«Tradición» es la suma de los mitos y los ritos, de las palabras y las acciones acuñados, que cada persona y cada generación entregan a las que tienen al lado y a las que vienen después. Todas las tradiciones son de ida y vuelta, porque cada persona influye y es también influida por la persona que tiene al lado en la red de la tradición, y porque cada tradición influye y es influida, a su vez, por las aledañas, en primero, segundo, tercero y en todos los grados de parentesco posibles.
Ninguna tradición tiene perfiles definidos, cerrados… Sus bordes son siempre difusos, graduales. Y la definición y la inscripción dentro de cada tradición depende, por tanto, de la posición que ocupe y del grado de identificación que elijan cada persona o cada grupo dentro de lo que otros habrán convenido (siempre de manera convencional, pactada) en llamar «tradición».
La palabra «tradición» ha dado apellido a conceptos y géneros como el del cuento tradicional o la canción tradicional. Su definición más esencial sería la de 'conjunto de relatos o de cantos que se transmiten por vía oral, a lo largo de varias generaciones, en variantes y sin conciencia de que detrás puede haber una autoría individual, porque lo que importa para que sea aceptado como tradicional no es quién fuera su emisor primero, ni quién será su receptor último, sino lo trabado y perdurable de la cadena intermedia de transmisores'.
Cada narrador oral (cada cuentacuentos, para entendernos) puede definirse como desee. Hay algunos que se proclaman más cercanos o más deudores de la tradición oral, otros más afectos a la escrita, bastantes cuya formación es de escuela teatral, no pocos que ya se van sintiendo más hijos de la propia tradición de la narración oral, que ha contado con varias décadas para constituirse y consolidarse… Y hay quienes se consideran hijos mestizos de todos.
Todos se saben y se llaman a sí mismos, en cualquier caso, narradores orales, y no narradores tradicionales. Lo que delata cierta sombra edípica, o eléktrica, en su relación con la tradición.