Muchos de nosotros sabemos hablar inglés o francés, además de alemán o italiano. Algunos incluso dominan el húngaro o el finlandés. Lo aprendimos en su día siguiendo la estela de algún poeta que nos conmovió y quisimos, como Unamuno con Ibsen, leerlo en la lengua original. Para ello hicimos un esfuerzo. Pero hoy tenemos una renta. Una renta y una herramienta que, como si se tratara de un violín, debemos seguir cultivando si no queremos que se nos atrofien los conocimientos.

Con la narración oral pasa lo mismo. Ya hemos andado un camino, pero no conviene confiarse. Hay que oxigenar el conocimiento, corregir posturas, reparar vicios, ensayar nuevas modalidades. En definitiva, no confiarse, someter nuestras destrezas a nuevos enfoques. De ahí los cursos intensos de fin de semana  o de verano que nos permiten renovar conocimientos para ajustarlos a nuevas perspectivas.

De lo que se trata es de no anquilosarse para no repetir los versos como el cómico viejo que decía León Felipe. Ocurre con frecuencia que vamos adquiriendo pequeños vicios en nuestro rodaje y la voz arrastra un eco cansino que no comunica.

 

Cuantas veces al escuchar a ciertos sabios uno lamenta que no se hayan renovado y que, pese a su sabiduría, arrastren ciertos carraspeos en su discurso que lo deslucen hasta el estrépito.

Pero es que, además, los cursos fomentan las relaciones, los nuevos conocimientos entre colegas hermanados por las mismas inquietudes. De tal manera que, más allá de la sabiduría que imparten los profesores invitados, la convivencia entre colegas acaba alumbrando relaciones que enriquecen el propio camino, además del intercambio de afectos.

Solo los soberbios carecen de curiosidad porque ya se lo saben todo. Algunos están de vuelta aunque, en puridad, no hayan ido a ningún sitio, como diría Machado. De hecho no hay colectivo, ya se trate de médicos, ya de físicos, ya de magos, que no someta sus avances e investigaciones a la consideración de los colegas. Para eso se conciben los congresos de fin de semana o los cursos intensos de verano. Para contrastar y seguir avanzando más allá de la red de afectos que la convivencia propicia.  

 

 Conferenciante en la Escuela de Verano AEDA 2014