Hoy todas somos mujeres que a través del humor y el amor recuperamos la dignidad y la alegría de vivir.

Desde hace más de 25 años en Payasos sin Fronteras y a raíz de la guerra de los Balcanes, andamos haciendo proyectos para llegar a la población refugiada y llevar briznas de esperanza y buen humor con nuestras armas de payaso.

Normalmente nuestros proyectos consisten en la representación de espectáculos y también, en algunos casos, se complementa con algunos talleres. Este fue el caso del proyecto La Comicidad como instrumento de refuerzo colectivo: apoyo a la población refugiada iraquí y palestina; consistía en espectáculos de payasos/as para niños y niñas y sus comunidades y en talleres basados en el clown y juegos (entre ellos talleres enfocados en comunicación y expresión corporal, autoconfianza, juegos y animación infantil para mujeres que sufrieron los conflictos bélicos y algunas también graves maltratos). Muchas de las mujeres trabajaban como voluntarias para sus comunidades.

El proyecto se empezó en Siria en 2007 y por impedimentos del gobierno sirio, se tuvo que continuar en Jordania 2010 y en 2102 por las delicadas circunstancias políticas se cortó, con un bagaje de doce expediciones a cargo de mujeres payasas.

El balance era muy positivo, mediante los talleres se crearon espacios íntimos y cercanos de escucha y empoderamiento individual y colectivo y de conexión entre las mujeres participantes y entre ellas y las payasas. Pudimos recoger de las talleristas comentarios como estos:

Me sentí desconectada, relajada, despreocupada, confiada...

Ayer jugué durante dos horas con mis hijos con ejercicios y juegos que hemos hecho en el taller.

Me he sentido en otro mundo, flotando, volando...

He sido periodista durante 5 años en Bagdad, he visto todo lo de la guerra y me quedaron las imágenes grabadas en mi mente. Con estas sesiones he podido reírme y hacer desaparecer un poco esas imágenes que no me dejan tranquila.

Aprendí sobre la niña que llevo dentro; lo he expresado, he vuelto a conectar con la inocencia.

Seguramente llegamos más lejos de lo que pensábamos...

Fuimos conscientes de la aportación que podíamos hacer las mujeres payasas a las mujeres refugiadas y concretamente a todas aquellas que habían sufrido violencia de género, y de la inyección de energía positiva y empoderamiento que las dinámicas de las payasas ejercían sobre las mujeres maltratadas. La intervención de las payasas ejercía un efecto muy positivo en su capacidad de resiliencia.

Unos cuantos años más tarde, en 2017, surgió en Líbano la posibilidad de recuperar este proyecto con la mujer como objetivo. Una de las zonas en la que llevamos años trabajando, por la cantidad de refugiados que acoge, es el Líbano. Aproximadamente uno de cada cuatro habitantes del Líbano, es refugiado. Y fue a partir de estos proyectos continuados que tuvimos una propuesta por parte de ABAAD (Centro de Recursos para la Igualdad de Género) de realizar un proyecto de Mujeres para mujeres.

ABADD es una organización libanesa que tiene como objetivo lograr la igualdad de género como una condición esencial para el desarrollo social y económico sostenible y que aboga por el desarrollo y la implementación de políticas y leyes que mejoren la participación efectiva de las mujeres, a favor de un cambio tangible en la justicia de género.

Con el propósito de poner fin a la violencia de género, ABAAD adopta un enfoque de atención integral para brindar protección y servicios de apoyo a los sobrevivientes. Propone actividades a las mujeres de los campos de refugiados, la mayoría sirias y palestinas y tiene también refugios para proteger y rehabilitar a mujeres que han sufrido abusos y violencia de género y que no están en condiciones de vivir en sus hábitats, ya sea por razones de seguridad o por razones de salud anímica. A menudo las rescatan de sus propias familias.

Estos refugios son lugares secretos cuya ubicación sólo conoce la gente de la organización donde estas mujeres que han sufrido experiencias terribles, permanecen algunos meses hasta que se recuperan psicológicamente y pueden retomar el control de su vida. Allí viven, secretamente escondidas, sin poder salir, algunas con sus niños y niñas, todos juntos/as, la mayoría muy jóvenes.

Como payasa, cuando te plantean una propuesta de este tipo, de repente se te plantean dudas, ¿estaré a la altura para alcanzar las expectativas del proyecto?, ¿adónde iremos?, ¿con quién nos encontraremos?, ¿nos entenderán?, ¿las entenderemos?, ¿seré capaz de aportar los ingredientes necesarios para superar este reto satisfactoriamente? y otras muchas preguntas que te aparecen en la mente.

Todas las preguntas se desvanecen cuando entramos en acción...

