"La loba, la vieja, la Que Sabe, está dentro de nosotras. Florece en la más profunda psique del alma de las mujeres, la antigua y vital Mujer Salvaje. Ella describe su hogar como ese lugar en el tiempo donde el espíritu de las mujeres y el espíritu de los lobos hacen contacto -el lugar donde su mente y sus instintos se mezclan, donde la vida profunda de una mujer consolida su vida mundana. Es el punto donde el Yo y el Tú se besan, el lugar donde las mujeres corren con los lobos.”

Estas palabras pertenecen al libro Mujeres que corren con los lobos de la autora Clarissa Pínkola Estés, una obra de referencia a la que regreso periódicamente y en la que siempre encuentro inspiración.

Psicoanalista junguiana, poeta y cantadora, la autora nos invita con esta lectura a realizar un viaje apasionante por todas las estancias del alma femenina, a través de diversos cuentos tradicionales, algunos muy conocidos como “Barba Azul” o “Las zapatillas rojas”.

Según explica Clarisa Pínkola Estés, los cuentos le ayudan a explicar la naturaleza instintiva de las mujeres, engendran emociones, preguntas, contienen instrucciones preciosas y precisas para la vida. Las historias son medicina. Tienen ese poder. No requieren que hagamos, seamos o actuemos nada —sólo necesitamos escuchar. Los remedios para reparar o reclamar cualquier impulso psíquico están contenidos en las historias. Generan comprensiones más allá de lo evidente.

Alguien que se refiere a los cuentos con este respeto, con esta reverencia, me interesa ya de entrada, pero es que además, Mujeres que corren con los lobos es una lectura más que recomendable para quien narra o desea hacerlo, para las mujeres en tanto que lo que se aborda es el tema del alma femenina, pero también para los hombres que deseen embarcarse en el rescate y la sanación de su lado femenino.

Clarissa Pinkola Estés, parte de la premisa básica de que toda mujer, sin excepción, albergamos en nuestro interior a la Loba, la Mujer Salvaje, aquella que nos llena de energía y nos hace recuperar la espontaneidad, a la vez que nos transforma en animales maduros que saben protegerse de los depredadores dejando a un lado la ingenuidad o la inexperiencia. Puede estar dormida o medio muerta, pero siempre anhelará reencontrarnos.

La Loba, la vieja, La Que Sabe, está dentro de nosotras. Florece en lo más profundo del alma de las mujeres. Es la antigua y vital Mujer Salvaje. Describe su hogar como ese lugar en el tiempo. La Madre Creación es siempre la Madre Muerte y viceversa. Debido a esta doble naturaleza o doble labor, la gran tarea que tenemos por delante, es aprender a entender qué cosas a nuestro alrededor y en nuestro interior, deben vivir, y cuáles deben morir. Nuestro aprendizaje vital es entender ambos sucesos: permitir que muera lo que tiene que morir, y que viva lo que tiene que vivir.

La mujer con el instinto herido por lo general se pone en evidencia porque se le dificulta pedir ayuda o reconocer sus propias necesidades. Sus instintos naturales de pelear o huir están drásticamente disminuidos o extinguidos. El reconocimiento de las sensaciones de saciedad, mal sabor, sospecha, cautela, y el impulso de amar plena y libremente son inhibidos o exagerados. Uno de los ataques más insidiosos al Yo salvaje es el ser dirigido a actuar correctamente, dando a entender que una será recompensado (si acaso). Mientras que la consistencia, el seguimiento y la organización son esenciales para poner en práctica una vida creativa, el antiguo precepto femenino de “ser decorosa”, de no llamar la atención, mata cualquier oportunidad de desarrollo espiritual, emocional y creativo.

El alma puede ser herida y doblegada. Pueden quedar cicatrices. Pero el alma no muere, pues La Loba la protege en el mundo subterráneo. Ella es a la vez la que encuentra los huesos y la que los reorganiza nuevamente.

La misión es juntar todos los huesos. Y luego sentarnos junto al fuego y pensar qué canción usaremos para cantar sobre los huesos, qué himno de creación, qué himno de re-creación. Y las verdades que digamos harán la canción: ¿Qué le ha sucedido a la voz de mi alma?¿Cómo hago para que la vida cobre vida de nuevo?

