Cuando empecé a contar no dominaba demasiado bien el español y su ritmo; por lo tanto tenía claro que lo más prudente era limitarme a los cuentos populares, que con su poderosa estructura podían soportar sin problema mis estropicios lingüísticos. Pero ¿cuáles contar? Me gustaban Perrault y los Grimm, adoraba la recopilación de Calvino, pero tenía claro que los primeros eran el producto cultural de épocas muy determinadas en las que se aprovechó el caudal narrativo de la cultura popular, pero domesticando su potencial subversivo y trasformando profundamente a los personajes femeninos para que fueran modelos acordes a la moral del momento. Perrault crea una Cenicienta que se casa con el príncipe porque es buena, hacendosa, virginal y sumisa: el mensaje ideológico es claro, mucho más si se piensa que "Cenicienta" es un cuento mucho más antiguo (según Jack Zipes nos llega desde la prehistoria) que hablaba del poder de las mujeres y de su cercanía a la naturaleza. En la versión de Basile, Cenicienta es una chica nada pasiva, incluso peligrosa, capaz de romper el cuello a una madrastra con la tapa de un arcón… tampoco me gusta esto, solo lo recuerdo para que se entienda qué tipo de operación realizó Perrault. 

Los cuentos populares pueden decir cualquier cosa, todo depende de quién los cuente y, sobre todo, para qué los cuenta. Yo no puedo asumir que el mensaje sexista de Perrault se transmita en una narración mía, arropado como está por toda la fuerza que le prestan esos símbolos poderosos de fuego, cenizas, gatos y plantas que proceden de la noche de los tiempos. Pero no soy tan buena como para crear una versión de Cenicienta que refleje mis valores y mis creencias, así que este cuento no forma parte de mi repertorio.

Hay muchos cuentos de siempre y siempre se han utilizado para transmitir valores, dar una visión de la vida y explicar los destinos humanos. Ya que son muchos ¿es malo escoger?, ¿por qué no buscar un poco para encontrar personajes femeninos activos, o listos, o insumisos? Hay antiguas Caperucitas que engañan al lobo, la Hija del Sol no quiere casarse con el príncipe mientras este no demuestre un poco de inteligencia, la hija del visir acierta todas las adivinanzas que le pone el sultán… ¿Por qué no rescatar estas historias en lugar de la de la Bella Durmiente? Y sobre todo ¿por qué casi nadie las conoce y las cuenta? 

La inercia cultural a veces es grande y hay historias preciosas que nacieron y llevan años funcionando como factores de adoctrinamiento de los niños, para que aprendan papeles y funciones fijas dentro de una sociedad sexista. Los cuentos de Perrault y los hermanos Grimm son literariamente bonitos, pero sabemos tan poco de cómo un determinado niño o una determinada niña recibe, percibe e interpreta un determinado cuento, que prefiero que los conozca cuando pueda entender que esas historias las escribieron unos señores muy moralistas que tenían unos intentos pedagógicos muy discutibles. Y que no por ello no se puede disfrutar con su lectura. Mientras buceo en recopilaciones olvidadas y, en busca de mi tradición, compruebo qué y cómo contaban las mujeres. Por cierto, en estos días he leído unos cuentos de la isla del Hierro, contados por la Abuela Segunda y me he encontrado una versión de "Blancanieves" muy parecida a otra de las islas Eolias: en ambas aparece el fantasma del incesto, problema endémico en islas pequeñas, tema silenciado y negado que aflora en narraciones de abuela que, sin decirlo ni condenarlo, sugieren a las chicas peligros poco lobunos. A ver si un día os lo cuento bien… 

Marina Sanfilippo