gallego

La voz materna es la primera que reconoce un bebé al salir al mundo. Ahí se enciende la chispa de nuestra historia propia y singular, como comunidad cultural, marcada por la cuestión de género que nos ha tocado.

Entendemos esa voz, la lengua materna, como elemento troncal de nuestras vidas. 

La voz de la mujer referente en los cuidados, el trabajo, el sustento de la casa, nexo de la familia y la comunidad, identificada con la tierra, con la memoria y con la fortaleza. Son esas mujeres, pilares indispensables de nuestra cultura viva, referentes de la palabra hablada, la cantada y la no pronunciada.

En las artes de la música y del baile hallaron una libertad que no conocían, y rompieron con todo, creando códigos retóricos, dejándose ir en la creación artística hacia la libertad, en un mundo regentado por el clericalismo y el patriarcado más acérrimo. Estuvo su lucha enraizada en la música y el baile; fueron ellas las tocadoras y cantadoras de lo prohibido, y se convirtieron en las máximas representantes de la conocida frase de Emma Goldman: “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.

El arma clave en esta lucha fue la experimentación y el uso de la alegría para paliar todo lo que tenían que sobrellevar a sus espaldas. 

A la mujer tocadora, pobre y con un instrumento de pobres en la mano, le bastaba un parche con cuatro ferreñas y su voz para darle la vuelta al sistema, para contar lo prohibido y para transmitir lo que en el día a día no se le permitía.

Hace tiempo de todo esto, la cadena transmisora se había roto décadas atrás e hizo falta mucho tiempo para unirla de nuevo y descubrirnos en nuestra propia identidad de género y de país. La memoria que compartimos, histórica, cultural, y más en concreto literaria, nos ha enseñado a entender de dónde venimos y qué pintamos aquí, nos ha enseñado cuáles son las luchas y cómo resistir sin perder la alegría.

De aquellas mujeres nació Bouba, con esa esencia, y en nuestra voz, y en nuestro nombre se recoge lo que somos: mujeres libres, rebeldes, con ganas de pasarlo bien y de decir cosas a este mundo globalizado que nos quiere difuminar en esa masa social monocolor. Somos cuatro mujeres fuertes porque estamos juntas y cantamos acerca de lo que somos y de lo que queremos.

Mantenemos una perspectiva “glocal”, partiendo de lo pequeño y lo fuerte, para resistir a un mundo voraz que arrasa con identidades y con todo lo que no se adapte al sistema. Concebimos desde el primer momento nuestra música y nuestra voz como una de las armas más potentes en todas las esferas de activismo en las que participamos, igual que hicieron ellas, porque ha cambiado el contexto pero no las luchas. Utilizamos nuestra música y la literatura popular, la de siempre, como arma contra el cosmopolitismo absurdo y los anhelos de anulación de pueblos enteros mediante el exterminio de sus alientos y alegrías.

Las Bouba, mujeres de un territorio pequeño e irreductible, cultivamos la lírica para resistir, la literatura oral y la retórica se tornan en nosotras la herramienta intumbable, o así lo sentimos. Y mientras compartamos el idioma, un acervo cultural común, la historia heredada en clave de género y lucha, y una perspectiva del mundo que parte de la diversidad, del respeto a los pueblos y de la autoestima en sumo grado, tendremos alegría y necesidad de seguir con el pie en la tierra y pisando los palcos del mundo.

Así grabamos nuestro disco Vinculeiras, sintiéndonos herederas directas de nuestras abuelas, y así vivimos cada concierto que damos, teniendo presente la infinita cadena que nos une, y que estiraremos para las que vengan siguiendo nuestros pasos.

Festa a nosa e terra a presas!

Bouba
Bouba son María da Pontragha, Carmen da Pontragha, Maca do Piñeiro y Olga de Che.
Más información sobre Pandereteiras Bouba en Facebook y en YouTube.

 

Este artículo se publicó en el Boletín n.º 71 – El arte en femenino como arma de resistencia