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Hablar, narrar, imaginar… son tareas culturales y por lo mismo han sido también objeto de estudio de la antropología. A lo largo del tiempo numerosas investigaciones se han interesado, por ejemplo, por la relación entre mito y rito.

El mythos es un vocablo griego sin equivalente exacto en otras lenguas antiguas. Los latinos lo tradujeron por la palabra fábula, término que implica algo fantástico, inventado, pero no ausente de valor pedagógico y por tanto de validez, aunque ésta se oculte bajo la apariencia de mentira. Sin embargo el uso que le dio la cultura griega al término fue mucho más amplio, quedando concretado por el contexto en el cual se incluía. Por ejemplo, en los textos homéricos significó indistintamente: palabra, discurso, relato, narración, fábula o cuento.

M. Eliade revaloriza el mito, otorgándole el valor que le dieron las sociedades arcaicas, es decir, el mito es una «historia verdadera», de inapreciable valor, por su carácter sagrado, ejemplar y significativo. El mito orienta la vida de la comunidad y le permite comprender su condición humana. La creación es buena, la destrucción y el mal surgen de una falta. La responsabilidad de los seres humanos se halla comprometida, pues la falta puede ser reparada, salvándose de la destrucción. «Debemos hacer lo que los Dioses hicieron al principio» dice un texto indio Katapatha Bhamâna: «Así lo hicieron los Dioses, así lo hacen los hombres», añade Taittiriya Brahmâna.

Siguiendo a Eliade, el mito, cualquiera que sea su naturaleza, es siempre un precedente y un ejemplo, no sólo de las acciones (sagradas o profanas) del ser humano, sino además de su propia condición; más aún: es un precedente para las modalidades de lo real en general. El mito narra una historia sagrada, un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del Tiempo, ab initio. El mito cuenta cómo una realidad viene a la existencia gracias a las proezas de unos dioses o seres sobrenaturales. El que se trate de este tipo de seres equivale a decir que el mito revela un misterio. Son realidades sagradas. Los dioses y héroes sólo pueden realizar cosas relacionadas con lo sagrado. Por otro lado, al ocurrir al inicio del tiempo, cuando las cosas se manifiestan por primera vez, constituyen un relato fundacional de saberes y actitudes. Es un relato ejemplar.

De esta forma podemos ver que el mito desvela el vínculo entre lo humano y lo sagrado. El mito cumple una función magistral, convirtiéndose en un modelo para toda acción humana significativa: alimentación, sexualidad, trabajo, educación, etc. Ésta adquiere eficacia cuando repite la acción primordial. Por una parte, al imitar a los Dioses, el ser humano se mantiene en lo Sagrado y, por consiguiente, en la realidad. Conocer los mitos no es hacerse consciente de la regularidad de ciertos fenómenos cósmicos; es en primer lugar, conocer lo que ha sucedido en el mundo, lo que realmente ha sucedido, lo que las deidades y los héroes y heroinas civilizadores hicieron, sus obras o trabajos, aventuras y dramas. Es conocer una historia divina, que no obstante sigue siendo una historia, es decir, una serie de acontecimientos imprevisibles, aunque consistentes y significativos.

Esta repetición es también una experiencia transcendente, mediante la cual se cualifica el espacio y se rompe el tiempo profano, abriendo un vínculo con el tiempo primordial, que está repleto de energía de lo sagrado. Lo característico de esta vivencia es el hecho de que siempre supone una división bipartita del universo conocido y cognoscible en dos géneros que comprenden todo cuanto existe, pero que se excluyen mutuamente. Las cosas sagradas son aquellas protegidas y aisladas por las prohibiciones; las cosas profanas, aquellas a las que se aplican las prohibiciones y que deben permanecer a distancia de las primeras.

Y esto es expresado de forma grupalmente activa mediante el ritual que los mitos fundamentan. Según Malinowski, los mitos son el credo de los ritos, esto es, el conjunto de creencias -su codificación- que sustentan y conforman el ritual. Pero además, las creencias míticas poseen la función de explicar la regularidad del devenir, a la par que definen aquello que permanece y no cambia: la condición humana y su interacción con el medio.

La palabra rito proviene de una palabra indoeuropea arcaica. Como nombre (neutrius generis) esta palabra significa, como lo afirmó Grassmann: orden imperecedero, ley, verdad, derecho, santidad, acción sagrada, ofrenda, etc. El rito se expresa mediante gestos y palabras.

