ALICIA MERINO EN EL FESTIVAL

Elisa Yagüe - El Espinar | 02/08/2014

 

El XIV Festival de Narradores Orales se trasladó el jueves al Centro Cultural de El Espinar con la actuación de Alicia Merino. Por la tarde, la narradora había hecho una gran actuación para el público infantil y el ambiente íntimo a la luz de las candilejas parecía prometer una noche de complicidad. Y sin embargo, las candilejas deslumbraron al público, que no estaba cómodo, teniendo que apagarse al final; mientras que el micrófono, más que ayudar, distorsionaba e impedía que disfrutaran las canciones intercaladas o que se entendiera bien la narración, que ya pecaba de cierto tono monótono.

Alicia Merino combina cuentos de autor y cuentos tradicionales, a los primeros en el proceso de interiorizarlos de hacerlos suyos los adapta a sus lugares cotidianos y así "El criado del mercader" de Bernardo Axtaga transcurre en el castizo Lavapiés en lugar de Bagdad; o "El ahogado más hermoso del mundo" de Gabriel García Márquez en la costa gallega, mientras que en "Tristán García" de Álvaro Cunquerio el cambio de ubicación de la trascendental churrería no parece responder a ningún fin concreto. Cito estos tres relatos porque pueden escucharse en la boca de otros narradores que pese a hacerlos suyos y recrearlos, mantienen el texto. ¿Hasta dónde debe llegar la adaptación, la recreación? Esta es una cuestión discutible.

Tal vez hasta donde sea necesario, siempre y cuando tenga un nuevo valor estético, pero debe ser algo más que añadir o cambiar el texto, pues se pueden utilizar otros recursos para interiorizar, recrear e interpretarlo: cambios de tono, inclusión de voces de personajes, comentarios, gestos, movimientos… En cuanto a los cuentos tradicionales, son líricos y hermosos, pero el abuso de las referencias a la tradición a través del "dicen" o "cuentan" los resta viveza y espontaneidad y estas muletillas, acaban filtrándose en el resto de relatos.

Caso distinto fueron otros pequeños relatos más divertidos y refrescantes, como el de "Malena" o el de "la mariquita blanca" que pese a pertenecer a su repertorio infantil tuvieron gracia y ternura.

Quizá por todo esto, el público no entró con unanimidad en el juego que proponía Alicia Merino; no contestaba a sus preguntas, ni palmeaba con entusiasmo. El público no quiso volverse niño por un rato para escuchar cuentos, sino que quería escuchar encandilado y fascinado bellas, divertidas, curiosas o trágicas historias, cuentos o relatos donde brillara la magia de la palabra, tal y como ha venido siendo en estos catorce años de festival.

 

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