Desde mi experiencia, para contar con verdad cada persona debe de partir de su natural: cómo es en ese momento, y cómo se siente.

En los inicios, cuando se está aprendiendo, imitamos a los que nos rodean, hayan comenzado con nosotros o tengan años de oficio. Eso es así hasta que encontramos nuestro propio camino, nuestra forma personal de narrar, hasta que aprendemos a escucharnos y reaprendemos si nos hemos equivocado, y si nuestro natural se ha ido desvirtuando, aprendemos a darnos tiempo para reflexionar, y así retornar a sentirnos cómodos, cosa que, para mí, solo se logra cuando narramos de dentro para fuera.

Porque… ¿qué es contar de dentro para fuera? En el contar, el exterior nos influye en exceso; todo lo que pasa a nuestro alrededor nos condiciona: la vestimenta, el escenario, la luz, el público, el encuentro casual que hace que te pidan una determinada historia o aquel otro que te dice: «¿Que vas a contar esa otra vez?». 

Para que lo nuestro sea verdad y esté vivo, nos alimentamos continuamente de lo que nos rodea, por eso la improvisación es parte de nuestro oficio, la historia y nosotros bebemos de ahí, todo va junto, es imposible desgajarlo, así las historias van creciendo a ojos vista, entre todos, porque contamos con el público.

Como la influencia exterior es enorme en la narración, la única manera de que todo ese exterior forme parte de ti sin que reste, sino que sume, es con la confianza en uno mismo, y  ese permitirse equivocarse que nos lleva al verdadero aprendizaje. Hay que arriesgar, no quedarse en la comodidad de lo ya hecho, de lo ya vivido.

Y aquí viene mi contradicción, porque yo soy romancera, canto y cuento romances y lo hago de memoria. Pero la contradicción es solo aparente porque todo lo que cuento, canto y recito lo voy haciendo mío desde el principio, desde la propia elección del romance. Aunque hasta que no ha rodado unas cincuenta veces y he interiorizado los versos, no es del todo verdad. Necesita aposentarse, porque hasta entonces lo que había era mi búsqueda del verso. Solo cuando se aposenta es cuando puedo interrumpirlo y dialogar con el público, retornando al verso o al canto en el instante justo en que lo dejé.

Es en ese preciso momento cuando el romance crece y surgen las variantes que se alimentan también de las intervenciones del público, y el romance vuela solo y mi verdad con él.  

Y así para contar con verdad, cada persona debe de partir de su natural: cómo es en ese momento, y cómo se siente. Pero la verdad es que todos necesitamos de todos y, en este oficio, más.

 

Victoria Gullón