Onomatopeya (del latín tardío, onomatopoeia, y este del griego, ὀνοματοποΐα).

 1. En términos muy llanos, para un/a narrador/a, la onomatopeya sería ese ruidito que se hace con la voz recreando el sonido de algo. ¿Como cuando imitamos ese algo? ¿Como cuando reproducimos su sonido para significarlo? Pues sí; así como suena. Es como si guardáramos dentro de nosotros el eco de las cosas para dejarlo salir cuando lo necesitemos.

La onomatopeya –como es fácil imaginar– es un recurso muy valioso para cualquier cuentacuentos. La sola emisión de un sonido que no es una palabra pero que tiene un significado claro, puede ayudar a sugerir distintos y ricos efectos al narrar oralmente.

2. Además, hay palabras de origen onomatopéyico que «suenan» a lo que significan: «Se escuchó el runrún del motor»; «La lava borbotaba en el volcán». Estas palabras no solo ayudan a transmitir una sensación o una idea, sino que también nos permiten jugar con su musicalidad en la narración.

3. En otras ocasiones, la onomatopeya consigue que «veamos», nombrando un fenómeno visual y no un sonido. Tal es el caso del «tic nervioso» o la «ruta en zigzag».

Pero el límite de la onomatopeya no es tan claro. Al contar un cuento frente al público, ¿cuándo estamos usando interjecciones?, ¿cuándo son sonidos onomatopéyicos...? ¿Son solo expresiones extralingüísticas; solo sonidos que no forman parte del lenguaje?

Puede que, precisamente, al contar un cuento frente al público no sea tan importante conocer las lindes exactas de estos conceptos. Recordar, en cambio, que la voz tiene mucho que contar, más allá del significado de las palabras, puede resultarnos muy útil.

Las onomatopeyas consiguen ser muy eficaces y tienen muchas variantes de uso. Si contamos, por ejemplo, que «el rey cayó al suelo», podríamos hacerlo con mayor énfasis contando «el rey ¡pataplún!». Así, las onomatopeyas pueden hablar por sí solas y de una manera distinta a la usual. Pero también pueden apoyar a las palabras: «el rey… ¡pataplún!, cayó al suelo». A partir de aquí, las combinaciones onomatopeya-gesto-palabra, contradiciéndose o complementándose, pueden ofrecernos un sinfín de posibilidades. Y no solo cuando contamos para un público infantil. Claro que, al depender de la elección del/a narrador/a, el tipo de público y la circunstancia del encuentro, el uso de la onomatopeya es eminentemente discrecional. La pregunta sería entonces, ¿somos demasiados discretos con las onomatopeyas?

La voz del/a narrador/a es un instrumento muy versátil, capaz de albergar un montón de colores, texturas, alturas y sorpresas, todas tremendamente expresivas.

¡Ufff!, mejor ver algunos ejemplos y ¡zas!, quedará más claro lo que puede ser una onomatopeya. Y esos ejemplos estarán a su disposición en pocos segundos: Tic, Tac, Tic, Tac. Ya está. Ahora sí, puede usted hacer clic en estos enlaces: sobre "Morfología de la onomatopeya" y entrada en la Wikipedia.

 

Rubén Martínez Santana