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Me fascina el capítulo 14 de “El cuento de nunca acabar” de Carmen Martín Gaite:

14,
DON NICANOR TOCANDO EL TAMBOR.

En Salamanca, cuando llegaban las ferias de septiembre, aparecía indefectiblemente en el arco de la Plaza Mayor que da a la calle de Toro, el vendedor de los donnicanores, una de las más vivas fascinaciones de mi infancia.
Colgada del cuello mediante una correa, llevaba una bandeja grande de madera con reborde, y sobre ella se alineaba su uniforme y multicolor mercancía, que vendía a veinticinco céntimos la pieza: se trataba de unos toscos muñequitos de tela y alambre con cara de garbanzo pepón, un pito adosado a la espalda y delante un tambor. Estaban huecos, y por el borde inferior de ese hueco, que dejaban disimulado los faldellines de tarlatana rosa, azul o amarilla, asomaba un hilito conectado con los brazos de alambre y que, al ser accionado con la mano, los obligaba a repiquetear contra el tamborcillo delantero, armonizándose este tamborileo con los acordes del pito por el cual se soplaba simultáneamente para conseguir un conato más o menos logrado de melodía
El hombrecito de los donnicanores era un verdadero artista, y pronto me di cuenta de que aquel arte suyo -que a primera vista se diría tan fácil de imitar- no podía adquirirse por veinticinco céntimos. Había que colaborar con la marioneta para hacerla vivir.

 

He vuelto a él nuevamente con motivo del encargo de escribir algo sobre la narración con objetos, y me doy cuenta de que todo lo que podría decir sobre esto ya está dicho ahí con mayor precisión y, por supuesto, con mayor intensidad literaria. La niña Carmen escribe una redacción sobre el donnicanor despechada por no haber sabido hacerle vivir con tanta destreza y desenvoltura como la de aquel vendedor ambulante. Despechado yo, por no poder escribir de manera tan sencilla y poética, trataré de ofrecer algunas consideraciones para meditar sobre la narración con objetos siendo mi oficio de titiritero tan afín al hombrecito de los donnicanores.


Don Nicanor, fascinación, infancia, bandeja grande de madera con reborde, toscos muñequitos de tela y alambre, pito, accionado, repiquetear, armonizándose, artista, aquel arte suyo, marioneta. La sola retahíla de estos términos me evoca un inventario figurado de materias a superar para tenerlas presente en el momento de ofrecer a los otros algo más que la destreza mínima que se nos supone al subirnos a un escenario.

 Don Nicanor

Don Nicanor tocando el tambor.

Me gusta este nombre. Nombre del actuante y su acción. Solamente con su denominación ya tenemos el personaje y su tarea; y esa rima tan cercana en sonoridad a un pareado. Tenemos el quién, el qué y el cómo definido con ese gerundio del verbo. Una historia en sí misma como si de un cuento de nunca acabar se tratase: …yo no te digo ni que sí ni que no, yo sólo te digo don Nicanor tocando el tambor. Tan acertado por un lado y tan impreciso por otro; no sabemos a ciencia cierta si se trata de un juguete, un títere, un instrumento de música o una simple mercancía. Cuanto más me sugiere un objeto, más me interesa.

 

Fascinación.

“no es necesario explicar al niño nada; al niño es necesario hechizarlo” dice Marina Tsvietáieva. Algunas veces usamos dentro de la narración explicaciones que podrían ser necesarias pero que, en la mayoría de los casos, interfieren en la belleza que tiene por si solo el relato. Aun veo menos necesario explicar un objeto. El objeto tiene presencia. Podríamos decir que si la narración pertenece al sujeto el silencio pertenece al objeto. La explicación con palabras del objeto lo fatigan y su silencio que podría ser dinámico queda presa del mutismo, sin vida.

