Los cuidados en el centro de la vida
Cuando Diego me invitó a escribir sobre los cuidados, específicamente sobre los cuidados relacionados con las personas que trabajan desde la narración oral, primero dudé en hacerlo, ya que no tengo la experiencia directa de ser una narradora oral, o el título que me nombre como tal. Pero al mismo tiempo mientras pensaba en eso, terminaba de contar una historia sobre una comunidad afectada por la falta de agua potable, en lo profundo del Chaco Paraguayo y de cómo las mujeres y las niñas de esa comunidad se organizaban para buscar el agua del arroyo que les quedaba a 30 kilómetros de su comunidad y hacían todo lo que habían aprendido, por años y años, para “limpiar” el agua y que no sea tan peligroso para la salud de ellas y de sus familias.
Entonces cuando cuento esta historia, estoy narrando, pensé. Y me acordé de Diego y su invitación a escribir, y acá estoy.
Para hablar de cuidado, me parece importante contarles desde dónde lo hago: soy mujer, paraguaya, latinoamericana, feminista, de clase trabajadora y terapeuta narrativa.
Acompaño desde la terapia narrativa y desde el feminismo decolonial latinoamericano a personas y comunidades.
Pensaba en dividir por secciones este artículo, pero me di cuenta que sería seguir contribuyendo a la idea de ver a las personas fragmentadas, dislocadas o rotas, y esto contradice por un lado la ética del cuidado y por otro refuerza los conceptos del sistema capitalista, racista y colonial.
Desde una postura crítica a la idea de la fragmentación, me permito invitarles a dar un salto cualitativo y político del autocuidado (concepto individualista) al cocuidado (concepto colectivo y comunal).
Si bien colocar los cuidados en el centro de la vida es una consigna feminista que busca visibilizar las tareas de cuidados que realizan las mujeres y que ha sido invisibilizado a lo largo de la historia, en este artículo pido permiso y lo utilizo para traer los cuidados al centro de la vida de las personas que se dedican a la narración oral, que también son mujeres muchas de ellas y que así como con las tareas de la casa, el sistema lo vuelve -al cuidado- invisible y lo hace carecer de importancia.
Y si hablamos del sistema, ¿cómo hablar de cuidados en contextos individualistas? Desde la terapia narrativa el cuidado es siempre un logro colectivo, de ahí que la idea de cocuidado podría estar relacionada a las acciones y pensamientos que llevan adelante las personas para resguardar lo que para ellas es valioso; la vida, los valores, el territorio, la comunidad, los afectos, etc.
Entonces, cuando narramos una historia, ponemos nuestro cuerpo en escena y nuestra voz, hablada o no, ya que el lenguaje no sólo es oral, o, más bien y, la oralidad no solamente son las palabras que digo, también son las historias que se alojan en quienes narran, pidiendo casi por favor que sean contadas.
¿Y si esa historia que contamos es lo bastante movilizante? (ingenua yo que pienso que algunas podrían ser más que otras) ofrezco algunas preguntas que pienso mientras escribo: ¿cómo hacer para que la persona que pone el cuerpo al narrar una historia no sienta que pierde su propia agencia? ¿cómo lograr entrar o salir del personaje sin ocasionar algún dolor, para quien narra o para quienes la escuchan?
Este artículo no busca ser una guía de pasos a seguir, como una receta de cocina exacta a la del chef, algo que podría ofrecer el coaching, no, este artículo busca contribuir a la construcción de una cultura de cocuidado, para asumir desde un lugar ético la responsabilidad colectiva, hacia unx mismx y hacia las demás personas, que podrían ser otrxs narradorxs o la comunidad de la cual se narra, o de las personas como público no pasivo, (porque nunca lo son) de las historias que van escuchando.
¿Cómo cuestionar el orden establecido o las historias dominantes, desde un cuento, una poesía o una metáfora o lo que decidamos narrar?
¿Cómo honro las historias que me cuentan o que acompañan en el trabajo, sin despojarlas de dignidad y poder?
¿Cómo cocuidarnos sin despojarnos de nuestras propias historias de resistencias y logros?
Es entonces una alternativa coconstruir narrativas que proclamen los sueños y las esperanzas de quienes trabajan la narración oral como parte de su identidad, que nunca es una categoría fija, detenida, al contrario, la identidad desde la terapia narrativa, es construida socialmente, es fluida, diversa y es local, sucede dentro de un contexto político y social.
Y es colectiva la identidad. Por lo tanto, mientras narro me construyo, y también cuando escuchamos narrar a otra persona nos construimos en una especie de testimonio de la vida de la persona que narra o de la persona o comunidad de quien se narra.
