Acudo al diccionario para saber qué dice de la palabra «cuento» y me encuentro con unas cuantas acepciones. Lógico. Hay mucho cuento en la vida y muchos tipos de cuentos. La palabra con frecuencia suele ser dicha con aire despectivo. Sobre todo cuando sale de la boca de los dogmáticos que siempre persiguen la verdad. Y, por desgracia, estamos rodeados de dogmáticos. No solo las religiones han creado dogmas a porrillo. La economía y la política también suelen hablar desde planteamientos dogmáticos y sectarios en los que apenas se deja respirar al planteamiento del otro. En realidad, puestos a elegir, me quedo con las religiones que nos han proporcionado desde las páginas de sus libros sagrados cuentos maravillosos. Las cosmogonías beben en las fuentes de los cuentos primordiales. 

Pues bien, volviendo al diccionario, elijo entre todas la segunda acepción de cuento que trae el Diccionario de la RAE: 'Relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención'. Claro que también podría tomar la tercera porque introduce algún matiz, y en los cuentos los matices son fundamentales: 'Breve narración de sucesos ficticios hecha con fines morales o recreativos'.

Nosotros, los que nos dedicamos al cuento, los que vivimos del cuento, tenemos un respeto reverencial por ellos. No solo porque se supone que nos dan de comer, también porque hemos llegado aquí por el disfrute y la fascinación que los cuentos, escuchados o leídos, han dejado en nosotros. El cuento, entonces, es algo serio y fundamental que articula nuestra vida. También articula e impacta de manera curativa la vida de los que solo se dedican a escucharlos. Por cierto, que el mundo está muy necesitado de cuentos. En realidad, las pelis son cuentos llevados a la pantalla y la gente no hace más que ver pelis y series hasta el agotamiento. Por eso, sin renunciar a una buena película, prefiero los cuentos leídos o los cuentos escuchados a un buen narrador. Me enriquecen espiritualmente. Pocas cosas me proporcionan mayor satisfacción.

Recuerdo, respecto al poder curativo de los cuentos, que en el Festival de Narradores Orales de Segovia un hombre mayor, qué digo mayor, un hombre viejo, que se ayudaba de un bastón para caminar y que unos meses atrás había perdido a su hija, se acercó al acabar la sesión del narrador en medio del clamor de los aplausos y me dijo muy seriamente: «Tú sabes que acabo de atravesar un calvario, pero este hombre me ha curado, al menos en parte, este hombre me ha curado. Me he sentido muy aliviado mientras el escuchaba. Pues bien, te voy a pedir un favor, si te enteras de que este hombre actúa en los próximos meses a doscientos kilómetros a la redonda, te ruego que me avises; no quisiera perdérmelo».

Creo que con esto ya he dicho todo lo que tenía que decir respecto a los cuentos, aunque quede mucha tinta en el tintero. 

Ignacio Sanz