…es que hubiera sabido cómo tratar a un modesto ingenio de alambre y de trapo para resucitarlo y transformarlo en máquina de hacer música, que hubiera acertado a sacar tanto partido de tan precario material,

 

Infancia.

Objetos, títeres o juguetes destinados a la infancia. Materiales didácticos poco idóneos para su funcionalidad: el juego. Objetos pedagógicos, amables, excesivos de color, plagados de códigos adultos estereotipados y muy similares de apariencia. Me sumo a las palabras de Carlos Luis Aladro cuando dice: “Hasta el momento, el más atractivo de estos títeres no ha suplantado al popular D. Nicanor y su tambor; raro autómata sonoro estancado y posiblemente configurado como elemento de la feria.”

 

Bandeja grande de madera con reborde.

Colgada del cuello mediante una correa, llevaba una bandeja grande de madera con reborde, y sobre ella se alineaba su uniforme y multicolor mercancía,…

Define a la perfección el tinglado (tablado armado a la ligera) que es necesario para la función (yo diría teatral) que hay que realizar. Si hay que mostrar la mercancía hay que agenciarse un emplazamiento donde disponerla. Aparte de la posible belleza de los retablos, teatrillos o mesas teatrales que nos sirven para mostrar nuestros títeres u objetos es obligado tener en cuenta la funcionalidad:

1. Colgada del cuello mediante una correa: La bandeja del Nicanor permite la movilidad que el Pepito no puede tener.

Al inicio de la calle Postas, cerca de la Puerta del Sol, solía ver hace tiempo al vendedor de los Pepitos. Eran unos muñequitos pequeños con el cuerpo de corcho fino al que se le sujetaba por arriba una cara pintada en un sencillo trozo de papel y por abajo dos piernas largas de goma negra rematadas en dos pies de la misma hechura que la cara. Como por arte de magia obedecía las órdenes que el propio vendedor de otros muñequitos similares a él iba vendiendo sin dejar de conminarle, a modo de jefe de pista de un circo improvisado, en medio de la calle. Mucha gente se paraba e ver el ingenuo espectáculo pero no siempre dispuestos a comprar algo que consideraban un engaño. Más tarde supe que a este tipo de títeres se les llama babastel (los que usan los músicos ambulantes con cuerdas atadas al pie o a la mano que mueven al son de la música) y que el misterio de aquella magia, de todos conocida, era un ayudante que acompañaba al vendedor en funciones de titiritero escondido. Huelga decir que las cuerdas que movían los muñecos eran unos hilos finísimos que si no tenias cuidado se enredaban nada más desenvolver de su rústico envoltorio el Pepito, que tuve que comprar varias veces hasta que me las compuse para gestionarlo como es debido.

2. bandeja grande: Permite acumular más cantidad de muñecos.
3. de madera: Aun siendo más pesada la dota de fortaleza para el trajín diario.
4. con reborde: Que seguro impedía que los muñecos cayeran al suelo.

La empresa editorial de materiales didácticos ha visto una muy buena fuente de próspera expansión en la fabricación de KAMISHIBAIS. No entiendo que habiendo mil posibilidades en la construcción de pequeños teatritos haya tomado este modelo posición tan hegemónica, siendo su mayor virtud la posibilidad de leer el texto narrado por detrás, condición tan contraria a la memoria, fundamental en el oficio de narrar.

Toscos muñequitos de tela y alambre.

el muñequito de brazos de alambre, tan modesto que ni tripas tenía, pero tan terco que se negaba a tocar el tambor más que para su amo.

Los muñecos nacen dos veces: la primera, cuando los construimos; la segunda, al hacerlos vivir. Es profundamente placentero experimentar ambos procesos.

Debemos realizar en los objetos, partes de objeto y objetos encontrados adaptaciones técnicas que sin llegar a ser como la construcción de un títere son necesarias para que su utilización en la escena sea orgánica y funcional.

