Charo Pita entrevista a Tim Bowley

TimYCharo

A veces, la tecnología se vuelve amiga y logra milagros como salvar las distancias a golpe clic. Hoy es uno de esos días en que la celebro: sentada en la mesa de mi salón hago en un segundo miles de kilómetros para ver y hablar con uno de los narradores que más han hecho por la narración oral en España. Y es para mí un placer, un honor y una alegría poder entrevistar a Tim Bowley, compañero de trabajo, amigo y maestro en las artes de la narración y la vida. Imposibilitada por el medio para haceros llegar la cadencia de su voz, siempre tranquila, intentaré apresar sus palabras. La entrevista se la hice en español y, en la medida de lo posible, me gustaría mantener su manera de decir, esos giros extranjeros tan característicos, capaces de dotar de sencillez la profundidad de sus afirmaciones. Por el camino, muchos momentos de risa (intenté señalar alguno de ellos), algunos tropiezos (se me acabaron las pilas de la grabadora, ¡glup!, eso no lo señalé) y mi enorme respeto y cariño por este mago de los cuentos. 

 

¿Hubo algo en tu infancia que de alguna manera te enfocase hacia los cuentos?

En mi casa hacíamos mucho teatro. Siempre me gustó. Pero aparte de eso no tuve mucho contacto con los cuentos. En mi familia más que cuentos, jugábamos. Leía poco. Tenía libros como todos los niños, pero no formaban parte importante de mi vida. Tampoco recuerdo que me contasen cuentos. No vengo de esa tradición de narradores a los que de pequeños les cuentan historias.

 

¿Cómo empezó tu relación con los cuentos?

Teníamos un grupo de música. Hacíamos espectáculos en los que mezclábamos música y teatro. En verano íbamos de gira. Fue en un festival que alguien dijo: “¿por qué no hacemos algo diferente, por qué no contamos un cuento? Y yo respondí: “venga sí, ¡qué buena idea!”.  Esa noche me aprendí el cuento de Jumping mouse y decidimos que el resto de los integrantes del grupo tocara mientras yo contaba. Lo hicimos a la noche siguiente y fue un gran éxito. Entonces pensé: ah, vale, pues es esto lo que voy a hacer. 

 

¿De dónde sacabas el repertorio?

De libros y lo sigo haciendo. Por aquella época, también empecé a escribir. Recuerdo que por entonces escribí mi primer cuento. Se titulaba El rey mariposa. Nunca lo llegué a publicar. Después formé otro grupo con músicos y dos bailarinas que funcionó poco tiempo porque cada uno tenía su vida. Al final me quedé solo. Fue difícil empezar, poco a poco, mandando información a los colegios, a festivales y estas cosas. También empecé a hacer talleres en España con paseos de fuego y teatro en la naturaleza. Dentro de estos talleres contaba cuentos. Ahí comencé a contar con Casilda. 

 

¿Cómo surgió la idea de contar a dos voces?

En estos talleres contábamos trocitos de cuentos con traducción y empecé a ver que era posible montar un espectáculo. Decidí probar. Contamos por primera vez en el pub Atlántico en Santiago y la cosa fue creciendo. Luego Casilda tuvo la idea de las escuelas de idiomas. La primera vez que vine a España fue por los años noventa. En el noventa y ocho vendí mi casa en Inglaterra y me trasladé. Pasé dos años entre España e Inglaterra sin casa. Vivía en mi coche. Fue fantástico. Vida nómada. 

 

Una vez me contaste una anécdota sobre tu vida en el coche… ¿recuerdas?, no sé si la puedes contar para AEDA...

¡Claro! Una tarde estaba esperando por una actuación en la escuela de idiomas. Había llegado temprano al pueblo, no recuerdo dónde, y estaba esperando en el coche mirando a la gente pasar por la calle… y de repente me vino el pensamiento de que esa gente estaba allí cada día, ¡todos los días!, ¡VIVÍAN ALLÍ! Me pareció una vida tan extraña… Y en ese momento entendí la incomprensión de los nómadas hacia la gente que está asentada en un sitio. Finalmente me cansé de no tener un espacio mío. Casualmente llegué a A Coruña y allí me quedé.

 

¿Qué significó en todo este cambio de vida el Maratón de Guadalajara?

