

Respecto al humor es muy esclarecedor el libro “Las Humoristas” de la editorial Icaria donde la escritora Isabell Franc propone a mujeres de distintos campos artísticos-creativos, entre ellas a nuestra compañera Virginia Imaz, hablar de la relación entre mujeres y humor y analizar las razones de su ausencia y desconocimiento. Una de las preguntas que lanza el libro es ¿Qué tiene el humor de las mujeres que lo hace tan peligroso como para aniquilarlo? pregunta que se puede hacer extensiva a otros aspectos, como por ejemplo, ¿Qué tiene de malo la opinión de las mujeres para que se anule tanto? O ¿Qué tiene de peligroso que las mujeres decidan sobre su cuerpo?... preguntas que me siguen acompañando.

Otro debate que se me plantea es que si la invisibilidad ataca a las mujeres en general ,(sociedad patriarcal) con las mujeres mayores se ensaña. El nivel de exigencia sube y la indefensión también. Hay que buscar defensas y digo defensas cuando debería decir recursos.
Como veis tengo más preguntas que respuestas. ¿Quién me manda a mi meterme en estos saraos? Se me viene a la cabeza el título del libro de Jeanette Winterson ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?

Nieves Borrón

Este artículo forma parte del BOLETÍN Nº63 May18 - "7 creadoras 7"