Ocupación habitual de contar historias de viva voz en público.

El oficio de contar está presente en culturas diversas a lo largo de la historia, así pues, podemos encontrar aeda o cantores épicos de la Antigua Grecia, skald vikingos, seanchaí irlandeses, bardos celtas, griotts africanos, hakavatis árabes, manaschis entre los zyrgyz de la China, rakugoka japoneses... y así hasta los más próximos a nuestro tiempo y nuestra cultura que serían los Cómicos de la Legua, que pertenecen a la familia de oficios de la cultura y constituyen un arte escénica.

Al tratarse de un oficio que, en nuestro país, carece de una formación reglada específica, los conocimientos necesarios para su desarrollo se adquieren en un proceso continuo de aprendizaje que suele partir del amateurismo. Con el fin de tener las máximas garantías de éxito, es conveniente que este proceso sea, de algún modo, guiado, reflexivo, y en él la formación continua debe tener un papel fundamental y ha de ser amplia, variada y continua.

El profesional de la narración oral cobra y tributa por su trabajo de forma habitual.

Quien tiene como oficio la narración oral busca desarrollar su voz narradora y se compromete a preparar su propio repertorio y componer sesiones o espectáculos de narración oral que tengan tono, tempo y ritmo. Del mismo modo tiene el compromiso de renovar dicho repertorio.

De manera complementaria, puede especializarse en cualquier línea de trabajo que derive de la narración oral, como, por ejemplo, en cuentos de tradicional oral, contemporánea, de propia creación, etc.

La promoción, visibilidad y dignificación del oficio corresponde en gran medida a quienes lo habitan, por lo que se debe actuar en consecuencia.

 

Mario Caballero