En un día como hoy queremos recordar todos los cuentos e historias basados en mujeres que los narradores y las narradoras contamos: personajes reales o de ficción, históricos o inventados, contamos sobre reinas, princesas, campesinas o cortesanas, contamos historias sobre personajes terroríficos como La condesa Sangrienta, brujas o madrastras; o amables, sobre niñas, pequeñas cerilleras o bandidas aguerridas. Contamos sobre seres extraordinarios como gigantas, hadas, ninfas o sirenas (las de Andersen o las de la Odisea)... 

Contamos historias de mujeres pícaras; sensuales; sexuales; listas; tontas, enamoradizas; vengativas; modélicas; perversas; putas o santas, contestatarias; guapas; feas; flacas, gordas; insulsas o estrafalarias. 

Contamos sobre ellas sin pelos en la lengua, contamos los abusos cometidos hacia ellas o por ellas. Construimos historias en las que las mujeres son las protagonistas o las antagonistas; personajes principales o secundarios, mujeres que hemos conocido o que nunca conoceremos, pero que quisiéramos conocer porque en nuestro imaginario ya son tan reales como tú o como yo.

Quienes contamos luchamos contra los arquetipos y también los perpetuamos.

Por eso en un día como hoy quiero recordar lo que dice el artículo primero de Los Derechos Humanos:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Eso incluye a las mujeres, pero no siempre ha sido así, ni en todos lados es así.

No es así ni en los cuentos.

Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer y parece una celebración más, igual que se le dedica una fecha al día del padre, al de la madre, al día del cáncer, al día del amigo, del trabajo… pero detrás de esta fecha hay una historia y ojalá fuese un cuento.

Hace unos cuantos años apunté este texto tradicional en mi cuaderno:

Cuatro naranjitas hay en mi mesa.

Me ha dicho la señora que coja ésta.

Tres naranjitas hay en mi mesa.

Me ha dicho la señora que coja ésta.

Dos naranjitas hay en mi mesa.

Me ha dicho la señora que coja ésta.

Una naranjita hay en mi mesa.

Me ha dicho la señora que coja ésta.

Ninguna naranjita hay en mi mesa.

Me ha dicho la señora que friegue la mesa.

Lamentablemente, no tengo ni idea de dónde lo encontré. Supongo que no me gustó especialmente y por eso en su momento no le presté demasiada atención. Sin embargo, lo cierto es que despertó suficiente curiosidad en mí como para anotarlo. Aunque su argumento era muy simple, me quedó la débil sospecha de que algo valioso debía de tener encerrado en su interior para haber sobrevivido, sin ninguna clase de acotaciones, en la frialdad de la hoja de papel. Para empezar, se había mantenido en la memoria de la persona que lo transmitió, más adelante en la libreta o grabadora del folclorista y finalmente en un libro.

Las razones de Ignacio Sanz: 

Cristina Verbena, voz herida por la nostalgia, me pide que le dé siete razones por las que uso y abuso de la poesía en mis narraciones. Le daré dos para hacer esta respuesta más breve. O tres. Para empezar, se trata de poesía narrativa, es decir, poesía que cuenta historias. El mejor exponente es el romance. Viejos son pero no cansan, que decía Menéndez Pidal. Y sí, me gusta meter uno o dos romances entre mis narraciones. El Romance del Tuerto del Pirón o el Romance contra los libros, preferentemente. También el de Los frailes de la Piedad. Suelen despertar la risa. Pero, además, me gusta contar un cuento trufado de brindis de vino. Y los brindis también son poesía chispeante y festiva. Por si fuera poco tengo una inclinación especial hacia el cerdo, llamado también marrano. Y puerco. Y cochino. Y hay un romancillo, el de Doña Gurri Guarra, que suele arrancar risas unánimes porque enlaza con ese fondo popular que todos llevamos en nuestro inconsciente:

1.- EN LAS CALLES: POETAS DE ALTURA

Recorrido poético por los edificios modernistas de la Ciudad de Jaca.

La poesía es quizás el arte más cercano al corazón. Millones de hermosas palabras han sido escritas al ritmo del  latido de los escritores que en desbordantes ríos de tinta han ido encontrando los vocablos precisos para formar los versos.

Son muchos los movimientos poéticos, y muchos de ellos han estado unidos a otro tipo de manifestaciones artísticas, como la pintura, el teatro, la música, la arquitectura, etc. En la arquitectura de Jaca nos quisimos centrar al lanzar el proyecto titulado “Poetas de altura”.