A lo largo de los diferentes capítulos, mezclando cuentos tradicionales con análisis de los símbolos presentes en ellos, la autora nos invita a un viaje de rescate, rehabilitación y/o resurrección de esta naturaleza instintiva, salvaje, no domesticada. El libro Mujeres que corren con los lobos nos recuerdan varias sabidurías:

–“Ser nosotras mismas hace que acabemos exiliadas por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exiliarnos de nosotras mismas”. Es este un principio de crecimiento personal y de autorrealización innegable. La valentía de ser una mismo en cualquier escenario, en cualquier contexto y sin importar ante quién estemos, nos permitirá salvaguardar la propia identidad. De este modo, volveremos una vez más a nuestra esencia, a esa mujer salvaje que huye de la domesticación, de las trampas, de los cercos que intentan vetar su libertad. La manera para mantener la conexión con lo salvaje es preguntarte a ti misma qué es lo que tú quieres. “¿Qué es lo que anhelo? ¿Qué deseo en este momento? ¿Qué quiero? ¿Qué ansío?”

–“Ser fuerte no significa ejercitar los músculos o la flexión. Significa encontrarse con lo luminoso de una sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje de una manera propia. Significa ser capaz de aprender, ser capaz de sostener lo que sabemos. Significa sostenerse y vivir”. A día de hoy la RAE sigue definiendo todavía a la mujer como “el sexo débil”. Nuestra cultura no entiende cuál es el auténtico significado de fortaleza. Fuerte es quien no huye, quien muestra sin miedo su identidad, quien no se rinde, quien vive con alegría y coraje.

Todas las criaturas deben aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no será capaz de transitar con seguridad dentro del bosque de su propia vida, sin ser devorada. Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de "Barba Azul". Se casan siendo aún ingenuas en cuanto a los depredadores, y eligen a alguien que resulta ser destructivo para sus vidas. Están decididas a “curarlo” con amor. Aunque podría ser la pareja misma de la mujer quien la denigra y desmantela su vida, coincide con el depredador innato dentro de su propio psique. Mientras la mujer sea forzada a creer que no tiene poder, y/o sea entrenada a no registrar conscientemente lo que ella sabe que es verdad, los impulsos y dones femeninos de su psique seguirán siendo asesinados. La llave es tanto el permiso como la aprobación de conocer los secretos más profundos y oscuros de la psique, en este caso ese algo que negligentemente denigra y destruye el potencial de una mujer.

Plantear la pregunta apropiada es la acción central de la transformación —en los cuentos de hadas, en el análisis y en la individuación– Las preguntas son las llaves que hacen que las puertas secretas del psique se abran de par en par: ¿En dónde piensas que está esa puerta, y qué podría haber del otro lado?¿Qué hay detrás de lo visible?¿Qué cosa no es como parece? ¿Qué parte de mí ha sido asesinada o yace muriendo? Desactivar al depredador interno pasa por convertimos en creadoras y lidiar con la rabia del depredador. La rabia no transformada puede convertirse en un mantra constante acerca de cuánto fuimos oprimidas, heridas y torturadas. Clarisa Pínkola Estés nos propone liberarnos a nosotras mismas de la ilusión de que el presente es una repetición exacta y calculada del pasado. Para sanar verdaderamente, debemos decir nuestra verdad y no sólo nuestro pesar y dolor, sino también qué daño fue causado, qué rabia, qué disgusto, y también qué deseo de autocastigo o venganza fue evocado en nosotras. Es preciso también aprender a proteger nuestro territorio, y marcar muy claramente los límites. Si una mujer tiene el instinto herido, a menudo tiene problemas para reconocer la intrusión o el abuso; se tarda en notar las violaciones de territorio y no registra su propia rabia hasta que la devora, en general, con diversas somatizaciones. El instinto herido debe ser corregido mediante la práctica en hacer valer límites fuertes, y ofrecer respuestas firmes.

