«Y el cuento contaba: “Había una vez un hombre sin un pero…”
Esas fueron sus últimas palabras. Tras ellas, el cuento murió
y, como todo lo que muere, jamás regresó para contarnos nada.»

                                                                                                                        

El «pero» es la materia de la que está hecha la mayoría de las historias. «Era feliz, pero…» «Todo iba bien, pero…» «Lo quería, pero…»

Según la gramática española, «pero» se incluye dentro de las conjunciones adversativas. Esto resulta concluyente a la hora de establecer su propósito. «Adversativo» (como «adversario») es una palabra formada por la unión de la preposición latina ad ('hacia, contra') y de versus, el participio del verbo vertere ('volver, dirigir'), con el significado de «volverse contra»; es decir, como su etimología indica, toda conjunción adversativa posee un carácter cañero capaz de poner el mundo patas arriba.

Cualquier frase iniciada con «pero» es, por tanto, una lanza envenenada dirigida contra otra ya dicha; una piedra con la que se tropieza y que lo desbarata todo; eso que hace que, de pronto, se rompa el equilibrio; el terremoto que pone en movimiento el cuento y a sus personajes.

Tradicionalmente se dice que es imposible narrar una historia sin un «pero», sin adversarios, adversidades y adversativas, sin conflictos. Pero es posible que en la práctica no sea del todo cierto.

 

Charo Pita