30 de junio de 2014. Recién iniciada en esto de los cuentos, llegué a Ezcaray nerviosa, con mucho miedo e incertidumbre. Nada más entrar en el albergue, una persona de la organización me saludó por mi nombre, me abrazó y me dio la bienvenida. De esta forma aterricé en esta gran familia. Yo, que llegaba de puntillas, como pidiendo permiso para entrar, de repente me sentí abrazada, acogida. Me sentí en casa. Y desde entonces he caminado acompañada en esta senda que voy descubriendo a cada paso. Conocí un mundo lleno de personas generosas, implicadas, (pre)ocupadas por el oficio.

Siempre mencionamos que esta profesión es muy solitaria, que es necesario la supervisión y el contraste con otros profesionales. Y puede que haya otros formatos más apropiados para ello (un seguimiento, una tutoría, una dirección más personalizada, …). Pero no me cabe duda de que para crecer a nivel profesional y personal es igual de importante ese otro acompañamiento: el encuentro afectivo, el vernos, compartir vivencias, reconocer y compartir nuestra vulnerabilidad en los procesos de aprendizaje. Y esto, sin duda, nos lo ofrece la Escuela de Verano.

Supongo que cuando hace más de seis años AEDA vio la necesidad de plantear una formación en este formato, no sabía el recorrido que iba a tener. Y no sé la lectura y la valoración que se hace actualmente. Lo que sí sé es que la Escuela ha marcado mi camino profesional, y me aventuraría a decir que también ha marcado el camino de muchas personas que se han iniciado en el oficio estos últimos años.

Es una oportunidad casi única de formación con profesionales, a los que de otra manera sería casi imposible acceder: Matteo Belli, Alberto García, Candido Pazó, José Campanari, José Manuel Garzón, Karla Sepúlveda, Virginia Imaz, Manuel Légolas, Carmen Légolas, Eugenia Manzanera, Carles García, Charo Pita, Ana Griott, Pep Bruno, Estrella Ortiz, Pepito Mateo, Merche Ochoa, Magda Labarga, Ignasi Potrony, Carolina Rueda, Quico Cadaval, Paula Carballeira, Caterina Valriu, Rodorín, Celso Fernandez Sanmartín, Luis Correia Carmelo, Martha Escudero...

Al calor de estos grandes profesionales me han nacido cuentos. He adquirido una mirada diferente, una manera de respirar, situarme, imaginar, sentir, ver, caminar, escuchar, mostrarme. Una manera de ser en el escenario. He experimentado la grandeza de lo pequeño, la importancia de ser grande. La amplitud y el alcance de una sola palabra, de un gesto, de la no palabra, del silencio.

En mis cuentos hay una parte de ellos, de ellas, que con el tiempo ha ido haciéndose hueco. Recuerdo una frase de Alberto García, mi profesor en la primera Escuela: “Ahora, cuando lleguéis a casa, coged el cuaderno, guardadlo y no lo miréis hasta dentro de varios meses”. Y eso es justo lo que me pasa: la vivencia es tan intensa y abrumadora que suelo necesitar tiempo para aterrizar y colocar todo lo aprendido. Pero sé que está, sé que antes o después aparecerá.

Cada Escuela es diferente. Cada Escuela es única. La hacemos las personas que acudimos; las ausentes. La hacemos entre todas. La Escuela es la ilusión, la sorpresa y la ingenuidad de la recién iniciada. La experiencia, el saber hacer y el bagaje de quien lleva 20 años contando. A día de hoy me sigue sorprendiendo la generosidad y la humildad de personas que llevan tantos años contando y están dispuestas a formarse y a acompañar a quienes acaban de llegar. Es un camino compartido. Es el artífice de encuentros inesperados, de sorpresas hermosas, de sonrisas continuas, de abrazos eternos. Es testigo de pasiones románticas, platónicas, fantasiosas, carnales. De encuentros que no se volverán a repetir y de amistades para toda la vida.

Es la cita imprescindible de cada inicio de verano. Igual que el verano de nuestra infancia, lleno de risas, alegría, libertad, de ritos iniciáticos que en su día nos marcaron.

Es volver a casa.

Mi admiración y eterna gratitud a quienes a lo largo de estos seis años nos habéis cuidado y abrazado: Pep Bruno, Ines Bengoa, Manuel Castaño, Carles García Domingo, Charo Pita, Raquel Lopez, Eugenia Manzanera, Cristina Verbena, Mario Cosculluela, Elia García, Alberto Sebastián y Laura Escuela.

 

Dorleta Kortazar Alkoz

 

Artículo publicado en el Boletín n.º 76 – Jornada y Escuela AEDA. Un proyecto formativo en torno a la Narración Oral