El repertorio es el conjunto de textos que un narrador tiene preparados para contar. El término en latín era repertorium, que a su vez provenía de reperir ('encontrar, hallar, descubrir // imaginar, idear, inventar') que ya nos da pista de las dos fuentes de las que bebe el repertorio: búsqueda y creación. La primera de ellas, la búsqueda, suele realizarse entre dos corpus distintos de textos: los textos tradicionales y los textos de autor. Mientras que los textos tradicionales han probado a lo largo de los siglos su acomodo en el ámbito oral, los textos de autor precisan un proceso de oralización (pasar del lenguaje escrito al oral) para ser contados. Por último la opción de la creación de propios textos resulta algo más compleja por la amplitud de recursos que han de utilizarse y la cercanía entre texto y autor-narrador (que dificulta la mirada crítica).

Podríamos hablar de algunos tipos de repertorio en función de criterios diversos, por poner un ejemplo veamos una posible clasificación según su vitalidad: hablaríamos de repertorio vivo (aquel que podemos contar ahora mismo), repertorio latente (el que podríamos contar tras un repaso) y repertorio olvidado (aquel que habría que volver a preparar para contar). 

La organización de una sesión de cuentos o un espectáculo de narración oral implica una selección (qué cuentos contamos juntos) y agrupamiento (en qué orden) del repertorio de manera que consiga mantener tensión narrativa, ritmo, tono... durante todo su desarrollo. Es muy importante la elección del primer cuento (puerta de entrada a la sesión, captar la atención y el interés) y del último (cierre, anticlímax, dejar con un poco de hambre al público).

Sobre la recepción y el repertorio baste decir que parece fundamental conocer los centros de interés del público al que vamos a contar para elegir de entre nuestro repertorio los cuentos que puedan interesar, emocionar, entretener... a ese grupo.

El laborioso proceso de búsqueda y renovación de repertorio tiene diversas posibilidades entre dos extremos: de manera continua, lo que implicaría buscar el equilibrio entre los textos que tenemos rodados y funcionan a la perfección (cuentos estrella), los textos que van creciendo oralmente (cuentos en proceso) y los que probamos para incorporar o no al repertorio (cuentos nuevos); y de manera puntual, dedicando un tiempo determinado para la preparación de un espectáculo completo nuevo (con todos los cuentos nuevos de una misma vez).

Para los narradores profesionales el repertorio tiene además una dimensión ética muy relevante: nosotros no cobramos solo por esa hora que pasamos contando, cobramos por los meses que dedicamos a buscar y preparar los cuentos que hemos contado en esa hora. Por eso es fundamental respetar el trabajo de otros compañeros (y el nuestro propio) y no copiar repertorios. Este asunto ético se resume de manera muy sencilla: la fuente nunca ha de ser otro profesional.

Por último, habría que decir que la propia voz (el estilo personal) de un narrador viene determinada por cómo contamos pero también por lo que contamos, de ahí la importancia de la elaboración de un repertorio propio.

Pep Bruno