Es interesante que nos impregnemos de los objetos que podríamos usar en una narración y nos relacionemos con ellos de manera honesta. No usar los objetos, si no ayudarles a expresarse. Que dentro del proceso creativo escuchemos a los materiales y no les impongamos nuestras ideas preconcebidas. Que no limitemos sus posibilidades expresivas por factores que nada tienen que ver con la creación. Que ningún límite lastre nuestras posibilidades de experimentación. Y como dijo Ramón: “¡Qué rico un plato de cascabeles en salsa tártara! Dichoso el cocinero que logre ablandarlos.”

 

Pito.

Diccionario de Covarrubias. Títere: "ciertas figurillas que suelen traer estranjeros en unos retablos que, mostrando tan solamente el cuerpo de ellos, los gobiernan como si ellos mesmos se moviesen y los maestros que están dentro, detrás de un repostero y de un castillo que tienen de madera, están silbando con unos pitos que parece hablar las mismas figuras, y el interprete que está acá afuera declara lo que quieren decir y porque el pito suena ti ti se llamaron títeres.”

Voz de pito. Hay ciertos aspectos del teatro de títeres que sin ser propios de su esencia están tan anclados en el imaginario colectivo que tratar de erradicarlos parece tarea propia para un trabajo más de los doce que Hércules llevó a cabo. Dos de ellos me incomodan en gran manera. Uno es la voz de pito, que si en don Nicanor es insoslayable, no me parece que sea adecuada para usar siempre y en cada personaje ya sea este adulto o niño (hay que evitar el estereotipo allí donde esté más anclado) y mucho menos acompañándolo de un sin-lenguaje que adopta formas de risillas y onomatopeyas indescifrables. Pienso que no es más que un sucedáneo de la tradicional lengüeta que se usaba en los cristobitas tradicionales a la que se refiere Covarrubias. El otro sería mostrar los muñecos después de la función para que los niños (cual Santo Tomases) los toquen o para hacerles carantoñas que no entiendo qué objetivo cumplen. Todo lo que se enseña detrás del repostero ahí debe permanecer para que la poética que se les ha ofrecido quede en el recuerdo como una impresión y no como reconocimiento.

 

Accionado.

La mano. Juego (en el retablo de la tía Norica se nomina jugar a la manipulación del títere). Coordinación y destreza. Disociación del narrador. Mariano Dolci indica un esquema:

1ªDIFICULTAD: Mover las marionetas
2ªDIFICULTAD: Hacerles hablar
3ªDIFICULTAD: Hacerles hablar y moverse.
4ªDIFICULTAD: Interpretar un papel y mantenerlo.

Parece sencillo. Como pudiera parecerlo un esquema de malabarista para mantener tres pelotas en el aire al tiempo que se narra una historia o trabalenguas. Sin embargo muchos nos aventuramos en el primer caso y pocos en el segundo.

Está bien claro que tener un donnicanor sin haber aprendido a tocarlo no vale absolutamente de nada.

 

Repiquetear.

La importancia de los verbos. Los títeres son figuras que realizan acciones. No podemos ilustrar solamente o nombrar lo evidente. A las posibilidades expresivas que tiene, por ejemplo, el libro-álbum mezclando texto e imagen le deberíamos añadir, en el caso de narrar con objetos, el movimiento.

Afirma María Lluïsa Borràs en “Mundo de los juguetes”, Ediciones Polígrafa: “Cuando la niña acuna la muñeca o un oso de peluche o la almohada de su cama, no le interesa específicamente, ni la muñeca, ni el oso, ni la almohada, sino lo que le interesa es acunar. Cuando el niño arrastra tras de sí un carro, un tren o un caballo, apenas piensa en lo que tiene tras de sí, lo que le importa es arrastrar y una cuerda le basta para su hallazgo cinético.”

-Es cuestión de cogerle el tranquillo -nos decía él para consolarnos-. Prueba en casa con paciencia y ya verás. Es paciencia lo que hace falta. De TOCAR se aprende.

