La Plaza de los Cuentos
A veces hay lugares que nos hablan bajito. Como de lejos. Su voz suena a susurro. Quizás sea su manera de asegurarse que nos llega repleta de un deseo con ganas de verse cumplido. ¿Os has pasado algo así? En mi caso, justo eso es lo sentía cada vez que pasaba por ese rincón del barrio antiguo de mi pueblo, Cardedeu. Era escucharla, esa voz, y en mi interior emergía un deseo imparable de ver ese espacio convertido en plaza. Una plaza llena de gente contando, escuchando, llevando la palabra de corazón a corazón.
Yo estaba convencida de que las imágenes que se me aparecían en la mente imaginándome ese espacio convertido en plaza provenían de un deseo que yo había ido fabricando cada vez que oía hablar de otros países con plazas emblemáticas en las que contar allí formaba parte de una tradición ancestral.
Qué poco podía imaginarme el origen real de mi deseo. Pero no me quiero adelantar a la historia. Sigamos con la idea que, desde el primer momento que oí hablar de la plaza de Marrakesh, por ejemplo, y de las personas que se ponían allí a contar y a escuchar historias, provocara en mí un anhelo interno de tener una plaza así en Cardedeu. Y a pesar de sentir ese sueño bien vivo y presente, la verdad es que ahí se quedó, dentro de mí, formando parte de esa lista silenciosa de cosas que esperan hacerse realidad algún día.