Hilan las mujeres la lana e hilan también sus historias con el ritmo circular de sus ruecas. Son herederas de las moiras, las tres hijas de la Noche, que se repartían su trabajo de devanar el devenir humano: una hilaba, otra enrollaba la madeja de la vida, y la tercera cortaba el hilo cuando llegaba el momento de acabar. Nadie, ni siquiera los dioses, podía alterar su trabajo ni sus designios sin provocar un grave daño al orden de las esferas celestes, que giraban a la par de sus ruedas o ruecas. En Roma se las llamó Parcas o tria Fata, las tres hadas o los tres destinos. Viven todavía en la tradición oral en los cuentos de hadas hilanderas y en las mouras gallegas, que todavía conservan reminiscencias de sus nombre griego.

Todas ellas hilaban el destino de los seres humanos de la lana amorfa de la historia. Átropo es la diosa del nacimiento, plantea la historia de cada ser humano retorciendo las fibras de la Historia para crear un hilo que luego devanará Cloto, la diosa del matrimonio, de los enredos, de los nudos que se originan cuando se forma la madeja, y por último está Láquesis, que es quien corta el hilo de la vida y conduce al desenlace la historia, le pone fin. Porque desde los comienzos de la humanidad hilar (el primer huso es neolítico y la primera rueca, china, se construyó hace 5000 años) se asoció a contar historias, y no solo por las similitudes de ambos procesos: hilar y contar, sino porque las mujeres, mientras hilaban, contaban historias. Herederas de esta tradición son las mujeres de los filandones, fiadas y filós. En León hilan las mujeres en los filandones, protegidas por la Noche, después del trabajo en el campo y cuando la prole se ha ido a dormir. Hay filandones de casadas y de solteras. En los de solteras se habla de los novios y se cuentan cuentos de hadas, de costumbres, de animales, En los de casadas se habla de los maridos y se cuentan cuentos que dan cuenta de sus ilusiones y desilusiones, cuentos eróticos. Cuando acaba el filandón y se recogen los husos y las ruecas, llegan los mozos a rondar a las solteras y las casada vuelven a casa solas, con los ovillos que esa noche han devanado al ritmo de sus cuentos, y con los que luego tejerán las ropas que abriguen las vidas de sus maridos, de sus hijos. Hilan las mujeres la lana e hilan también sus historias con el ritmo circular de sus ruecas.

 

Ana Griott