Cómo colarse en un teatro para contar cuentos y otras peripecias
La primera vez que me subí a un teatro para contar cuentos fue en el año 1992, como parte de las actividades organizadas por la Biblioteca Regional de Murcia para escolares. En aquel entonces, la narración oral profesional estaba casi en pañales y soñar con programaciones estables en cualquier lugar era eso, un sueño.
En el verano de 2018, media vida después, recibí una llamada del director de Teatro Principal de Alicante. Me propuso contar cuentos (en concreto mitos griegos) como parte de la programación del Festival de Teatro Clásico de Alicante. Gran noticia y no menos alegría. Sin embargo, el lugar elegido para la narración no sería el escenario del teatro, sino unas cuevas dentro del Museo de Aguas de la ciudad.
Osada de mí, quise aprovechar que la puerta estaba abierta para poner sobre la mesa una propuesta de narración permanente en el teatro. Imaginé un formato pequeño, íntimo, con el público sentado en el escenario y una función al mes. La respuesta fue inmediata: no. Según las palabras del director «El teatro solo era para teatro, y de calidad». No hubo posibilidad de insistir o de abordar el proyecto desde otro ángulo.
No obstante, desde esa primera edición, y a excepción del año de la pandemia, la narración está presente en el Festival con dos funciones para público adulto, dos para público familiar y tres para alumnado de Bachiller. Y, hasta el momento, se ha programado a siete narradores diferentes.
Mi padre siempre me ha dicho que quien la sigue la consigue. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, unas veces sucede y otras no. Pero, por si las moscas, de vez en cuando sigo y sigo.