Charo Pita realizó una misma entrevista a varios narradores y narradoras que contaban habitual o puntualmente para editoriales, tema del boletín nº 28 de febrero de 2015 de AEDA. ¿Quieres comparar respuestas? Aquí puedes leer las de Alicia Bululú, Charraire cuenteras, Charo Jaular y Gloria Sagasti.

 

¿Cuándo empezaste a contar cuentos para las editoriales?

En el año 2006

¿Para qué edades cuentas?

Para las editoriales, infantil y primaria de 3 a 12 años; en el resto de ámbitos de 3 a 107. De 0 a 2 pueden venir a la sesión y muscular la escucha, pero no cuento explícitamente para ellos. Esta pregunta me está haciendo reflexionar. Lo de los 107 está testado, la sesión se celebró en su honor.

¿Qué le aporta al narrador principiante narrar para editoriales?

Te contaré lo que me ha ofrecido a mí:

En lo técnico: La toma de conciencia de qué espacios son adecuados para lo que hago y cuáles no. El gimnasio del colegio no lo es. También saber a qué número de personas, como público cautivo, puede llegar mi propuesta sin perjudicar la calidad de escucha en el auditorio.

 

En lo escénico: la oportunidad de cambiar el orden de los cuentos dentro de la sesión, la posibilidad de “ensayar” diferentes estructuras, incluso de probar cuentos nuevos. Entre lo escénico y lo técnico: saber cuántas sesiones seguidas puedo hacer en un mismo día y comprender que cada sesión es única.

En lo profesional: ser exigente con las condiciones laborales, los cachés* y la seguridad social. Estamos hablando de un trabajo. Así como a hacer una previsión de ingreso para una temporada.

¿Qué le ofrece al narrador ya consolidado trabajar para editoriales?

Principalmente un ingreso regular y todo lo que quiera buscar más allá.

¿Cuentas también al margen de las editoriales?

Sí, allá donde me llaman.

¿Qué diferencias existen entre contar para editoriales y trabajar como narrador independiente en lo referente al repertorio, a la preparación del cuento, al público, a la entidad para la que se trabaja...?

Para mí, en lo referente al repertorio, hay pocas diferencias ya que me gané el derecho a defender el propio, y rara vez he trabajado para ellas sobre un libro específico. Cuando me han propuesto alguna, se trataba siempre historias que no me interesaban, y cuando yo les he propuesto, por ejemplo, trabajar sobre álbumes ilustrados de la propia editorial, no les ha interesado a ellas, no hay que olvidar que el trabajo se realiza casi siempre en centros escolares. En estos casos los comerciales venden libro escolar y de consulta, y, según la editorial, alguna colección destinada a público infantil, pero el peso pesado en el ring son los libros de texto. Mi actuación es una contraprestación, un “regalo” al centro por haber hecho una compra. El público consiste en niños en un espacio reglado. Lo que hay que procurar es que las profesoras no intervengan más de la cuenta.

Por otro lado soy muy exigente con la ratio y suelo trabajar con grupos del mismo curso. Fuera de los colegios me encuentro a menudo con un tipo de público con el que me encanta trabajar que es el familiar. Pero sin duda la diferencia principal es el tiempo que tengo al contar en los colegios, “cincuentaycinco” minutos, lo que te obliga a ser preciso y escueto. A veces te tienes que marchar en lo mejor.

¿Qué le reporta a las editoriales el hecho de tener narradores en su plantilla?

Si los narradores son buenos profesionales, veo una serie de ventajas.

A corto plazo imagen de empresa seria que se preocupa por el hábito lector; difusión y venta de sus fondos editoriales y proyección de marca.

A medio plazo fidelización del cliente que asocia la editorial con una experiencia grata y placentera.

A largo plazo futuros lectores conocedores del libro objeto, lo que los coloca como probables compradores de libros.

Un narrador puede ser a un libro algo así como la banda sonora a una película.

Los distribuidores hábiles se preocupan de que los temas suenen un tiempo antes del estreno para que el público le coja ganas y quiera ir a ver la película al cine. Lo bueno es que los narradores no pasamos de moda. Podemos revivir libros y revivir lecturas.