 

Armonizándose.

armonizar. tr. Poner en armonía, o hacer que no discuerden o se rechacen dos o más partes de un todo, o dos o más cosas que deben concurrir al mismo fin.

Narrar, construir, manipular, hacer voces, mantener el personaje, coherencia estética, metáfora,…

En medio del tráfago, la confusión y el desasosiego que destila, a modo de mercurio movedizo, la vida actual, nos encontramos a diario con personas ansiosas de experiencias postizas por las que atraviesan como gato por las brasas, sin molestarse en probar si están cortadas a su medida o no, y que inmediatamente arrinconan para sustituirlas por otras nuevas, tachándolas de viejas mucho antes de dejarlas llegar ni siquiera a la pubertad.

 

Artista.

…voluntad de hacer perdurable mediante el arte lo que de verdad ha entrado por los ojos y ha calado hasta el corazón.

 

Aquel arte suyo.

Pero, victimas de su incapacidad para hacer suyo aquello que sólo epidérmicamente han llegado a rozar, de establecer vínculos profundos y originales con ello, no consiguen sorprender a nadie y languidecen sin narraciones que exhibir.

 

Marioneta.

Podríamos afirmar que todo lo que no es sujeto es objeto. La marioneta es un objeto más, otra forma plástica para contar historias. Pero no confundamos:

-El teatro de títeres tendría su especificidad en la representación de historias para las que las figuras se han construido ex profeso con las técnicas propias del oficio para representar el papel que les corresponde.

-Si un títere es construido con objetos o partes de objetos sigue siendo participe del teatro de títeres.

-El teatro de objetos (evidentemente éste es un término que podría englobar a todos los demás) hace referencia a un tipo de teatro de títeres que podríamos calificar de “minimalista”, en donde los objetos que se utilizan son los cotidianos extraídos de su función habitual y puestos al servicio de la historia con gran carga metafórica. Aclaremos que tiene su inicio en la obra “Pequeños suicidios” de Gyula Molnár y, actualmente, una interesante continuidad en el denominado teatro de objetos documental muy próximo al hecho de narrar, aunque con gran carga teatral.

 

OBJETO-NARRACIÓN-TITIRITERO-ESCENARIO-PERSONAJE-CUENTO-JUGUETE-TÍTERE-RELATO-SUJETO-INFANCIA-DIDÁCTICA-RETABLO-KAMISHIBAI-MEMORIA-OFICIO-MUÑEQUITO-CONSTRUIR-ORGÁNICO-MATERIALES-PROCESO-CREACIÓN-EXPERIMENTACIÓN-FIGURILLAS-MAESTROS-VOZ-LENGÜETA-POÉTICA-JUGAR-MANIPULACIÓN-DISOCIACIÓN-MALABARISTA-ILUSTRAR-HALLAZGO CINÉTICO-TRANQUILLO-ARMONIZAR-METÁFORA-ARTISTA-MARIONETA.

 

Nombres en crudo, al peso, que sin haber sido sometidos a una elaboración adecuada y experta dentro del relato, nada relatan ni consiguen emitir, sino una estridencia de sones aislados y desacordes: “toc toc” y “piiii”. (1)

 

(1) El texto en negrita y cursiva pertenece a: Martín Gaite, Carmen. EL CUENTO DE NUNCA ACABAR. Apuntes sobre la narración, el amor y la mentira. 3ªedición. Trieste. Madrid 1983

 

RODORÍN

José Antonio López, conocido en el mundo artístico como Rodorín, es maestro por formación y titiritero por vocación. Viaja de aquí para allá con sus cajas y maletas que le funcionan de teatrillos, así como con objetos encontrados tal vez en algún rastro o tienda de antigüedades e historias recogidas de la tradición oral sin olvidar su cabello rojizo, rizado y peinado hacia ninguna parte.

 

Este artículo pertenece al Boletín N.º 83 - El cuento a través del objeto