Las personas que narramos historias de viva voz, tarde o temprano, tropezamos en nuestra andadura con el mitógrafo estadounidense Joseph Campbell, un autor referencial.  Recientemente, en un curso sobre narrativa terapeútica coordinado por Jordi Amenos volví a reencontrar a este investigador de culto. En su libro “El héroe de las mil caras” aborda el tema del viaje del héroe, como un monomito o patrón narrativo presente en las historias y leyendas populares. Según Campbell, el héroe suele pasar a través de ciclos o aventuras similares en todas las culturas y épocas, alrededor del mundo. Este viaje estaría resumido en la tríada: Separación - Iniciación - Retorno. Su obra es también una referencia obligada para quienes escriben historias para el cine épico.

Proponiendo el término monomito como estructura mitológica universal y aplicando los principios del Psicoanálisis como método de aproximación y el estudio de los símbolos y los arquetipos propuestos por Jung, Campbell presenta el viaje heroico como la historia más antigua del mundo, con una estructura básica entretejida de mitos, cuentos de hadas y leyendas que nos relatan cómo una persona se pone en marcha para dar cumplimiento a la gran tarea, la búsqueda de un tesoro difícil de encontrar.

Contar historias en este país durante los últimos años (2011, 201220132014...) ha llegado a ser una verdadera travesía por el desierto. Las condiciones que esta inagotable crisis, sobre todo de valores, ha ido imponiendo han sido demoledoras para los trabajadores de la cultura. El “tengo que trabajar mucho más, para ganar mucho menos” se ha convertido en la tónica general, y este principio afecta, en el oficio artístico, especialmente (aunque no solo) al trabajo previo: renovación de repertorios, creación de propuestas artísticas nuevas, preparación de textos..., lo que redunda en la calidad artística de lo que ofrecemos.

Este 2015, en cambio, ha sido bastante peculiar. O tal vez debiéramos decir, electoral. Sabemos de buena tinta que en algunas comunidades, que no han visto ni gota de programación cultural en el desierto de esta legislatura, ha caído un torrente repentino de oferta en forma de sesiones de cuentos a última hora. En otras comunidades, en cambio, se ha cerrado el grifo de las actividades súbitamente, a la espera de ver qué gobierno se formaba y cuándo.

En estos momentos estamos expectantes por ver quién acaba por presidir el Gobierno y qué medidas se van a tomar realmente después de tanta promesa electoral (espera un momento, que en Cultura no se han molestado ni siquiera en hacer promesas).

Contra todo pronóstico, el II Encuentro de Narración Oral de Canarias se realizó el pasado mes de noviembre, los días 27, 28 y 29, en el bello, como su nombre indica, municipio de Vallehermoso, en la isla de La Gomera.

No fue fácil: agendas comprometidas a nivel personal y temas presupuestarios a nivel institucional, complicaron las opciones. Ninguna propuesta terminaba de concretarse y parecía que el II Encuentro se celebraría en el 2016. Los ánimos no decayeron a pesar de las negativas y ya, a finales de octubre, supimos que nos volveríamos a encontrar en la isla de La Gomera gracias a la Concejalía de Cultura, Educación, Fiestas y Deportes del Ayuntamiento de Vallehermoso.

Con apenas un mes para organizar el Encuentro, narradores y narradoras de la Asociación Tagoral se pusieron manos a la obra. El equipo de trabajo estuvo liderado por Isabel Bolívar (Tenerife) y formado por Silvia Torrents (Tenerife) y Néstor Bolaños (Gran Canaria) con colaboraciones de Laura Escuela (Tenerife) y Omaira Morales (La Palma). Aprovechando los caminos creados en el encuentro anterior y la experiencia conseguida en el 2014 y 2015, apostamos por una programación que primase los espacios y momentos para conocerse y compartir, frente al dedicado a debates más profundos, pero sin perderlos de vista también.

Escribo esta carta en plena jornada de reflexión pensando todavía a quién voy a votar, repasando las propuestas de los partidos en lo que se refiere a la Cultura e invitándoles a reflexionar sobre el panorama real en el que nos encontramos.

He seguido con atención la Campaña Electoral y he escuchado todo tipo de valoraciones sobre ella: una primera semana brillante y la segunda más cruda; los candidatos han ido a buscar votos más allá de sus bolsas tradicionales; etc. En lo que respecta a la Cultura ha sido una Campaña de perfil muy bajo, en el primer debate a cuatro apenas dos referencias –diez segundos en dos horas y las dos fueron bromas; en el segundo debate apenas unos segundos en los que uno de los candidatos aseguró en una frase muy rápida que bajaría el IVA cultural al 10%. Ayer mismo escuché la última referencia: la perspectiva es que si se dan las circunstancias económicas favorables que en estos momentos mantenemos casi con toda seguridad puede afirmarse, aunque no conste en el programa electoral, que el Gobierno ajustará el IVA al nivel medio del 10 por ciento. Largo me lo fías amigo Sancho, aun así sería de los más altos de Europa solo superado por Portugal (13%). Puedo atribuir la nula atención a nuestro sector profesional en campaña debido a que tenemos escasa importancia como bolsa de votos, aunque según cifras del Ministerio, la Cultura da trabajo a 485.000 personas. 