Si trabajas para diferente editoriales, ¿Existe una forma particular y diferenciada en cada editorial de plantear la organización, la función y los objetivos de la narración oral o por el contrario, los planteamientos en todas son muy similares?

En las tres editoriales con las que he trabajado, lo que he encontrado son comerciales más sensibles o menos con su oficio y el ajeno. Los objetivos los hemos acordado previamente de manera verbal, en ningún caso se me ha presentado un ideario o un proyecto definiendo objetivos. No digo que no lo haya.

¿Qué le pedirías a las editoriales que incluyeran o, por el contrario, eliminaran de sus planteamientos, expectativas... para mejorar las condiciones de trabajo, la recepción de las sesiones, la visibilidad del oficio...?

A veces falta conciencia, no sólo entre las editoriales, también entre otros contratadores e incluso entre los narradores, de que estás trabajando. Trabajar tiene unos costes de seguros sociales, de desplazamiento, manutención, vestuario, y comunicación. A esto hay que sumarle el salario.

Asuma  el contratador o el contratado los costes, las cosas cuestan.

A todos pediría reflexión sobre el valor del trabajo bien hecho. Tal vez no sea descabellado sentarse  a hablar de una definición de objetivos comunes, o por lo menos cruzar puntos de vista. 

Pienso que es responsabilidad de los narradores hacer valer el decálogo recogido desde AEDA y de la editorial procurar que se cumplan las condiciones.

Sería un gran avance que los narradores pudieran elegir los libros adecuados desde el catálogo de la editorial.

¿Qué opinas sobre la vinculación entre narración oral y animación a la lectura? ¿Y entre sesión de narración y libro?

Como he leído últimamente por aquí, uno se cuenta a sí mismo.

En mi caso fui primero lector, más tarde fetichista de libros y después narrador. Hubo un tiempo que coleccionaba libros más allá de su origen, contenido e incluso interés. A menudo hago referencia a libros en mis sesiones o trabajo con álbumes ilustrados y libros inverosímiles. Más que animar a leer pienso que lo que hago es presumir de lector, mostrar algo de lo que los libros me han dado a mí, y dar a conocer algunas de las posibilidades que ofrecen.

Cada uno sabrá lo que lee, conozco a personas muy cultas y honestas que no han leído un libro en su vida. 

En todo caso si se lee o no, debe ser una preocupación de las editoriales, -por un motivo de ventas-, de los ministerios correspondientes -porque un pueblo culto los presupone más cultos a ellos- y de cada individuo -si quiere resolver rápidamente si ese autobús que espera lo lleva a su barrio o no,  o incluso si quiere comprender si el titular del periódico dice lo mismo que dice la noticia.

Pienso que el conocimiento se encuentra en los libros y la sabiduría en las personas.

Por otro lado creo que la oralidad tiene valor por sí misma. Me parece mágico que la palabra que nombra las historias dichas tenga un lugar, un hueco en los templos de los libros, ya sean bibliotecas, librerías, ferias del libro, campañas editoriales, o cualquier otro evento.

Antes de escribirse el conocimiento estaba dicho.

¿Por qué las editoriales para lectores adultos no tienen en cuenta la narración oral del mismo modo que las enfocadas para público infantil y juvenil? ¿Crees que deberían hacerlo? ¿Cómo?

Todavía no han pasado por ese escenario, aunque les queda muy poco para llegar hasta ahí.

Para el público adulto están muy centrados en campañas de masas, difundiendo en medios de comunicación de gran alcance y comprando la ubicación del cartel o el aparador en los grandes almacenes. Esas campañas son muy costosas. No tardarán en darse cuenta que si el libro es bueno, no hay nada como un rumor nacido boca oreja. Y nadie como un narrador para hablar de rumores. Sin duda ahí tienen un filón. Pienso que la mayoría de las editoriales no tienen conciencia de la calidad en el hacer de algunos narradores del panorama y lo que pueden significar para su empresa.

Salud y Cuentos.

*cachés: Cotización de un artista del espectáculo o de ciertos profesionales que actúan en público.

 

Mario Cos