La narración oral es consustancial con la capacidad humana de comunicarse a través de la palabra. La naturaleza misma de la comunicación humana nos hace pensar en que existían varios tipos de relatos compartidos entre los componentes de estas sociedades: aquellos relatos cargados de sentido religioso o social, desde antiguo catalogados como mitos y leyendas, los que servían como vehículo de enseñanza, exempla, casos y ciertos tipos de anécdotas, y aquellos que servían sobre todo para la diversión: cuentos y chistes, sobre todo. En la época anterior al desarrollo de la escritura, las personas con capacidad para crear, memorizar y recrear los relatos más significativos para su sociedad ocupaban un rango destacado pues servía de memoria comunal. La cosa fue cambiando con la llegada de la escritura, cuando el almacenamiento del saber (la memoria) pasó a quedar fuera de la mente humana. A partir de entonces, han convivido dos tipos de narraciones, la oral y la escrita, ocupando cada una ámbitos diferentes.

Si en el mundo rural la narración oral era una de las maneras naturales de pasar las veladas, con especialistas en todo tipo de relatos, en el mundo burgués y en los ambientes eruditos también se cultivaron los relatos orales.  El arte de la narración oral fue cultivado en el mundo clásico antiguo por los oradores, como se puede ver en los tratados de oratoria y retórica. En la Edad Media no solo los juglares contaban historias ante un público congregado, los predicadores cultivaron el arte de narrar y formaron colecciones de cuentos que podían intercalar en sus sermones. Durante el Renacimiento se cultivó el arte de la narración entre los cortesanos como parte del arte de la buena conversación. En la corte de Versalles eran famosas las sesiones en las que las aristocráticas damas de la corte se contaban cuentos de hadas. El orientalismo no solo nos abrió la puerta a las ricas tradiciones de los países musulmanes, sino también nos ha enseñado la manera de contar de los maestros de la narración orientales.

Con la alfabetización generalizada y el abaratamiento del papel, y tras la llegada de los nuevos medios de difusión, los soportes de la narración aumentaron y la narración oral tuvo que adaptarse. El cuento tendió a cultivarse especialmente para un público infantil, y la lectura en voz alta sustituyó en gran medida a la recreación oral de los relatos. Pero en esta época vuelve a cultivarse el arte de la narración, gracias a la labor de bibliotecarios y maestros, como medio de incentivar la curiosidad intelectual y la lectura en los niños, pero luego se ha ampliado el arte para incluir un público adulto. Perdida la tradición oral, muchos de estos narradores tuvieron que reinventar el arte; otros han buscado la inspiración en los maestros de la oratura africana, en cuyas comunidades el arte de la palabra hablada se valora  mucho y alcanza una sofisticación desconocida en los países de tradición europea.

 

Juan José Prat Ferrer