La siguiente encuesta fue realizada por Settle Stories en Octubre de 2015 (ver artículo original en inglés) para entender las vivencias de aquellos que se dedican a la narración oral. Obtuvo 139 respuestas de narradores de todo el mundo. La encuesta constaba de cuatro preguntas que trataban de concentrar una variedad de información que incluía desde objetivos, medición del éxito y obstáculos a los que se enfrentan los narradores orales, hasta los miedos que dificultan avanzar. Este breve artículo detalla los resultados de las respuestas.

 

¿Cuál es tu objetivo como narrador oral?

La encuesta mostró cinco constantes que los narradores orales comparten, que son:

  1. Preservar el patrimonio de la narración oral y mantener el arte de la oralidad vivo.
  2. El evidente disfrute de entretener e inspirar a otros con historias y conmover a la audiencia.
  3. Educar y llevar una sabiduría más profunda a la sociedad y ser un agente para el cambio social. Por ejemplo: elevar la preocupación por el medioambiente, mejorar la alfabetización de la infancia o inspirar más compasión en la comunidad al poner en entredicho los estereotipos culturales y superar la discriminación.
  4. Elevar el perfil de la narración oral a una forma de arte y ampliar la audiencia,  siendo justos con las historias a narrar y haciendo que la narración oral sea más relevante y apreciada por el mundo moderno.
  5. Ganar un salario digno proveniente de contrataciones y otras fuentes de ingresos, permitiendo que el narrador oral trabaje sin presión y pueda, con el tiempo, invertir en su propia actividad.

Hace unos meses me pidieron que escribiera para la sección “Zoom” del blog de REMCAA (Red de Educadores de Museos y Centros de Arte de Argentina) acerca de mis cruces y experiencias entre museos y narración oral. De este pedido nacieron cuatro pequeños artículos bajo el título general “¿Qué contamos en el museo?”.

Esta nota complementa esos artículos (pueden encontrar los enlaces al final) y se nutre de algunas reflexiones que fueron generándose posteriormente.

 

Un museo que cuenta

Situación 1:

Unos domingos atrás, al final de una función de narración en el Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti” (Buenos Aires, Argentina), una señora del público se acercó y, en voz baja --cual confesión-- me hizo un regalo: dijo que hacía muchos años que nadie le contaba un cuento y que jamás pensó que era posible vivir esa experiencia en un museo: los cuentos la habían hecho revivir su infancia: había vuelto a sentirse una niña pequeña con una imaginación enorme.

Situación 2:

Unos domingos atrás, tres niñas de alrededor de 8 años reían a carcajadas cerca de una foto en el museo donde trabajo. Su madre vino y las retó: “¡Shhhh! ¡Este es un museo!”. Las niñas callaron.

 

En el imaginario de la señora de la situación 1 y la mamá de la situación 2, un museo es un lugar donde no se puede reír a carcajadas o donde, si echamos a volar la imaginación, es algo excepcional o inesperado.

“Nos gustaba la casa, porque aparte de espaciosa y antigua guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos”. Así comienza “Casa tomada”, un famoso cuento de Julio Cortázar, en el que los protagonistas ven como su casa va siendo invadida progresivamente por unos ellos que los deja cada vez más arrinconados. Ante cada pérdida de habitaciones ellos se rehacen, tratan de reconstruirse una rutina y hermosuras para vivir, pero llega un momento en que se ven fuera, con la casa tomada definitivamente, y enterrando la llave, “no fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora, y con la casa tomada.” Esta historia tan simbólica refleja lo sucedido con las actividades culturales (particularmente con las sesiones de narración) en las bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid desde hace un lustro: poco a poco fueron recortándose los presupuestos hasta alcanzar la expulsión completa de los profesionales de aquella casa que habían decorado durante tantos años. La expulsión también implica a los asistentes a las actividades: al público de adultos, muertas las sesiones, y al público de niños, con afluencia muy mermada. ¿Cómo sucedió esto? Ahí va la historia

Los datos: Afluencia

Tras contactar con varias personas que trabajan para el servicio de bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid hemos podido constatar algunos datos de dos de las bibliotecas más grandes. La afluencia media de público en estas dos bibliotecas ha sido de aproximadamente 30 espectadores en junio de 2015 (época baja) y 50 en octubre (época alta). Los datos de 2010 de las mismas bibliotecas alcanzaban los 65 espectadores de media en la época baja y el lleno (100, con invitación y personas que no podían entrar) en la alta. La evidencia es que en estos últimos 5 años, a pesar de mantener la gratuidad del servicio, la afluencia ha descendido a la mitad. (1) 

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