Según la Real Academia de la Lengua la palabra «equilibrio» significa: 'Estabilidad, situación de una cosa que, pese a no tener una base sólida, se mantiene sin caerse'. Y el prefijo des- denota negación.

Es decir, «desequilibrio» sería, por tanto, 'no estabilidad'.

En el caso de la narración de cuentos ante un público, se juntas varias circunstancias que por sí solas muestran un desequilibrio y que, unidas, hacen que la inestabilidad sea mayor.

Estas fuerzas desequilibrantes son las que obligan al narrador a mantener un equilibrio interno tan bien consolidado que pueda ir construyendo una base sólida donde poder crear una comunicación de calidad. Cuerpo y mente del narrador deben convivir en perfecta armonía.

Por un lado, tenemos el público con edades, personalidades y procedencias distintas, con sus inquietudes, anhelos y expectativas diferentes. Por otro, el lugar donde narramos, donde no siempre se cumplen las condiciones mínimas para una buena relación con el público. También hay que tener en cuenta las circunstancias en las que se desarrolla la contada, nuestra capacidad como narradores para solventar diferentes situaciones y nuestra preparación escénica, y por último el tipo de espectáculo o repertorio con el que contamos para presentarnos ante un público y en un espacio determinado.

Y todo esto cambia en cada actuación y por eso nos hace ser malabaristas, funambulistas y magos de las emociones. Nos convertimos en esa pieza central de los arcos de piedra que hace que todo se mantenga en pie, llamada «clave».

Somos la pieza clave que debe estar formada por preparación, sapiencia, inteligencia, agudeza, frescura, agilidad corporal, etc. Pero, sobre todo, por ilusión para hacerlo cada día mejor y por fantasía.

Nuestras contadas deben ser un derroche de vida real y fantasía que el narrador debe ordenar con ilusión creadora.

 

José Manuel Garzón Hernández