El Taller de narración oral de Borrón y cuento nuevo es un taller y no es un curso, es decir, no buscamos compartir contenidos (aunque están), sino crear un espacio de experimentación divertido y confortable, por lo tanto, un espacio donde arriesgarse, ponerse en juego, equivocarse y permitirnos hacer las cosas mal. Lo que está en juego es nuestro aprendizaje, que en el caso de nuestro taller es el descubrimiento de la propia voz. 

Entendemos que para ser narrador  hay que ser  honesto, verdadero con lo que uno es, aunque estemos en constante cambio o evolución. Por esto, por ser un lugar de experimentación, nos parece interesante mezclar distintos niveles (iniciación y avanzados), donde cada cual sigue su propio proceso a partir de nuestras propuestas. Estos aprendizajes se comparten, haciendo la experiencia más enriquecedora.

Nuestro planteamiento inicial de los talleres es que sean intensivos o trimestrales, pero a lo largo de estos años, los alumnos nos han ido demandando la ampliación de los talleres a cursos anuales. Es por eso que hemos tenido la suerte de ver el crecimiento de muchos de nuestros alumnos a lo largo de varios años. Y ellos han visto el nuestro, porque aprendemos con ellos. El taller es un espacio vivo, en evolución. El constante intercambio hace que nosotros y las dinámicas del taller vayan innovándose. En cada periodo del taller, la mecánica la establecemos entre todos. Los ejercicios y los trabajos dependen del grupo y de cada individuo. 

En varios de los ejercicios, les proponemos que cuenten mal una historia.  Y los resultados son asombrosos, en muchas ocasiones no se diferencia gran cosa de contar bien (según ellos), es decir, les supone el mismo esfuerzo. Por lo tanto, la dificultad no está en contar bien o mal, la dificultad está en contar. Hay que encontrar desde dónde se cuenta, qué contar (y qué callar) y cómo se cuenta… Esto supone un acto de sinceridad con uno mismo, de honestidad. Si contamos desde lo que nos gustaría ser y no desde lo que somos, lo único que conseguimos es anularnos e impedir que desarrollemos nuestras propias capacidades. En definitiva, dificulta e impide la búsqueda de la propia voz, ya de por sí, complicada…

Esta experiencia nos ha descubierto, y no solo con la gente que empieza, que el gran paralizador es el miedo.

Muchas veces hablamos sobre esto y de nuevo el resultado es sorprendente. Todos los miedos que se nombran, a excepción de algunos que no viene al caso descubrir, son fantasmas, es decir, no han ocurrido nunca. Por ejemplo, no les ha pasado que se quedaran en blanco, pero ese miedo hace que haya tensión y por lo tanto dificulta el juego. Pero al nombrar y reconocer ese miedo, este se hace un poco más pequeño.  Por supuesto hay miedos que no son fantasmas, y aunque lo sean, la realidad es que sudamos, temblamos, dudamos…… y aquí volvemos otra vez a la honestidad, a la verdad. ¿Por qué no mostrarnos desde ahí? Si lo queremos ocultar tenemos las de perder, hacemos del miedo un enemigo y lo normal es que nos gane. Si vamos con él, no desaparece, pero podemos manejarlo mejor, no es nuestro enemigo, podemos convertirlo en un motor, deja de ser paralizador para convertirse en un generador. Reconocemos que esto lo compartimos por vivirlo muy a menudo.

Una de las herramientas habituales para coger (falsa) seguridad es aprenderse los textos de memoria restando importancia a las emociones. Preocupa más recordar las palabras que vivir la emociones que estas nos provocan. En el taller intentamos restar importancia a la memoria intelectual para enfatizar la memoria emocional. Desde ahí descubrimos, con nuestras propias palabras, nuestra voz. 

Este descubrimiento nunca se acaba… por eso nuestros talleres son tan largos.

Nuestra motivación es compartir y transmitir nuestra pasión y diversión con el acto de contar y escuchar historias. Llevamos haciendo esto desde hace más de quince años. Y desde hace varios años tenemos un taller permanente en la Universidad Popular de Rivas Vaciamadrid.

 

Nieves Pérez y Dani Muñoz