El tiempo es, sin lugar a dudas, campo de trabajo y debe ser objeto de estudio del narrador. ¿Es una materia a manejar? ¿Es una herramienta? ¿Es algo que nos envuelve? ¿Es todo ello a la vez?

Tiempo del relato

Érase una vez, había una vez, érase que se era. Desde sus primeras palabras los cuentos nos sitúan en un tiempo normalmente alejado del nuestro, en una época distinta a la que vivimos. En los cuentos tradicionales es un tiempo inconcreto, marcado por el pretérito imperfecto. Es el mismo pretérito del juego: «Yo era el monstruo y te perseguía», decíamos cuando jugábamos a ser; «era», «había», «estaba», decimos cuando contamos un cuento.

Existe un gran número de fórmulas para situar al público en ese tiempo en el que todo podía ocurrir. Desde las escuetas «Esto era»«Una vez» hasta las más elaboradas: «Cuando los animales hablaban», o poéticas: «Cuando los animales eran personas», que dicen los bosquimanos Xam.

En otro tipo de cuentos el tiempo puede ser más preciso: puede ser «en la primavera de 1832», puede ser «ahora», puede ser cuando queramos, pero siempre es necesario situar el relato en un momento, de manera que su ubicación temporal sirva de escenario, de paisaje y de contexto.

Tiempo de la sesión

Una sesión de cuentos puede disfrutarse en un suspiro o hacerse muy, muy larga. Gran parte de la tarea del narrador a la hora de plantearse su trabajo consiste en jugar con el tiempo, con los tiempos. Adecuar nuestras tramas, palabras y silencios a la duración que consideramos apropiada para una sesión de cuentos, puede ser una labor más compleja de lo que parece. ¿De cuánto tiempo hablamos? ¿Una hora? ¿Hora y media? ¿Treinta minutos para los pequeños? Para ello, hemos de tener en cuenta cuestiones como: ¿cuánto dura un cuento? ¿Un minuto? ¿Media hora? O lo que es más importante (y difícil): ¿cuánto quiero que dure? ¿La duración viene dada por el cuento, la decide el narrador o está condicionada por el entorno? No son preguntas que tengan una única respuesta, pero es importante para el narrador planteárselas. En ocasiones, es necesario estirar o acortar, o ceñirse a los minutos asignados a cada persona en una sesión colectiva para que esta no se pase de la duración prevista (algo que resulta complicado a muchos narradores). En definitiva, el tiempo es un elemento crucial que debemos aprender a manipular, una materia dúctil y flexible pero no siempre fácil de modelar.

 

Alberto Sebastián