Me llamo Amor Prior y, para quien no me conozca, soy entre otras cosas narradora oral. El pasado uno de agosto lancé junto a la productora audiovisual "Yo te hago el vídeo" un proyecto ilusionante, llevar a vídeo, en formato serie, mi espectáculo escénico "El sexo de Ana", pero cuando lo lanzamos nos dimos cuenta de que algo no marchaba bien, la visibilidad del contenido era muy baja.

El funcionamiento de las redes sociales es cada vez más complejo. Por eso, dejando al margen el interés que pudiera producir nuestro contenido en la audiencia, empezamos a investigar las posibles causas de este fenómeno. El alcance orgánico de estas plataformas en la actualidad ha descendido drásticamente con respecto al pasado. Lo que buscan las mismas es que publicites el contenido, es decir, que pagues. También intuimos que la palabra sexo, contenida en el título del proyecto, podría estar haciendo que los buscadores ocultaran el contenido y decidimos resignarnos y autocensurarnos por el bien del proyecto. 

El remate llegó cuando nos dispusimos a invertir unos pocos euros en nuestro proyecto, una vez alcanzado el capítulo cinco "El clítoris". Facebook se negó a publicitarlo alegando: “El anuncio no está en circulación porque es sexualmente provocativo o resulta demasiado sugerente”. Nunca me habían dicho algo tan bonito, pero lo que yo quería no eran piropos, era visibilidad. Así que me afané en descubrir qué era lo que le parecía tan mal a la red estadounidense.

Pues bien, todo el problema residía únicamente en la palabra clítoris. Nadie había revisado el contenido del vídeo. Lo que censuraban era el nombre de un órgano. Eso sí, no de un órgano cualquiera, sino de un órgano sexual exclusivamente femenino y cuya única función es la de dar placer. Justamente en ese capítulo lo que se critica es la educación sexual española a principio de la década de los noventa, contando la anécdota de que en el libro de texto de la protagonista no aparecía el clítoris. 

Parece ser, que en el año 2019, casi tres décadas después, la palabra clítoris sigue siendo tabú en una red social para mayores de edad, mientras que la palabra pene, el símil en masculino más cercano a clítoris que encontré, no les ocasiona ningún contratiempo como pude comprobar al realizar la misma publicación a excepción de cambiar la palabra pene por clítoris. Por no hablar de otros contenidos de carácter violento que asaltan nuestras retinas sin previo aviso cuando estamos navegando por la red. A día de hoy no se conocen con transparencia los criterios de censura de Facebook pero parece que caen continuamente en contradicciones. Finalmente, Facebook rectificó y publicó el contenido cuando alegué que era un espectáculo escénico. Parece ser que el vídeo fue revisado por un humano que le dio el visto bueno. Todo esto no dejan de ser conjeturas con la poca información que manejamos.

Precisamente yo creé "El sexo de Ana" para nombrar lo que hasta entonces no había sido nombrado, o no lo suficiente, o no de la manera que yo quería escucharlo. Yo quería hablar de la sexualidad femenina desde una visión de mujer pues considero que nuestra sexualidad ha sido silenciada y secuestrada por el patriarcado. Una mujer no puede hablar de su cuerpo con naturalidad, inocencia y gracia pero sí pueden saturarnos con imágenes donde se nos cosifica y aparecemos en actitud sumisa con total impunidad. 

He de reconocer que, aunque como artista siempre he tratado de ser una libre pensadora para poder ser una libre creadora, cuando después de tantos esfuerzos por sacar adelante el proyecto me encontré con el obstáculo de que uno de los pocos medios que tengo a mi alcance para dar a conocer mi obra me vetaba me desanimé y pensé en autocensurarme, pero una vez recobrada la calma me di cuenta de que el algoritmo es una máquina. ¡Facebook es una máquina! Y eso puede ser una mala o una buena noticia para nosotros, humanos. 

Las máquinas no comprende los múltiples y complejos significados del arte. Por suerte, nosotros somos humanos y sabemos que la censura está para ser esquivada y así lo hemos demostrado en numerosas ocasiones en el pasado. Por eso, mi decisión es la de seguir cultivando mi espíritu crítico sin miedo. Yo voy a seguir contando las historias que nazcan de mi ser libre y generoso, conectando con mi tiempo y con sus necesidades, aunque no sea el camino más fácil. 

Amor Prior

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Este artículo se publicó en el Boletín n.º 74 de AEDA – Censura