Un refugiado (según define la Convención relativa al Estatuto de los Refugiados) es una persona que se encuentra fuera del país de donde es originario debido a un temor fundamentado de persecución por diversas razones, y que no puede o no quiere reclamar la protección de su país para poder volver.

En el caso de la población saharaui refugiada en los territorios argelinos de Tinduf no pueden volver a su territorio porque su país está invadido por Marruecos que defiende su soberanía sobre el Sáhara Occidental, que hasta 1975 fue la provincia 53 española. En noviembre de ese año, el Rey de Marruecos lanza la “Marcha verde” sobre el Sáhara Occidental en la que 350.000 marroquíes cruzan la frontera y se produce, con el beneplácito de la comunidad internacional, la invasión militar y comienza el éxodo de la población civil saharaui, bajo bombardeos con fósforo y napalm. Si todas las huidas obligadas son inmorales, con esta nos une un lazo quizá mayor, pues no podemos olvidar que los saharauis llevaban en sus bolsillos el Documento Nacional de Identidad español.

Desde hace más de 40 años los saharauis refugiados (se calcula un número aproximado de 180.000 personas) viven en el exilio y ya han nacido dos generaciones que no han visto nunca su país de origen. Allí nos dijeron que se encontraban en la cárcel más grande del mundo, con una desesperanza creciente ante las sucesivas decepciones derivadas de la indiferencia de la comunidad internacional.

En el año 2009 viajé al campamento de Smara (uno de los cinco campamentos de refugiados) con otra compañera narradora, Mónica Botella, y nuestras respectivas hijas adolescentes, amigas desde la infancia. Viajamos con la organización Escritores por el Sáhara. Bubisher como voluntarias para realizar un trabajo de animación a la lectura y enseñanza del español. En ese momento, a tan solo un año de la creación de la asociación, únicamente había un bibliobús que recorría los diferentes colegios por la mañana (nuestra tarea se centraba en el apoyo a los profesores en las clases de español) y los diferentes barrios o dairas por la tarde (actividades con los niños de animación a la lectura). Hoy son tres bibliotecas y tres bibliobuses en otros tantos campamentos o wilayas. 

Allí desembarcamos con diversidad de cuentos, canciones y juegos de la tradición española, porque el objetivo del Bubisher es reforzar y recuperar la enseñanza del español. Como he comentado, el Sáhara Occidental fue provincia española, y el castellano es su segunda lengua oficial, en régimen de igualdad con el hassanía (lengua árabe más utilizada), y se enseña en todas las escuelas e institutos. 

La importancia de este objetivo se explica porque los saharauis han defendido, desde 1975, el español como un rasgo de su identidad nacional y diferenciador respecto a los países vecinos. Ante la desesperanza que surge de las condiciones de vida que sufren al haber quedado relegados en el lugar más inhóspito del desierto del Sáhara y la prolongada espera sin soluciones políticas, es preciso combatirla aunando esfuerzos para preservar la cultura, pues como dice su Ministra de Cultura Khadija Hamdi: “un pueblo que pierda su identidad será un pueblo vacío”.

Realmente no lo tienen nada fácil, viven aislados físicamente del resto del mundo, pero conectados a través de internet y la televisión. Y la mayor parte de la población refugiada debe mantener un deseo de regreso a una patria que nunca conocieron. En todo caso, si ese deseo de regreso por fin se hiciese realidad es prioritario que junto a sus enseres lleven consigo su patrimonio cultural para realmente terminar con el exilio y alcanzar su independencia.

Por todo ello la importancia de colaborar, a través de la narración, en el refuerzo de la lengua española como elemento de identidad y en el mantenimiento de la memoria de sus cuentos y tradiciones para darles el reconocimiento y el inmenso valor que tienen y, también, como medio para darles visibilidad en el exterior y que no caiga en el olvido lo que allí está sucediendo.

Aunque suene a tópico, siempre es mucho más lo que recibes que lo que aportas. Llegamos con una maleta cargada, demasiado pesada para ese viaje, y nos dimos cuenta de que lo único que podíamos ofrecer era a nosotras mismas. En nuestro caso, pudimos descubrir como las previsiones tuvieron poco que ver con lo sucedido. “Abierta, disponible y vulnerable”, estas tres premisas aprendidas en un curso de payaso pueden ser mucho más válidas que cualquier proyecto altamente considerado.

Os animo a viajar, a visitar y conocer de primera mano esa realidad, a dejaros empapar de todo lo que se puede aprender. El tiempo de estancia allí es limitado, pero luego las personas dedicadas a la narración podemos cerrar el círculo, es decir, acercar a la población española la realidad cultural de los campamentos saharauis a través de sus relatos. Nosotras volvimos con ese deseo, como un modo de devolver lo que nos habían dado y también con el deseo de trabajar por el respeto a la diversidad cultural, que buena falta nos hace.

 

Silvia Mascaray

 

Este artículo pertenece al BOLETÍN N.º 62 Ab18 – Cuentos sin refugio