Sólo para empezar, recibir la visita de unas mujeres que llegan de lejos para jugar y compartir ya es para ellas un motivo de emoción. La bocanada de aire fresco y la ruptura de monotonía que supone nuestra llegada es una explosión de afectividad, a veces contenida y a veces manifiesta.

Es difícil de explicar las emociones e impactos que recibimos cuando llegamos, pero la consigna está clara para nosotras: somos mujeres como vosotras, venimos a jugar y sois capaces de dar y recibir amor y os queremos poderosas, ¡sois capaces de salir del hoyo!

Somos cuatro payasas, nuestra propuesta consiste en hacer un espectáculo intimista con nuestros personajes y que sirve como carta de presentación. Las reticencias de nuestro público poco a poco van desapareciendo. La payasa se manifiesta libre, ríe, llora, hace tonterías... La payasa tiene la poderosa magia de conquistar y conectar con la audiencia. Así entramos en su mundo y a partir de aquí, una vez se ha roto el hielo, podemos proponer ejercicios, a modo de juego, de motricidad, teatralidad, de baile y música... que nos permiten una relación directa de mujer a mujer.

Descubrimos muchas ganas de que pasen cosas extraordinarias. Encuentros eléctricos donde las cosas superficiales no se entienden, pero el fondo sí. Comunicación de miradas, de sonidos, de bailes y de abrazos.

No somos el primer equipo que llegamos ni el último y ¡el proyecto continúa!

Somos mujeres en pro de las mujeres, conscientes que queda mucho por hacer y conscientes también que nuestro granito de arena se multiplica incontroladamente, con unos efectos que sólo quien participa es capaz de valorar.

Sirvan estos comentarios de compañeras payasas para ilustrar un poco más este proyecto difícil de describir con palabras:

Nuestro trabajo es una fortuna, un privilegio, una llave a lugares que de otra manera serían inaccesibles. Nos permite dar vuelta las realidades por un momento, besar los pies de los que están más abajo y robarle la silla a los que están más arriba, invertir las jerarquías. Besar y abrazar a gente que recién vemos como si nos conociéramos de toda la vida. Hay muchas cosas injustas e incomprensibles en el Líbano pero en el momento del encuentro entre mujeres, niñas y niños, ¡Sentí justicia! 

Jimena Cavalletti

Ellas tienen tanta fuerza, que me traen al presente.

Tienen unas risas tan generosas frente a su dolor, que me dan ganas de ya no tenerle miedo a nada.

Tienen una picardía encantadora tanto en sus ojos como en sus caderas, que me cautivan y me hacen olvidar. Tienen una confianza tan directa con nosotras, que mis brazos aprenden a abrirse.

 Fanny Giraud

Dicen y cuentan que allá por las tierras libanesas, cuatro payasas llevaron luz, amor y risas a las mujeres, niñas, adolescentes, adultas y ancianas.  La emoción surgió de sus corazones a compartirse y disfrutarse juntas.  Les llevaron magia, canciones, bailes y fiesta «hafle, hafle, hafle» dando luz y color a la tristeza de su cotidiano. Y las payasas recibieron sus risas, sus cantos, sus abrazos y sus bailes. Tras terminar el espectáculo, se daban encuentros mágicos entre estas mujeres, una niña les enseñó a bailar, una mujer compartió sus cantos árabes, sus miradas emocionadas hacían saltar chispas en sus corazones y sus palabras de agradecimiento abrazaban sus almas payasas...

Rosi Cózar

Me indigna saber que en este país, hace tan sólo dos años, todavía se podía matar a las mujeres por haber «roto» el honor familiar. Que ELLAS no deciden apenas nada, que, ya seas Chiita, Sunita, Maronita... no puedes irte de casa si no te casas. O sea, pasas de ser hija, a ser esposa. Y ¿dónde queda el ser mujer? Sólo mujer...

Me emociona estar aquí, y actuar para todas ELLAS, que seguro que hay muchas que hacía mucho tiempo que no se reían, y estoy convencida que no habían visto nunca a una payasa, por lo menos en directo. Orgullosa de Payasos Sin Fronteras porque, con nuestras actuaciones, les mostramos otro tipo de vida, ven otras realidades posibles. Cómo dijo una de las adolescentes: «Me habéis dado la posibilidad de ver que puedo dedicarme a esto en un futuro». 

Pero también, cada día más consciente del trabajo que nos queda, de que es verdad que las mujeres, en el mundo, somos «el segundo sexo». Quizás estaría bien empezar a pensar en «El país de las mujeres», allí nos encontraríamos de nuevo...

Marta Sitjà

Antes de volver a casa nos despiden en la oficina de ABAAD con esta frase: «Gracias por transformar nuestro sufrimiento en alegría».

¡Qué regalazo!

 

Montserrat Trias
Más información: Cir Cric / Payasos sin Fronteras 

 

Este artículo se publicó en el Boletín n.º 71 – El arte en femenino como arma de resistencia