Si tomamos por buena la traducción de aficionado para referirnos a amateur podemos seguir razonando, por ejemplo:

Hay mucha gente que ha hecho de su afición —montar en bicicleta, jugar al  fútbol, actuar, pintar, cocinar, bailar, escribir, etc.— su profesión, y los ejemplos abundan. Puede ser que estas aficiones surgieran de un juego más o menos casual, puede ser que perduren, incluso que se les dé bien o muy bien realizarlas. Entonces, ¿dónde radica la diferencia entre el amateur y el profesional? Fundamentalmente en la formación y la responsabilidad. Alguien que es aficionado no tiene por qué tener formación y, por supuesto, tampoco es responsable del resultado de su actividad. Se me ocurren miles de ejemplos. Si un instalador monta un aire y no funciona, se le reclama. Si ese aire nos lo instala un amigo y no funciona, se le da las gracias.

Bajando un poco a nuestra profesión: ¿tienen hueco los amateurs? Claro que sí, gran parte del colectivo de profesionales hemos pasado por una época amateur, esa etapa te da tablas, formación, y también te muestra la responsabilidad al enfrentarte al público. Es un tiempo precioso en el que te formas, proyectas, sueñas, y te enfrentas a tus miedos si finalmente decides que este será tu oficio.

En este punto los profesionales deben echar una mano a los amateurs con la formación, el intercambio de experiencias y el acompañamiento hacia la profesionalidad, si es ese el camino que se escoge.

Si todo esto es así, ¿qué problema hay entre los amateurs y los profesionales en la Narración Oral?

El problema viene al entender que es lo mismo. Es cierto que la actividad es la misma pero las figuras son distintas. No se puede hacer una programación estable en la que se alternen estas dos figuras, no es lógico. Primero, porque cada uno debe tener su espacio de expresión; segundo, porque se trata de competencia desleal (en general el amateur que cobra, lo hace un 40% más bajo que un profesional ya que no tiene presión fiscal).

Las asociaciones, en especial las que no tienen ánimo de lucro, nunca pueden funcionar como pseudo empresas. Entonces alguien pensará: “Vale, pero es legal que monte una asociación a la que le den la exención de IVA y que la asociación me contrate”. Ya, pero la obligación legal de la asociación es dedicar los ingresos que obtiene en la consecución de los objetivos que tiene en los estatutos, y seguro que nadie refleja en esos estatutos como objetivo el autoempleo. Si vamos un  poco más allá se me puede rebatir diciendo: “Lo que no se entiende es por qué los profesionales no os montáis asociaciones y os contratáis vosotros mismos. Es como ser autónomo pero con más ventajas: tienes paro, no tienes que pagar IVA, etc.”. No lo hacemos porque necesitamos un oficio digno. Un oficio sin profesionales tiende a desaparecer. Porque necesitamos un oficio fuerte que trabaje por ser conocido y respetado, por bajar el IVA escandaloso de la cultura, por recuperar los espacios perdidos, porque se nos reconozca parte de las artes escénicas, por luchar junto a otros profesionales de la cultura. Para este inmenso trabajo lo que necesitamos es un sector que camine hacia la profesionalización, porque sin presencia de profesionales no conseguiremos estos objetivos. Porque aportamos nuestros impuestos a la “hucha común”, haciendo posible que reinviertan en bibliotecas, escuelas, teatros, centros culturales... que luego contratarán nuestros servicios, y en políticas públicas (otra cosa sea cómo lo gestionan los gobernantes). Porque uno de los objetivos debería ser dejar este oficio mejor de lo que lo encontramos.

Bueno ¿y qué hacemos?

  • Separar las programaciones amateurs de las profesionales. No suplantar a los profesionales en las programaciones.
  • Quien quiera dedicarse ha de dar el paso hacia la profesionalización, en estos tiempos hay muchas maneras de hacerlo, podemos darnos de alta por días en las cooperativas, hacernos autónomos, formar una Comunidad de Bienes, Sociedad Limitada, etc.

Pero creo que lo que debemos hacer de manera urgente es llamar a las cosas por su nombre, una asociación puede ser algo bueno, pero no es una forma de autoempleo. Hay asociaciones de profesionales, sí. Pero no podemos montar una asociación para ser profesionales.

Mario Caballero