Cuentos noruegos 2

Parece tarea casi imposible publicar en tierra propia algo novedoso sobre los cuentos populares de otras latitudes. Sin embargo, esto lo ha conseguido la editorial Malas Compañías, dirigida por nuestra compañera Ana Cristina Herreros (Ana Griott, en adelante A.G.), con la publicación, a finales de 2016, de Cuentos Noruegos.

Para hablar de este libro, de la experiencia de su edición y de sus peculiaridades como literatura nórdica, he tenido la suerte de pasar toda una mañana con ella. Todas las personas que la conocen saben que quien habla con Ana no se va de vacío porque escuchándola siempre se aprende algo, o muchos algos.

 

Lo primero que descubro con ella es que Cuentos Noruegos es la edición de cuentos populares noruegos más completa que ha sido publicada. “Incluso en Noruega no ha sido publicado un texto tan completo”. Todos estos cuentos fueron extraídos de la oralidad por Moe y por Asbjornsen y recopilados en el proyecto Ruremberg. Hasta el momento se han publicado fragmentos, pequeñas colecciones, pero nunca una compilación tan completa. “Aunque aún queda trabajo por hacer: es posible que pronto vean la luz otros proyectos que guardan cierta relación con Cuentos Noruegos”.

“Ha sido un trabajo muy costoso” -comenta A.G.- y, a continuación, revela algunos entresijos de las tareas de edición. María Condor fue la encargada durante más de un año de elegir versiones del proyecto Ruremberg, donde se encuentra todo el material recopilado, y traducir cada cuento. Es una edición muy cuidada donde nada es aleatorio ni casual. Cada detalle está escogido expresamente para ambientar al lector en la época en la que fueron recopilados los cuentos y en la cultura de la que provienen. Por ello, el libro se presenta con una cubierta inspirada en el Romanticismo. La obra contiene algo más de 120 grabados e ilustraciones de autores exclusivamente escandinavos que fueron contemporáneos al momento de la compilación, y que muestran imágenes costumbristas y populares que responden a los escenarios de los cuentos, en una época en la que Noruega era básicamente rural. Entre todos estos grabados e ilustraciones destaca la imagen de la cubierta: El rey Valemon, el Oso Blanco, obra del artista noruego Theodor Kittelsen (autor de otras imágenes que aparecen en el libro), cuyo original luce en el Museo Nacional de Oslo. De esta forma, el libro no solo es un acercamiento literario a la tradición oral noruega, sino que además, como dice en la revista Capital ARTE (febrero, 2017), en el artículo “Magia del Norte-Pintores Románticos Noruegos-”, “Cuentos Noruegos, publicado por Libros de las Malas Compañías, nos ofrece una excelente ocasión para acercar al público español a los pintores e ilustradores escandinavos en general y noruegos en particular”.

¿Pero por qué Asbjornsen y Moe decidieron hacer este trabajo de compilación de cuentos tradicionales?, le pregunto a A.G. Su respuesta es casi un eslogan: “es el momento de los hermanos Grimm y todas las recopilaciones que se hacen en Europa fruto del Romanticismo”. Aunque en realidad es algo más que una moda, porque en el caso de Noruega tiene una connotación política y social importante. En el momento en el que se hace la recopilación, Noruega no existía como país sino que era parte de la corona de Suecia. Este trabajo sirvió de impulso para generar una lengua común escrita. De hecho, la recopilación que hicieron Moe y Asbjornsen fue la primera obra escrita en noruego, a pesar de que la mayor parte de los cuentos les fueron contados a ellos en distintos dialectos. “Hubo un arduo trabajo de edición”, me comenta A.G.. Ellos escucharon los cuentos, y no solo tuvieron que traducir la mayor parte de ellos al noruego, que nunca antes se había escrito, sino que transcribir la oralidad siempre implica el trabajo añadido de incorporar todos aquellos elementos orales que existen cuando uno escucha un cuento y que en la versión escrita también tienen que estar. “Tuvieron que mantener las marcas de lo oral pero con los recursos de lo escrito.”