Casilda y yo habíamos hecho muy pocas actuaciones cuando llegamos a Guadalajara. Fue Casilda la que se puso en contacto, no recuerdo cómo. Nos invitaron y fue un éxito tremendo, un momento de gran apertura. La primera cosa que te toca del Maratón es el número de gente y el entusiasmo que tienen. Hasta entonces si contábamos para 50 personas, ya era algo grande. Y de pronto llegas allí y te encuentras delante a dos o tres mil personas y se te abren los ojos y la mente. Estaba profundamente impresionado con todo el maratón, tanta gente contando, tanto público escuchando, fue algo que nunca había imaginado. Y me gustó mucho que el público también contase, público de todas las edades. Estar allí también significó mucho a nivel laboral. Recibimos muchas invitaciones, fue nuestro lanzamiento en España.

 

¿Qué diferencia hay entre contar solo y contar a dos voces?

Cuando cuento solo es más fácil, hay una gran libertad, eres completamente independiente, sólo estás atento a la historia y al público. Cuando estás contando con alguien a tu lado, hay otra dinámica, que también es muy creativa, una dinámica que abre puertas inesperadas. Más que una dinámica podríamos decir que se trata de una “trinámica”. Hay otro ritmo y un juego entre dos voces y dos interpretaciones que enriquece la narración. He disfrutado de las dos posibilidades. Eso sí los públicos son diferentes y poseen expectativas distintas. En España cuando cuento solo suelo hacerlo en escuelas de idiomas para adultos que practican o dominan el inglés. El público de los espectáculos bilingües, sin embargo, no tiene por qué saber inglés, su edad es más variada, hay también adolescentes, por ejemplo, y a veces se centran más en el cuento que en el aprendizaje de una lengua.

 

¿Qué prefieres al lado una traductora o una narradora? 

Una narradora. Una traductora no funcionaría al mismo nivel. Una traductora traduce las palabras, nada más. En cambio, con una narradora al lado puedes estar todo el tiempo dentro de la historia, además de las palabras ofrece su propia experiencia del cuento, le da al público cosas más sutiles. Es curioso pero cuando intentas explicar la dinámica de este espectáculo bilingüe, en general a la gente le suena muy aburrido. 

 

¿Hay algo musical en contar a dos voces?

Sin duda. Cuando estás contado solo también tienes un ritmo, claro, pero con dos voces esto se acentúa. Y además, tienes el juego con dos tonos diferentes, dos expresiones, dos caras, dos cuerpos, dos idiomas distintos. El público tienes dos por el precio de uno (se ríe).

 

Hasta ahora siempre he hablado en femenino con respecto a la persona que te acompaña al narrar, narradora, traductora, porque siempre han sido mujeres. ¿Es esto casual o es algo consciente? 

En principio es algo casual. Desde el primer momento en que trabajé con Casilda, supe que lo podía hacer muy bien; luego te vi en Beja y pensé que podía estar fenomenal. La vida es así, las cosas pasan en su momento, es magia. Por otro lado, la verdad es que no me puedo imaginar haciendo esto con otro hombre. Naturalmente, podría funcionar. Pero parte de la magia creo que está en el hecho que seamos un hombre y una mujer. 

 

¿Con los cuentos te pasa lo mismo? ¿Hay también una magia que los lleva a tu repertorio?

Casi todos los cuentos los he encontrado en libros. Yo no puedo decir qué es, pero en el momento en que lo leía siempre sabía si ese cuento tenía algo para mí. He leído miles y miles de cuentos. Y he terminado con un repertorio de poco más de veinte. 

 

¿Y qué te interesa de un cuento?

No sé, no lo puedo decir, ocurre de manera diferente con cada cuento. Hay en ellos una imagen o una idea que me toca, que me parece fabulosa y que quiero expresar y compartir. Yo he tenido la suerte de saber directamente si es un cuento para mí o no. He intentado contar algunos cuentos que pensaba que no estaban mal, pero no ha funcionado. Por eso estoy impresionado con la gente que puede contar cualquier historia. Me parece extraordinario y muy bueno. Yo no puedo hacer eso.

 

¿Hay algún cuento que te haya gustado mucho y que no hayas conseguido contar, que se te haya quedado en el cajón?

No, no recuerdo ninguno.

 

¿Y los cuentos que escribes?

Es curioso porque los cuentos que escribo casi nunca los cuento. Son cuentos que han venido de repente, muchas veces se me ocurrieron mientras estaba caminando. Luego, al llegar a casa los ponía en el papel. Pero esto hace ya mucho que no me pasa.

 

Publicas también versiones de cuentos tradicionales, ¿qué diferencia entre contarlos y escribirlos?

