Cuando hablamos de literatura oral, y del trabajo de campo que tantos investigadores, y con tanto esfuerzo, acometen para recolectarla, en el mundo hispánico y en todas partes, se impone hablar de etnografía. La etnografía es la disciplina que se encarga de registrar informaciones orales (o escritas, o visuales, o audiovisuales) producidas y transmitidas en el seno de una cultura específica; en tanto que la antropología es la disciplina, mucho más compleja, que se encarga de interpretar esas informaciones en el marco de las ideas, los rituales y los usos sociales en que son desarrolladas.
En el mundo hispánico contamos ya con una bibliografía muy abundante de recolecciones de literatura oral hechas en escala etnográfica y plasmadas en formatos escritos tradicionales como el libro, o en soportes escritos de generación más avanzada, como las páginas de internet que se hacen para ser leídas. Hay también una apreciable producción de estudios y ensayos que abordan la literatura oral desde el punto de vista de la filología comparatista, y también desde la antropología que se interesa por las voces de la gente en relación con las condiciones de su entorno; y no faltan los acercamientos etnomusicológicos, los etnohistóricos, los sociológicos, los socio-políticos, y los de otros sesgos. Pero la base de todo el edificio es la que proporciona la recolección etnográfica y la edición literal o audiovisual de los materiales. Sin ese cimiento primordial, sin esa etnografía de base, no hay edificio que valga, ni filología ni antropología ni etnomusicología ni etnohistoria ni sociología que puedan prosperar.
Puede que la mayor novedad que nos han deparado los últimos años en el campo de las labores de recuperación del patrimonio oral sea la puesta a punto de internet como repositorio dúctil, abierto, accesible, de posibilidades tan inabarcables que muchas no han ingresado siquiera, todavía, en nuestros sueños. Gracias a la revolución audiovisual, informática e internáutica, pues todas se hallan conectadas, han podido hacerse realidad, en los últimos años, instrumentos tan poderosos como el colosal Corpus de literatura oral (CLO) que el profesor David Mañero dirige en la Universidad de Jaén; o como el Laboratorio Nacional de Materiales Orales (LANMO) que los profesores Berenice Granados y Santiago Cortés coordinan en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (Unidad Morelia) de la UNAM de México; o como los fondos importantísimos (escritos, iconográficos, audiovisuales) que la Fundación Joaquín Díaz de Urueña, en Valladolid, ha puesto al alcance de todos; o como RondCat, la base de datos de cuentos folclóricos catalanes de la Universidad Rovira y Virgili (URV) y del Centro de Promoción de la Cultura Popular y Tradicional Catalana (CPCPTC) de la Generalitat de Cataluña, que fue creada por los profesores Carme Oriol y Josep M. Pujol; o como el portal Piedras sagradas. Sacra saxa. Creencias y ritos en peñas sagradas que con increíble refinamiento conceptual y tecnológico desarrolla un nutrido equipo de investigadores y programadores del Instituto de Estudios Altoaragoneses de la Diputación de Huesca; o como la impresionante colección de libros-disco “Chave Mestra” que publica aCentral Folque. Centro Galego de Música Popular que dirige Ramon Pinheiro Almuinha; o como el no menos sensacional portal Galicia Encantada que impulsa el etnógrafo Antonio Reigosa. Eso por citar unos pocos de los empeños que han ido sumándose al esfuerzo común gigantesco de recuperar el frágil patrimonio de nuestra cultura oral y tradicional utilizando los instrumentos técnicos que nos brinda el tiempo en que vivimos.
Logros como esos corren hoy en paralelo con la generación, que no ha cesado, de un gran número de libros en que se ven reflejadas tradiciones orales muy dispares: son tantos, y bastantes de ellos de tanta excelencia, que he de renunciar a hacer aquí una selección amplia de títulos favoritos, para no incurrir en injusticias ni agravios; solo osaré romper ese propósito mencionando los excepcionales Atlas etnográficos de Vasconia que sacan adelante los Grupos Etniker Euskalerria y el Departamento de Etnografía del Instituto Labayru Fundazioa, porque opino que se hallan en la vanguardia de lo mejor que se hace en el mundo; así como La música tradicional en Icod de los Trigos: tiempos de juegos, rezos y entretenimientos, una recolección canaria gigantesca, editada en dos libros y un cedé sensacionales, que nació como avanzadilla de un proyecto mucho más ambicioso que lleva a cabo la Asociación Cultural Los Alzados, bajo el impulso de Carmen Nieves Luis García.
Convive la publicación de nuevos libros con la creación de nuevas y muy relevantes instituciones, como la Cátedra Archivo de la Tradición Oral de Asturias establecida en la Universidad de Oviedo, que se alimenta de los materiales folclóricos de valor inapreciable que fueron registrados en las tres últimas décadas por el investigador Jesús Suárez López.
El que los avances sigan produciéndose en frentes tan diversos, y el que los proyectos y nombres que han salido a esta palestra no sean sino una parte mínima de los que podrían haber sido convocados, son señales que incitan al optimismo. Pero no, desde luego, al conformismo: las tradiciones orales vivas en el mundo hispánico se agotan, y los medios puestos al servicio de su recuperación y estudio (primero desde la etnografía y, en un plano más complejo, desde las demás disciplinas que cité), aunque no pueda discutirse que ganan cada día en calidad, siguen siendo muy insuficientes en cantidad, en medios, en impulsores. Quedan demasiados huecos y lagunas por cubrir y por ampliar y perfeccionar, y hacen falta muchos más recursos, apoyos y compromisos, y muchos más etnógrafos e investigadores de distintas especialidades, para lograr que quede por lo menos el registro o la memoria de nuestro glorioso y menguante patrimonio oral.
Jose Manuel Pedrosa
Este artículo forma parte del Boletín n.º 79- Antropología y narración oral.