Ante todo, el ritmo de una historia está en su estructura, esto es, en la manera en que el movimiento, llamado también «acción», se ordena. En la escuela nos dicen y repiten que el ritmo depende de la subdivisión de esta en un cierto número de momentos. Algunos dicen, por ejemplo, que una historia debe tener un planteamiento, un accidente, una tensión, un conflicto, un clímax, una distensión y finalmente un desenlace. Cualquier narración que no obedezca a una estructura de este género, está, eso nos dicen, condenada a aburrir. De hecho, proliferan los estudios sobre la influencia y el efecto de determinadas estructuras narrativas en la mente humana, y todos ellos intentan confirmar que una historia es la mejor manera de convencer a alguien para que crea en algo o compre lo que sea. Se supone que, siempre que este sea el objetivo de narrar, conviene seguir lo que nos dicen.

Sin embargo, al aguzar la mirada y el oído, la cuestión del ritmo cobra otros matices. Dos tipos de movimiento opuestos se hacen entonces visibles: la repetición y la variación.

La repetición constituye una de las características más llamativas de la oralidad. Será difícil encontrar un cuento de tradición oral donde no esté presente. Se puede decir que, si semánticamente resulta redundante, no lo es simbólicamente. Además, la repetición es un mecanismo activo esencial, que contribuye a la relación entre el narrador y el oyente, permitiendo la interacción entre ambos y fomentando de manera especial una complicidad fundada en la capacidad compartida de anticipar la narración. Por otro lado, es de las repeticiones de las que surgen las variaciones más sobresalientes. Por ejemplo, cuando se repite un episodio tres veces, serán las variaciones sobre ese mismo patrón las que le den ritmo a la narración.

Las variaciones, en cuanto a nivel de tono y modo de decir, son, por otro lado, otros mecanismos rítmicos importantes, por ejemplo, el paso de la tensión dramática a la ironía o de una descripción a una acción. También cuando se narra un aparte dirigido a la audiencia o cuando se pasa del relato al diálogo. De hecho, la alternancia entre discurso indirecto y discurso directo es de los recursos rítmicos más evidentes en una sesión de cuentos.

Desde el punto de vista de la oralidad, el ritmo se construye, tanto en el caso de las variaciones como en el de las repeticiones, por medio de modulaciones vocales, de la gestualidad y de la utilización del espacio, es decir, a través de todos los recursos escénicos disponibles. En una sesión de cuentos parece justo decir que el ritmo depende menos de la estructura narrativa y más del modo de contar.

Se vuelve entonces esencial aproximar todavía más la mirada y el oído para conseguir una percepción microscópica. Y es en ese momento cuando, bien a nivel de estructura narrativa, bien a nivel escénico, la molécula rítmica se revela compuesta de manera simple por un contraste entre sonido y silencio, movimiento y estabilidad, presencia y ausencia. En este caso es importante darse cuenta de que el ritmo no solo se construye a través de la palabra, el sonido, el gesto y el movimiento, sino también a través de la puntuación, el silencio, la pausa y la inmovilidad. Esos son normalmente los aspectos más difíciles y sutiles del ritmo, además de, desgraciadamente, los más despreciados.

 

 

O ritmo de uma história está, antes de mais, e quando observado de longe, na sua estrutura, enfim, no modo como o movimento, que podemos chamar acção, está ordenado. A tradição escolar dirá que depende da subdivisão desta num certo número de momentos, conforme as teorias. Alguns dirão, por exemplo, que um história deve ter uma exposição, um acidente, uma escalada, um conflito, um clímax, uma descida e finalmente um desenlace. Qualquer narrativa que não obedeça uma estrutura deste género está, assim o dizem, condenada a entediar qualquer um. É que os estudos sobre a influência e o efeito de uma tal estrutura narrativa na mente humana proliferam, vindo a confirmar que uma história é a melhor maneira de convencer alguém a acreditar em algo ou a comprar qualquer coisa. Supõe-se assim que, sendo um destes o objectivo de se abrir a boca, interessa seguir a receita.

No entanto, aproximando o olhar e o ouvido, a questão do ritmo ganha outras nuances. Dois tipos de movimento, opostos, tornam-se então visíveis: repetição e variação.

As repetições constituem uma das características mais marcantes da oralidade. Será difícil encontrar um conto de tradição oral onde não esteja presente. É possível dizer que se semanticamente é redundante, não o é simbolicamente. Além disso, a repetição é um mecanismo fático essencial, ou seja, contribui para a relação entre narrador e ouvinte, permitindo interacção e, muito especialmente, uma cumplicidade fundada na capacidade partilhada de antecipação narrativa. Por sua vez, é das repetições que emergem as variações mais marcantes. Por exemplo, quando se repete um episódio três vezes, são as variações sobre um mesmo padrão que emprestam ritmo à narração.

As variações ao nível do tom e do modo são, por outro lado, outro mecanismo rítmico importante, como a passagem de uma tensão dramática para uma ironia, ou de uma descrição para uma acção. O mesmo sucede quando uma narrativa é pontuada por um aparte direccionado à audiência, ou quando se passa de um relato para o diálogo. Com efeito, a alternância entre o discurso indirecto e o discurso directo é dos recursos rítmicos mais evidentes na performance narrativa.

Tendo em conta o fenómeno oral, o ritmo é especialmente construído, seja no caso das variações, seja no caso das repetições, através das modulações vocais, da gestualidade e da utilização do espaço, enfim, de todos os recursos performativos disponíveis. Na performance narrativa, parece ser justo dizer que o ritmo depende menos da estrutura narrativa e mais do modo de contar.

Torna-se então essencial aproximar ainda mais o olhar e o ouvido. Chegamos assim à percepção microscópica. E, nesse caso, seja a nível da estrutura narrativa, seja a nível performativo, a molécula rítmica revela-se tão simplesmente composta por um contraste entre som e silêncio, movimento e estabilidade, presença e ausência. No caso da narrativa importa reconhecer então que o ritmo não se constrói apenas na palavra, no som, no gesto, no movimento, mas também na pontuação, no silêncio, na pausa, na imobilidade. E esses são normalmente os aspectos mais difíceis e subtis, e infelizmente muitíssimo desprezados.

 

Luis Correia Carmelo