Jaca muestra hoy con orgullo al visitante sus edificios modernistas y se precia de tener un buen número de edificaciones de este estilo.

Propuse a varios narradores y narradoras que respondieran a la pregunta:

¿CUÁL ES LA POÉTICA DE TU TRABAJO?

Podían responder con palabras, con una música, una imagen... en un texto breve. 

Me pareció una pregunta-juego bonita. ¿Y difícil?

Antes de meter a los demás en un lío, la contesté yo:

 

CRISTINA VERBENA 

Para mí la poética es la forma en la que miro una historia cuando decido narrarla. El modo en el que miro el mundo. Mi poética está hecha de asombro, no tengo soluciones que mostrar. Tengo perplejidades, gente extraña que cambia el mundo sin previo aviso por su forma de vivir. Tengo cosas, gestos que, para mí, son hermosos. Por eso los quiero mostrar. 

 

NICOLÁS BUENAVENTURA 

Para empezar quiero decir que, en esta respuesta, entiendo la poética como aquel nivel en el que la obra: el cuento, el espectáculo, el escrito, el poema… piensa, indaga, cuestiona el lenguaje, la materia de la que está hecha. 

En un momento de El cuaderno gris Josep Pla quiere contar un primer amor. Como narrador realista y concienzudo, se pone a la tarea de observar a una pareja de su pueblo, a la que espía en un par de encuentros idílicos para constatar de primera mano “un amor primerizo completamente verídico, dado que no estoy dotado de imaginación para inventarlo”. El episodio resulta de lo más cómico, y de lo más tierno, registrada cada frase y cada balbuceo “con preocupación de fidelidad”, y concluyendo Pla que en definitiva, y sobre todo al principio, no sabemos amar: “probablemente un enamorado primerizo es el que más se parece a un individuo de la martirología. Su lucha es una lucha típicamente heroica: es la lucha de una persona que no tiene nada que decir ha de realizar para decir alguna cosa.” En un cuento de Las mil y una noches aparecen tres hermanas. Las dos mayores cuentan sus tremendas historias, pero la tercera, Amina, sorprendentemente calla. Quizá por ser muy joven, interpreta Cansinos-Assens, y no haber amado aún, y quien todavía no ha amado, no tiene nada que contar.

Pla, tras el encuentro amoroso, reflexiona que debería enseñarse “idealismo, cordialidad y amor” en las escuelas, que total ya son suficientemente poco prácticas en las materias que se proponen para que este añadido le suponga algún mal: “Mientras el Romeo y Julieta de Shakespeare no forme parte de los programas escolares, los hombres y las mujeres saldrán de los colegios sabios, pero vulgares. Y los novelistas dedicados a escudriñar estos misterios no tendrán más remedio que ser mentirosos o adocenados”.

Nosotros desde AEDA queremos contribuir a esa formación amorosa celebrando San Valentín con un puñado de reseñas (y algunas veces historias completas) que les hemos pedido a admirados compañeros de oficio sobre historias de amor que por una razón u otra amen o encuentren verdaderas, las cuenten o no: para mostrar y divertir, para despertar el interés… y quizá las ganas de amar.

Héctor Urién

Cada vez nos encontramos con más niños inquietos o con déficit de atención a los que en edad temprana les cuesta escuchar un cuento o concentrarse en un juego. Estos niños más adelante tendrán también dificultades para atender cualquier lección o centrarse en una tarea académica. En actividades agradables como el juego y el cuento, los niños pueden entrenar, entre otras, las facultades de la concentración y la atención, tan necesarias para realizar cualquier otra actividad menos lúdica. Lo agradable es la base del aprendizaje. Si de entrada todo es arduo, el niño se cierra completamente y deviene en frustración, bloqueo o mal comportamiento. Los niños inquietos nunca lo hacen adrede; siempre debemos preguntarnos qué déficit en su organización sensorial tienen, qué es lo que les impide integrar aquello que el adulto está contando. Debemos ayudarles, paso a paso, para que sean capaces no solo de concentrarse sino también de disfrutar de ello. Para muchos de estos niños escuchar un cuento ya es una actividad demasiado compleja. Una manera de ayudarles es ofrecerles más elementos sensoriales, es decir, lograr que el cuento les entre por los oídos, la vista, las sensaciones táctiles, motoras y del propio lenguaje. Es en este sentido que los teatrillos de mesa, muy difundidos en la pedagogía Waldorf, además de servir de entretenimiento, tienen una base pedagógica y terapéutica de gran valor.

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