Para Ernst Cassirer, los mitos y ritos constituyen la "escuela" de la humanidad arcaica, tanto respecto de su iniciación en el orden, como de la actualización de su capacidad de concentración. Lo que el ser humano consigue con el ritual es la concentración máxima de sus esfuerzos. Si no se ejecuta en el orden debido y de acuerdo con las mismas reglas invariables, los efectos no son los deseados.

Según Ries, a través de los rituales (festivos, de celebración, sacrificiales, de iniciación, de consagración, etc.) el homo religiosus se incorpora a un tiempo primordial o a un acontecimiento arquetípico que le permiten «revivir» o actualizar las fuerzas primigenias sobrehumanas que fundaron el mundo, y por lo tanto conseguir regenerarlo. Todo ritual, por tanto, tiene un modelo divino, un arquetipo. Por el rito, lo profano queda suspendido. El acto ritual es una abolición del tiempo profano y la historia, para hacerse co-participe del momento primigenio, entrando en el tiempo del mito. Esto sólo ocurre cuando el ser humano es él mismo en el momento del ritual, con la conciencia de lo sagrado. El resto de la vida se pasa desprovisto de significación. Por eso mismo el ritual tiene que repetirse. En cada reactualización reencuentra la oportunidad de transfigurar su existencia y hacerla semejante al modelo divino. Los símbolos, mitos y ritos son la revelación de una situación humana límite, es decir, una situación en la que las personas tomamos conciencia de nuestro lugar en el universo.

Meslin considera cuatro tipos de acciones rituales: sacralización del espacio y el tiempo, rituales de iniciación y peregrinaciones. Los mitos fundamentan las prácticas de celebración religiosa (exaltación social y reafirmación cultural) que, a la vez, señalan las fechas de prácticamente todas las actividades (cinegética, pesquera, agraria o ganadera), de las cuales depende la subsistencia de la comunidad. Al narrar cómo han venido las cosas a la existencia, se les da una explicación y se responde indirectamente al ¿por qué ha venido a la existencia? Al referir cómo ha nacido se revela la irrupción de lo sagrado, causa última de toda existencia real. Toda la creación es obra divina, irrupción de lo sagrado que da nacimiento al mundo. Para que esto pueda ocurrir es necesario el exceso de potencia divina. El mito es, pues, la historia de lo acontecido in illo tempore, el relato de lo que los Dioses o los seres divinos hicieron al principio del Tiempo.

Narrar un mito consiste en proclamar lo que acaeció ab origine. Una vez «dicho», es decir, «revelado», el mito pasa a ser verdad arquetípica. De ahí la verdad del mito, que gracias a sus símbolos y su estructura se perfila como una narración simbólica a través de la cual intuir lo real. El mito es una narración con un mensaje denso. El mundo es y existe por la irrupción de lo sagrado.

Como se puede constatar, mitos y creencias mágico-religiosas confluyen en los rituales, y la relación entre mitos y práxis ritual es íntima y profunda. Según Durkheim, "en numerosas ocasiones, el rito no es otra cosa que el mito puesto en acción".Y es justamente en el rito donde se evidencia el carácter que posee de "escuela" de la comunidad: toda una serie de modelos de actitudes y comportamientos se encuentran presentes en las fiestas rituales, desde la educación del sentido del ritmo, coordinación y ejecución, hasta la autoexaltación del grupo social.

El mito tiene tres grandes finalidades: la primera es contar con una forma de entender al mundo y comprenderlo para poder vivir en él, no quedándose con la mera apariencia de caos sino formulando una explicación alternativa de la realidad; la segunda es recordar cuáles son los orígenes de la comunidad o las grandes enseñanzas que ha recibido y que nunca debe olvidar; la tercera es mostrar ejemplos espirituales y prácticos que se deben imitar para poder vivir en comunidad, no limitándose solamente a conocerlos ni entenderlos, sino llevándolos a la vida cotidiana; y cuarto, constituirse en un marco de referencia común para toda la comunidad, dando coherencia y unidad al grupo y su identidad cultural.

Ahora bien, el mito es mucho más que una historia común y corriente, porque se refiere a algo vital para la comunidad. Por tanto, es algo que se debe de recordar periódicamente. Y es para hacer esto que existe el rito. Un rito es más que una simple ceremonia o una fiesta, aunque posea elementos festivos, litúrgicos o incluso lúdicos: es la escenificación del mito, con todo el respeto y ceremonial que merece ésta historia ejemplar. En vez de hablar de la “escenificación” del mito, también se habla de la “representación”, “recreación”, “evocación” e incluso de su “actualización”.

