catalán

La planificación de AMORT, sesión de narración para institutos, fue larga: seleccionar, adaptar, darle forma, buscar imagen y adecuar la voz. Como siempre, aunque en este caso adecuar la voz fue lo más difícil. No quería que sonara juiciosa, ni marisabidilla ni mucho menos ñoña. Por suerte los cuentos y las adaptaciones me llevaban cada vez más a mi adolescencia, a mi instituto, a mi gente, a mis lugares… en fin, a mí.

Entonces no quise parar y me acordé de las cosas que me emocionaban, las que me asustaban, las que me daban placer y las que me hacían reír. Encontré la voz en la adolescente que había sido o en la que creía haber sido –que para el caso daba igual. Y seguí buscando.

Recordé cómo es de visceral todo en esa etapa de la vida. Nada pasa sin marcarte; de alguna manera, hasta la actividad más insignificante se recuerda como algo importante: Los partidos de baloncesto con el profesor de Latín. La recogida de firmas para que le compren un piano a la de Música. Las pellas en la estación del tren. Lo que se lee y lo que te cuentan, si es sincero. Todo se tatúa bajo la piel.

Encontré la voz, resaltando las cosas mas pequeñas, aquellas que los años ningunean y visceralizándolas; eso sí, sin dramas, que mi adolescente –o la que había construido- es dura. Llevando al límite recuerdos y jugando a “¿y si… Maupassant hubiera conocido mi insitituto?”

Contar a adolescentes causa respeto porque para ellos es “todo o nada”, no hay lugar para las medias tintas, son transparentes y piden sinceridad. Así que quise ser honesta y contar aquello que me hubiera gustado escuchar sin juicios, ni límites. Puede que muchos de los que vienen no hayan escuchado cuentos desde que llevaban bata en el cole y puede que no tengan opción de volver a escucharlos en mucho tiempo. Y eso es una responsabilidad.

El amor y la muerte son dos temas universales de la literatura y de los más punzantes para el ser humano y en eso no arriesgué, los dos planean por la sesión. Cada cuento, ya sea de los tradicionales, de los clásicos o de mi cosecha, transpiran amor y muerte. Con el título hice un juego de palabras con los dos términos, en catalán: AMORT

AMORT con su imagen, sus cuentos, sus voces, sus personajes, emprendió el vuelo en la Biblioteca de Algemesí en marzo de 2015, lo pasé muy bien. Me emocioné con ellos y pasé miedo (sí, porque paso miedo cada vez que narro ciertos cuentos). Pero sobre todo me emocioné al ver la entrega con la que el público respondía. Pasados cincuenta minutos tuve la necesidad de retenerlos, más bien de llevármelos a casa, ¡pero cuarenta adolescentes comen mucho! Así que les propuse un juego.

Yo escribiría una entrada en el blog con algunos datos y referencias de la sesión; en esta entrada incluiría textos originales de los autores clásicos en los que me había basado y ellos podrían desbrozar y encontrar qué parte hay mía en los cuentos (para ellos es importante saberlo). En ese post hay textos para leer, pero también enlaces para escuchar los cuentos en audio (eso les impresiona) y fotos de la sesión (imprescindible). A cambio les pedía información de aquello que les hubiera gustado escuchar, qué les motiva leer, con qué personaje se han quedado. Cualquier información sobre lecturas o cuentos que quisieran compartir yo les estaría agradecida; y para motivar la participación entre los que comentaran, sortearía un libro.

Pero el libro no podía ser curricular. Tenía que escoger lecturas que no les sonaran a instituto ni obligación. Seleccioné varios títulos pero el que acabó tomando fuerza ha sido Un monstruo viene a verme, de Patrik Ness (Ed. Nube de tinta). No sabía cuántos de ellos comentarían el post ni tampoco si era buena idea.

Pero, por alguna razón el blog almufrances.blogspot.com, después de cada sesión, es un goteo de jóvenes escribiendo comentarios, la mayoría sobre la sesión o sobre la sorpresa que les había causado que alguien les contara cuentos y preguntan dónde pueden ir a escuchar. Algunos filosofean o preguntan sobre los temas tratados. Otros preguntan sobre los finales abiertos. Los jóvenes son poco amantes de que las historias no estén bien cerradas; y yo soy muy amante de dejar las puertas abiertas. Y esta pequeña desaveniencia ha propiciado constructivas discusiones.

Pero tambien hay quienes leen los enlaces y piden recomendaciones sobre otros cuentos. O se interesan por el libro sorteado. Quien propone finales diferentes o nuevas propuestas para cuentos. Aprendo mucho de estos comentarios, me acercan a ellos, me ayudan a recordar que detrás de todos los estereotipos que describen a los adolescentes, hay gente apasionada, que piensa y tiene una opinión; además la rebeldía que les caracteriza es un aliciente para la creación, la de ellos y la mía.

Me divierte compartir con ellos mis historias, presentarles personajes que les cuentan a ellos las suyas: narrarles para que se narren, se diviertan y se enfaden de esa manera apasionada como sólo ellos saben. Porque puede que la adolescencia sea el momento en el que más falta hacen las historias para conocerse y entender lo que les rodea.

En un mundo mejor organizado no estaríamos tan lejos; pero esta sociedad parcelada nos niega los unos a los otros. Los adultos no nos reconocemos en los adolescentes ni en los niños que fuimos. Y yo he necesitado este juego para estar cerca de ellos y alargar en el tiempo estas sesiones que tanto me gustan. A los adolescentes no me los llevo a casa, pero sí sus opiniones y propuestas, que me sirven para mejorar.

Almudena Francés

Este artículo pertenece al boletín n.º 46 – Jóvenes, literatura y lo que se tercie