María Zambrano escribió que «la cultura es el despertar del hombre».
La UNESCO define en 1982 «cultura» como 'el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores y las creencias. La cultura da al hombre la capacidad de reflexión sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella es como discernimos los valores y realizamos nuestras opciones. Por ella es como el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevos significados y crea obras que lo trascienden´.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos señala cuatro acepciones de la palabra cultura: '(Del lat. cultūra). 1. f. cultivo. || 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. || 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. || 4. f. ant. Culto religioso'.
La narración oral, la tradición oral, forma parte intrínseca de la cultura de los pueblos. Los narradores orales como cosechadores de cultura, como sembradores de cultura, como recolectores de cultura, al hacer uso del privilegio que supone tomar la palabra elegimos qué contar, qué callar, qué palabras seleccionamos para contar las historias que hemos decidido contar o que nos han atrapado y demandan ser contadas, y cómo contarlas. Nos nutrimos de la cultura y, al mismo tiempo, contribuimos a configurar la cultura en la que vivimos. Es este un aspecto importante al decidir sembrar palabras en los oídos de los demás. En un mundo en el que la «cultura global» es una realidad, toma, si cabe, aún más protagonismo la función social de una profesión como la del narrador oral, que llevará de un lado a otro las historias de una manera «local», cercana, mirando a los ojos de quienes escuchan, y que cuenta aportando conocimientos que permitirán a aquellos que los escuchen desarrollar su juicio crítico, despertando, como apuntaba María Zambrano, al hombre y dándole capacidad para reflexionar sobre sí mismo.