El rito no se realiza en cualquier lugar: se lleva a cabo en un recinto sagrado, un sitio especialmente diseñado y construido para representar mitos. En el último caso, este lugar también puede ser profano, pero tras haber sido “consagrado” mediante una ceremonia o el acuerdo tácito de todos los involucrados. Lugares sagrados son templos, iglesias, salas de conciertos y teatros.El teatro es un derivado directo del rito: se trata de representar una historia, aunque en el teatro actual tal historia a menudo ya no sea mítica. Esto me recuerda que la mayoría de la gente que narramos, acostumbramos a dar inicio a nuestras sesiones, con ciertos rituales. Quizás para responder a esta necesidad ancestral, de sacralizar el espacio para predisponer a la salida del tiempo cotidiano. Porque como el mito ocurre en un tiempo primordial, la representación ritual debe ocurrir también en un tiempo sagrado. Esta modalidad de tiempo no tiene las mismas características que el tiempo cotidiano de nuestras vidas (tiempo profano), sino que se separa tajantemente del tiempo profano: ahí no importan las vicisitudes diarias, ni las preocupaciones mundanas, sino las grandes cuestiones de que trata el mito.

A través de la repetición ritual mediante la cual se resignifica el espacio y se rompe el tiempo profano, se abre un vínculo con el tiempo primordial, que está repleto de energía de lo sagrado. A mi manera de ver narrar de viva voz participa también de una salida del tiempo cotidiano para entrar en un «tiempo privilegiado». Esta restauración del tiempo mítico es resultado de todo rito y de toda ceremonia ritual. Mediante la experiencia de lo sagrado, todo tiempo profano es susceptible de convertirse en tiempo sagrado; en todo momento la duración puede ser transmutada en eternidad. El tiempo profano es lineal. Se agota en la medida que sucede. Pasado, presente y futuro, nacimiento y muerte. En cambio el tiempo sagrado es circular, indefinidamente recuperable y repetible, es un tiempo que no se agota. Es un eterno presente mítico que se actualiza periódicamente mediante los ritos. Como bien plantea M. Eliade, en las sociedades modernas hay una tendencia a la repetición desacralizada de los rituales y liturgias religiosas. De esta forma, éstos se desvirtúan, perdiendo su contenido religioso.

Son comportamientos rituales aquellos que poseen una intención religiosa, en el sentido primigenio del término, de re-ligar a la comunidad con una realidad trascendente.

Como afirma Van del Leeuw : “el mito es la declaración repetida de un acontecimiento poderoso; luego, la declaración equivale a la repetición; es una celebración en palabras”.

¿Y qué es la narración oral sino una celebración permanente de la palabra? Entiendo que las investigaciones antropológicas sobre mito y ritual pueden ayudarnos a mirar de otra manera nuestra práctica narrativa: ¿Dónde narramos? ¿Desde qué posición?¿Son los cuentos que contamos rituales de tránsito, mitos de orientación, historias de una primera vez, peregrinaciones iniciáticas? ¿Hay elementos lúdicos, festivos? ¿Hay ritmo, misterio, rituales de inicio o de final? Las personas que participan, ¿se marchan como llegaron o han vivido una experiencia transformadora, un tiempo significativo?

Creo que los seres humanos somos bichos fabuladores. Necesitamos contarnos el mundo y contarnos al mundo. No me cabe duda de que comprender la esencia del mito y del ritual y su vínculos, puede ayudarnos a mejorar nuestra manera de narrar.

Virginia Imaz

Este artículo forma parte del Boletín n.º 79 - Antropología y narración oral

BIBLIOGRAFÍA

Cassirer, Ernst. Antropología filosófica, Ed. Fondo de Cultura Económica. México 1967.

 Émile Durkheim: Las formas elementales de la vida religiosa, Ed. Alianza, Madrid 1993.

 Gadamer, Hans: George Mito y razón, Ed. Paidós, Barcelona 1997.

 Jensen, E: Mito y culto entre pueblos primitivos, Ed. F.C.E., México 1966,

Eliade, Mircea: Mito y Realidad. Ed. Labor. Barcelona. 1991.

 Malinowski, Bronislaw : "El mito en la psicología primitiva", en Magia, ciencia, religión, Ed. Ariel, Barcelona 1994.

Vernant, Jean Pierre : Mito y sociedad en la Grecia antigua. Ed. Siglo XXI de España. Madrid 2009