Peter Christen Asbjornsen, ingeniero de montes y zoólogo, por su profesión tuvo acceso a las personas que vivían en el campo, en la montaña, y por supuesto, a sus historias. Por su parte, Jorgen Moe, sacerdote que incluso llegó a convertirse en obispo, tenía acceso a las historias del pueblo por su cercanía en la vida cotidiana. “No eran cuentos para niños, eran las historias que los niños escuchaban cuando los mayores las contaban en un entorno doméstico y, por tanto, encontramos en ellas recursos que se usaban para transmitir contenidos que se explicaban veladamente y que un niño no comprendía, aunque un adulto sí. Pero no eran versiones infantilizadas o dulcificadas, aunque posteriormente sí se han publicado colecciones que se han adaptado al público infantil”.

Otra de las preguntas que lanzo a A.G. es acerca de la peculiaridad de estos cuentos. Es entonces cuando se hace imprescindible hablar de un personaje: el Ceniciento. No es exclusivo de la tradición noruega, se han encontrado personajes parecidos con nombres similares en otras culturas, pero es el protagonista más recurrente de la compilación de cuentos noruegos. Es el Askeladden, que literalmente traducido al español significa el “chico de la ceniza”, el Ceniciento. Su cometido en el hogar es cuidar el fuego, “y en Noruega, cuidar el fuego es muy importante”. Este personaje, que no tiene ninguna intención de vivir aventuras, termina poniéndose en camino movido, no por una causa propia, sino por la petición de su padre para ir al encuentro de sus hermanos, quienes sí salieron a rescatar princesas de las garras de los trolls. Precisamente, el valor de este personaje es “la inteligencia, que es el poder de los héroes pequeños, como Ulises. Los héroes épicos del pueblo son personas pequeñas, débiles, pero muy inteligentes. En otras ocasiones, su valía es ser capaz de darle importancia a un objeto roto, usado. Hay otros cuentos en los que el acento se pone en su capacidad de cuidar a los que se encuentra: en su camino, su hermano mayor pasa de largo delante de una mujer que tiene un niño hambriento, su hermano mediano también, pero él se para y comparte su comida con la mujer y el niño. Por todas estas actitudes, al final es el que recibe el galardón máximo de casarse con la princesa”. Este es el protagonista más habitual de las historias tradicionales de una sociedad rural como la noruega, donde “la supervivencia de la comunidad dependía de que los individuos que formaban parte de ella establecieran redes de cuidado mutuo”.

Mi pregunta inevitable es: ¿hay similitudes entre los cuentos tradicionales españoles y los cuentos noruegos? “¡Claro!”, me responde, “los temas son recurrentes y algunos cuentos casi iguales”. Además, muchos de los personajes que aparecen en estos cuentos tienen su homólogo en los nuestros. Pensemos en la figura del Troll tan presente en la literatura nórdica, que nos recuerda a nuestro popular Ogro. Lo que cambian son los contextos en los que se desarrollan las historias. “Los cuentos tradicionales llegan con la lengua, y nuestras lenguas son indoeuropeas. Con la última glaciación las poblaciones humanas se expanden por toda Europa, a donde llevan sus lenguas gestadas en el Cáucaso y también sus cuentos. Los cuentos y la lengua van unidos”. Allá donde estas poblaciones se fueron instalando, las historias adoptaron las peculiaridades que les daban los contextos propios de cada lugar. Y en Noruega encontraron una geografía propicia para la leyenda y el cuento, una zona ávida de luz, rural, donde las pequeñas comunidades aprendieron a tejer redes para sobrevivir y desarrollarse, entre las que aparece un personaje como Ceniciento que guiaba al pueblo en esa tarea, a través de los cuentos.

Con esta reflexión termina nuestra conversación y este artículo. Solo tengo palabras de agradecimiento para Ana Griott por habernos abierto las puertas a la tradición oral nórdica con Cuentos Noruegos. Como broche de oro, aquí os dejo una frase extraída del Prólogo de esta obra escrito por Gustavo Martín Garzo:

“Tal es la cualidad de los cuentos, abrir puertas, relacionarnos con lo más escondido, celebrar la belleza del mundo”.

 

Beatriz Aguado "Regadera de Cuentos"

Este artículo forma parte del Boletín nº61 de AEDA: La aurora de las palabras