Siempre necesitas poner más, ser más detallado en los cuentos que escribes porque cuando los cuentas también comunicas con el cuerpo y con la voz. De todas formas, intento escribir lo mínimo para dar el mayor espacio posible a la imaginación. Si dices simplemente que hay un bosque, sin describirlo, cada uno imagina el suyo, hay espacio para ello. Eso me gusta. Yo no quiero imponer mi visión, prefiero abrir puertas y que la gente decida hasta dónde quiere entrar. 

 

¿Los Cuentos de Ninguna Parte de dónde vinieron?

¡De ninguna parte! (risas) Vienen de una época en la que escribía cada día. De todos los escritos que reuní había un montón que no me decían absolutamente nada, pero otros me gustaron, sobre todo los que tenían que ver con el mundo de Patas Arriba, y decidí compartirlos en este libro. 

 

¿Qué aportan los cuentos a los adolescentes?

Hay muchas cosas que me gusta de contar para adolescentes, creo que a través de los cuentos se les abre un campo de percepción de la vida diferente. Viven en el mundo de internet y cada vez utilizan menos la imaginación. Es fantástico ver cómo cambian sus caras a medida que van escuchando. No quieren saber de cuentos porque, según piensan, son para niños y ellos ya se consideran adultos. Pero a los cinco o diez minutos de escucha su rostro cambia, y allí están con la boca abierta, fascinados, ¡con cara de niños! (se ríe). En los sistemas modernos de educación hay cada vez menos espacio para la imaginación. También creo que los cuentos tienen mucho que decir a los adolescentes. Están en un momento confuso de la vida en el que andan buscando respuestas para preguntas que todavía no tienen. Creo que las imágenes de los cuentos pueden inspirarlos y tocarlos de una manera profunda, pueden tener un efecto positivo sobre ellos. Cuando la cara del público cambia, sabes que en ese momento el cuento está llegando, está entrando. Y si entra puede hacer su magia.

 

¿Tienes alguna manía, algún ritual como narrador?

Nada, para mí es un estado completamente natural. Soy yo narrando. Y no necesito hacer nada para llegar ahí. 

 

Cuando cuentas para adultos, siempre vistes la misma camiseta, ¿significa algo para ti?

Algo que me trajo la vida. Me la dio un desconocido durante el descanso de una actuación y me dijo: “es para ti”. Hacía poco que había leído que en la tradición celta cada nivel de la sociedad tiene derecho a utilizar un color.  Según esta tradición, los únicos que pueden vestir todos los colores porque representan a toda la sociedad son los narradores. ¡Y algunos días después de leer esto, un desconocido me regala esta camiseta con todos los colores!

 

¿Y el humor en los cuentos?

El humor es fundamental en la vida y en los cuentos. Me gustan las cosas profundas y las cosas cómicas y surrealistas. Y me gusta más cuando las dos se juntan, cuando puedes comunicar algo profundo con humor surrealista. Me encanta Nashrudin, por ejemplo, y los cuentos zen que son sencillos, cortos, divertidos, profundos y que vienen de otra realidad. 

 

¿Qué ganan y que pierden los cuentos al repetirlos muchas veces?

Eso es algo que me sorprende mucho. Como tengo un repertorio tan reducido, hay cuentos que he contado literalmente miles de veces. Y no me canso de ellos. Me gustan y están siempre frescos. En cualquier momento puede salir de ellos algo que no he visto, que no he experimentado antes. Al mismo tiempo que cuentas, estás expresando cosas que están dentro de ti, expresando e investigando. Es un viaje excitante, desconocido. Aunque el cuento parezca el mismo, la experiencia es siempre diferente. Al mismo tiempo, el público ayuda a hacerla distinta porque cada público tiene su propia energía que afecta de una manera particular al cuento.

 

De todos los cuentos de tu repertorio si tuviese que llevarte uno, ¿cuál sería?

¡Eso es como elegir entre tus hijos! Preferiría no tener que hacerlo porque los elegiría a todos. He disfrutado mucho con todos ellos de ese algo que tienen. 

 

Antes de despedirnos, Tim, ¿nos dejarías de regalo un cuento?

¡Claro! Este es el último cuento que conté en España: 

“En una prisión, dos hombres comparten celda. Los dos miran por la ventana. Uno ve barrotes, el otro, estrellas”.

 

Esta entrevista fue publicada en el Boletín n.º 52 de AEDA, monográfico dedicado a Tim Bowley