El cuerpo de la persona que narra no es solo un amplificador de la historia, es también una caja de resonancia que se encuentra muchas veces con su propia historia, en otras personas y en otros contextos. Resonancia en el sentido de ser sacudidos como dice John Shotter, por la historia de otras personas, y cita a Steiner la otredad que nos penetra nos hace otros. (Steiner, 1989, p. 188)
Desde esta ética de los cuidados, la narración y la persona que narra están en relación constante, es por eso la necesidad de elaborar de manera colectiva y artesanalmente los manuales de cocuidado, con la historia narrada y sus protagonistas. Artesanalmente,en el sentido de que cada comunidad cuenta con sus propios saberes locales (historias de agencia, resistencia y sueños) y conoce mejor que nadie lo que necesita para sentir que el cuidado está en el centro del lenguaje y por ende de la vida.
Volviendo a la historia que les narré en el primer párrafo de este artículo, las mujeres del Chaco Paraguayo saben exactamente lo que necesitan, por ejemplo, un sistema de captación y almacenamiento de agua potable en depósitos ubicados en puntos específicos de la comunidad. Es por ello de suma importancia, al narrar sus historias, activar la escucha y abandonar el lugar de expertxs. Sin embargo, al ser comunidades históricamente olvidadas y empobrecidas, muchas de ellas han pasado por alto las historias de agencia y resistencia; entonces, desde lugar político de la narración oral, quien narre sobre ellas, tiene la responsabilidad de elegir la forma de hacerlo, es decir, despojándolas de sus saberes o de engrosándolas.
Entonces me permito enumerar algunas prácticas de cocuidado, que podrían servir de mapa para los cuidados compartidos de la comunidad de narradores y narradoras orales:
- Estar cómodas/os para conversar, al decir de Tom Andersen, preguntarnos cada vez que haga falta, si todas las personas que estamos reunidas estamos cómodas y si no, qué necesitamos para estarlo.
- Todas las personas en conversación, tienen que poder hablar o expresar lo que necesitan para sentirse cuidadas.
- Hablar, escuchar y oír, son fundamentales para el diálogo, Harlene Anderson, hace una diferencia entre escuchar y oír, ella dice que recién podemos oír cuando no escuchamos para responder o para anticiparnos a lo que la otra persona quiere decirnos.
- Abandonar los prejuicios y las verdades únicas, esto se podría practicar haciendo público lo que uno piensa en relación a un tema.
- Ser invitadas/os y anfitrionas/es siguiendo con lo que dice Harlene Anderson, esta metáfora podría abrir posibilidades de cocuidado, donde parecerían no existir. Preguntar qué necesita cada persona en particular para sentir que quién cuenta su historia es una buena invitada (a su historia, a su comunidad, etc.) y que al mismo tiempo es anfitriona de dicha historia, se podría pensar en las veces que uno fue visitante, cómo se comportó para ser invitada/o nuevamente y de las veces que una fue anfitriona, qué acciones realizaron para que sus invitados/as, regresen una próxima vez (a su historia, a su comunidad, etc.).
- Habitar la incertidumbre de manera colectiva, es hablar de las angustias y preocupaciones individuales y colectivas. La barrera de lo individual se permea en comunidad.
- Celebrar los logros.
- Hacer rituales de bienvenida y rituales de despedidas, cada vez que llega una persona nueva y cada vez que toque despedir a las personas que se van.
- Cada persona, comunidad, barrio, es experta en su vida.
- Asumir los límites y las responsabilidades, si hablamos de una ética de los cuidados, también se habla de terapia como corresponsabilidad en los cuidados.
Por último, no somos cuerpos desmontables, descartables o pasivos al sufrimiento, en este caso al sufrimiento colectivo. Entonces desde el lugar del cocuidado, se asume también la corresponsabilidad de las personas que narran para crear espacios seguros donde la escucha y la dignidad son transversales.
Y si bien las historias no terminan nunca, me permito cerrar este artículo con una propuesta de Shotter: “abandonar la idea de la comunicación verbal como un mero proceso de transmisión de información, del emisor como una fuente de información, del discurso como un código común en el que uno coloca sus pensamientos, y de los escuchas como simples decodificadores que tienen que descubrir los pensamientos del emisor”
Todas las personas importan, y todas tenemos algo importante que contar.
- Shotter, J. International Journal of Collaborative Practices 1(1), 2009: 29-38. 36
- Andersen, T. El equipo reflexivo. Editorial Gedisa.1994
- Anderson, H. Conversaciones Interrumpidas. http://www.taosinstitute.net/ 2019
Paola Kohler, Paraguay
Este Boletín n.º 103 – Narración y cuidados ha sido coordinado por Diego Reinfeld