La rabia es una de las maneras innatas de comenzar a empoderanos, crear y preservar los equilibrios que consideramos importantes. La rabia es en ocasiones el último paso en la jerarquía de llamar la atención. Cuando hay hucha rabia atascada, existe una salida, y es a través del perdón. Puedes elegir entre muchas maneras de perdonar: por ahora, perdonar hasta entonces, perdonar hasta la siguiente vez, perdonar pero no dar más oportunidades, puedes dar una oportunidad más, dar oportunidad sólo en caso de…Puedes perdonar parte, o todo, o la mitad de la ofensa… Tú decides cómo atravesar y cuándo por las cuatro Etapas del Perdón: 

  1. Desistir – Dejarlo en paz, no para pasarlo por alto, sino para volverse ágil y fuerte a fin de desapegarse de la situación. 
  2. Resistir – Abstenerse de castigar. Tener paciencia, afrontar, canalizar las emociones. Practicar la generosidad.
  3. Olvidar – Apartarse del recuerdo, rehusarse a permanecer en el asunto. Olvidar es un empeño activo, no pasivo. El olvido consciente significa abandonar voluntariamente la práctica de obsesionarse, tomar distancia y perderlo de vista intencionalmente, sin mirar atrás, viviendo así en un nuevo paisaje, creando una nueva vida y nuevas experiencias en que pensar en lugar de las antiguas.
  4. Perdonar – Abandonar la deuda. Es una decisión consciente de dejar de albergar resentimientos, lo cual incluye renunciar a la determinación de desquitarse.

–“Aunque el exilio no es algo que se desee por diversión, hay una ganancia inesperada en él: son muchos los regalos del exilio. Saca la debilidad a golpes, hace desaparecer los plañidos, habilita la percepción interna aguda, acrecienta la intuición, otorga el poder de la observación penetrante…”. Clarisa Pínkola Estés, nos recuerda que a veces es preciso alejarse para reencontrarse. El exilio, entendido también como el acto de dejar atrás lo que nos es conocido para afrontar la propia soledad, la incertidumbre y hasta lo extraño, nos habilita también en nuevas capacidades, en habilidades como la introspección, la seguridad personal, la observación, la receptividad… Es difícil reconocer nuestra condición a veces de exiliadas, hasta que nos volvemos como la mujer foca en su aflicción: se nos desprende la piel, cojeamos, perdemos jugo, perdemos la vista. Así pues, es un regalo de la inmensa vitalidad del psique que en lo profundo del inconsciente haya alguien que llama, un ser muy antiguo que sale a la superficie de nuestra consciencia y comienza a llamarnos incesantemente para que regresemos a nuestra verdadera naturaleza. Hogar es una sensación o estado de ánimo sostenido que nos permite experimentar sentimientos que no necesariamente están sustentados en el mundo mundano: asombro, visión, paz, liberación de las preocupaciones, liberación de las exigencias, liberación del constante parloteo. Hogar es la vida instintiva primitiva donde todo es como debe ser, donde todos los ruidos suenan bien, y la luz es buena, y los olores nos hacen sentir más calmados en lugar de alarmarnos. El recuerdo de ese mundo es un faro que nos guía hacia lo que pertenecemos, y para el resto de nuestras vidas. La necesidad de pertenencia nos guía a encontrar la manada.

–“Nuestra hambre secreta por ser amadas no es hermosa. Nuestro desuso y mal uso del amor no es hermoso. Nuestra falta de lealtad y devoción es poco amorosa, nuestro estado de separación del alma es feo, son verrugas psicológicas, insuficiencias y fantasías infantiles”. No existen los “debería” en los cuerpos. ¿Sientes este cuerpo que eres? ¿Tienes una conexión apropiada con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje? ¿Tienes felicidad, alegría? ¿Puedes a tu manera propia moverse, bailar, perezosear, oscilar, seducir, embestir? Nada más importa. En muchas frases del libro Mujeres que corren con los lobos se busca comparar el comportamiento femenino con él de las lobas. Así, hay un hecho que se evidencia una y otra vez y es que las mujeres de hoy en día nos hemos separado de nuestra versión salvaje, de esa esencia instintiva donde la loba sabe bien quién es, se reconoce y se sabe fuerte, libre y valiosa. Los efectos de no amarnos a nosotras mismas son devastadores. El acto de vivir de cara a la galería, a ese exterior donde intentar ajustarnos a un modelo de mujer siempre artificial, homogénea y supeditada a los demás, nos aboca a la infelicidad.

