Cuerpo narrante - cuerpo narrador

Nuestro cuerpo es lo primero que cuenta, que comunica, que dice. Primero llega el cuerpo, luego la historia. Un cuerpo presenta.

Cuenta nuestra presencia, nuestro ESTAR. Un cuerpo no es solo «las tapas de un libro», no es el recipiente de la historia, es el vehículo que utilizamos para llevar de viaje al público a través del relato que vamos a comunicar. Por ello, el narrador no puede olvidar que su «recipiente» cuenta.

Un cuerpo narrador debe saber que su cuerpo abarca más allá de lo que a primera vista parece. Un cuerpo se mueve rápido o lento, un cuerpo respira el cuento, le da estado, cadencias (no carencias). Le da puntuación, hace puntos, comillas, comas, negrita, cursiva… Un pequeño gesto corporal puede contener el alma de la historia, un giro, un nuevo punto de vista…

Un cuerpo respira, transpira, se mueve o está parado, duda, ríe, tiene dolores, cosquillas… Todo forma parte de lo que vamos a contar.

No hay que olvidar que es nuestro aliado. Usadlo, respetadlo, abusad de él con pasión y cariño, sentidlo, conocedlo y, sobre todo, disfrutadlo, pues forma parte de vuestro encanto.

Con él hacemos y deshacemos mundos, personajes, estados de ánimo. Desde el aleteo leve de una palabra dulce hasta el ardor de una pasión, pasando por la acidez del desencanto. El cuerpo habla sin palabras, no las necesita. Un golpe brusco, una caída de ojos, una respiración profunda… La historia, señoras y señoras, la sirve el cuerpo, nuestro cuerpo exquisito o desenfadado… Pero sabed siempre que ÉL CUENTA, SIEMPRE CUENTA, hasta cuando no queremos que lo haga.

 

Eugenia Manzanera