Las razones de Ignacio Sanz: 

Cristina Verbena, voz herida por la nostalgia, me pide que le dé siete razones por las que uso y abuso de la poesía en mis narraciones. Le daré dos para hacer esta respuesta más breve. O tres. Para empezar, se trata de poesía narrativa, es decir, poesía que cuenta historias. El mejor exponente es el romance. Viejos son pero no cansan, que decía Menéndez Pidal. Y sí, me gusta meter uno o dos romances entre mis narraciones. El Romance del Tuerto del Pirón o el Romance contra los libros, preferentemente. También el de Los frailes de la Piedad. Suelen despertar la risa. Pero, además, me gusta contar un cuento trufado de brindis de vino. Y los brindis también son poesía chispeante y festiva. Por si fuera poco tengo una inclinación especial hacia el cerdo, llamado también marrano. Y puerco. Y cochino. Y hay un romancillo, el de Doña Gurri Guarra, que suele arrancar risas unánimes porque enlaza con ese fondo popular que todos llevamos en nuestro inconsciente:

“Antes que duques o condes/ u otras grandezas de España/ se crucen en el camino/ tranquilo de mi morada/ prefiero que me salude/ doña Gurri, Gurri, Guarra./ Que todo es placer al lado/ de una cochina marrana./ Los duques y los marqueses/ si pueden te la preparan;/ de una marrana cochina/ tan sólo el placer se aguarda:/ solomillos, costillares,/ torreznos magros del alma,/ chorizo, lomo, jamón,/ caretas y carrilladas,/ y otros bocados que guardo/ por no alargar la comanda./ Como al perro de Paulov/ los jugos se me desatan./ Así que ya queda dicho:/ viva doña Gurri Guarra/ y allá se pierdan los duques/ y las grandezas de España.”

Y es que con un material que ha corrido tantas plazas es fácil triunfar, es decir, tocar el corazón. Y esa es una de nuestras obligaciones: usar de la palabra para llegar al corazón de las gentes. Y la poesía popular es un vehículo extraordinario. Ahora bien, no se me ocurriría tirar de Claudio Rodríguez, por ejemplo. Su poesía de alto voltaje lírico no se aviene con el ambiente de una narración oral. Pero sí, los romances y romancillos, las letrillas paradójicas, los brindis y las chanzas de matanza irán embutidas como animoso material de mis narraciones orales.   

 

Las razones de Oswaldo Pai: 

Yo juego con la palabra porque el juego es reto, provocación, azar, disfrute, exploración y descubrimiento. El juego es JUEGO. Son chispas para hacer pirotecnia verbal. Peta Zetas para compartir. Es una manera de invitar a jugar conmigo dentro de una historia, para que ese relato también sea de quien lo escucha y lo sienta suyo.

Disfruto contando con las formas. Y el juego con el lenguaje es fundamentalmente forma. Los juegos de palabras son una constricción fuerte para utilizar como punto de partida de una nueva creación. ¡A veces te llevan por donde ellos quieren! Y eso es fantástico.

Te

Reto

A

Balbucear

Algunas

Locuciones

Enrevesadas.

Nos

Gustará

Unir

Aliteraciones

Sonoras.

 

Las razones de Christian Atanasiu:

Como casi todo lo que he ido haciendo hasta ahora, mi camino hacia la poesía no fue directo. Como tampoco el teatro. Cuando era joven no me gustaba el teatro ni la poesía, me gustaba el dibujo, por eso estudié bellas artes. Pero no me metí en la clase de dibujo, sino en la de cerámica. En la clase de al lado, la de escultura, estaban haciendo un curso de técnicas de circo, malabares, caminar sobre la cuerda floja, etc. Me apunté a este grupo, porque el circo era algo como antiteatro y esto me gustó. Luego seguí haciendo espectáculos de circo pero poco a poco cada vez más teatrales. En bellas artes empecé a interesarme por los DaDaístas, sus locuras y sus experimentos. Ellos también hacían poesía o, mejor dicho, la destrozaban: hacían anti-poesía. Y esto me gustaba. Ya haciendo teatro redescubrí la poesía DaDaísta y la probé en recitales delante del público. Fue bien recibido y allí encontré un camino que me gustaba, experimentar con el lenguaje, jugar con el, sacarle las cosquillas… Poesía para jugar con ella y hacerlo delante de un público.

 

Cristina Verbena