–“El amor en su forma más plena es una serie de muertes y renacimientos. Soltamos una fase, un aspecto del amor, y entramos en otra fase. La pasión muere y es traída de regreso”. El auténtico amor es la única fuerza que jamás se extingue o se apaga para siempre. Es una entidad transformadora que se extiende, que nos permite madurar, que muere y renace, que a veces nos quita la vida y más tarde, nos la devuelve. Algo así lo vemos a diario, en nuestras relaciones de pareja, ahí donde la pasión da paso a la intimidad y al compromiso más maduro, ahí donde en ocasiones, tras una ruptura, surge un amor renovado y más intenso… Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan, que realmente las conozcan, ellas tienen que enseñarles algo del conocimiento profundo. Algunas mujeres dicen que están cansadas, que ya han hecho demasiado en esta área. La autora sugiere que han estado tratando de enseñarle a un hombre a quien no le interesa aprender. La mayoría de los hombres quieren saber, quieren aprender. Cuando los hombres muestran esa voluntad, entonces es el momento de revelar cosas: no sólo porque sí, sino porque otra alma lo ha pedido.

–“La mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo otra vez está en el fondo. En ese sentido, tocar fondo, aunque extremadamente doloroso, es también el terreno de siembra”. Las personas tenemos un miedo atroz a tocar fondo. ¿Puede haber algo peor? Es llegar al límite de nuestras fuerzas, es perderlo todo, hasta la esperanza. Sin embargo ¿qué más podemos perder cuando lo hemos perdido todo? En ese momento, surge algo nuevo, algo mágico incluso. Nos quitamos nuestras pieles, nuestros artificios y pesos muertos para ascender, para crecer mucho más fuertes… Tocar fondo es el resultado de perder el enfoque que significa perder energía. La Mujer Salvaje dice que es una necesidad darse tiempo para recuperarse. Si has perdido tu enfoque, simplemente siéntate y quédate quieta. La Mujer Salvaje espera que el animus se fatigue de manera regular. Ella no se escandaliza cuando caemos por su puerta. Está preparada. No correrá hacia nosotras en pánico. Simplemente nos levantará y nos abrazará hasta que recuperemos de nuevo nuestro poder. Una manera poderosa de renovar o fortalecer una intención o acción que se ha fatigado es deshacernos de algunas ideas y enfocarnos. Enfocarse es usar todos nuestros sentidos, incluyendo la intuición y recuperando una sexualidad sagrada. El calor de una mujer no es un estado de excitación sexual sino un estado de intensa consciencia sensorial que incluye, pero no se limita a, su sexualidad. La risa por ejemplo, es sanadora. Cuando leí este libro la autora me permitió conocer a Baubo, una diosa “menor” que cuenta las denominadas historias de la entrepierna. Que trae el humor, el cuerpo grotesco, la irreverencia. Todo un descubrimiento para mí. Cuando la risa ayuda sin causar daño, cuando la risa aligera, vuelve a alinear, vuelve a ordenar, reafirma el poder y la fuerza, ésta es la risa que genera salud. Cuando la risa hace a las personas sentirse felices por estar vivas, contentas de estar aquí, más conscientes del amor, intensificadas en el eros, cuando les quita la tristeza y las arranca de la rabia, eso es sagrado.- “Si vivimos como respiramos, tomando y soltando, no podremos equivocarnos” Esta frase simboliza ni más ni menos que el ciclo de la vida: tomar, aprender, dejar ir, aceptar, avanzar… Ese camino es el que deberíamos asumir, algo sencillo y acorde a su vez con el discurrir de la naturaleza que todos deberíamos integrar en nuestro día a día.

Para concluir, estas reflexiones sobre el libro Mujeres que corren con los lobos son sólo una pequeñísima muestra de ese denso legado de conocimientos, cuentos y saberes ancestrales que siempre apetece retomar, que siempre nos enseña cosas nuevas y valiosas con las que seguir creciendo, encontrándonos con nuestra mujer salvaje…

Virginia Imaz

Artículo publicado en el Boletín n.º 66 de AEDA – ¡Que viene el lobo!