¿Dónde está la narración oral?
Las personas de mi generación recordarán aquellos libros titulados “¿Dónde está Wally?” en los que jugábamos a encontrar a aquel personaje de camisa rayada escondido entre una multitud de personas y objetos. Algo así sucede cuando buscamos la narración oral en las programaciones y festivales dedicados a las artes escénicas. Entre todas las propuestas de teatro, danza, circo y música, de cuando en cuando aparece alguna cuyos cimientos se apoyan en la narración oral. ¿Por qué una presencia tan escasa? Intentaré ahondar en las razones tirando de experiencias personales y de las pistas que ofrecen seis programadores culturales consultados.
Después de años en el oficio y muchas charlas con colegas, he escuchado discutir de manera recurrente sobre los puntos convergentes y divergentes de la narración oral con el teatro o sobre qué espacios son los más propicios para el desempeño de nuestro oficio. El asunto, a nivel teórico, está bastante trillado entre los profesionales de la narración oral y suele ser controvertido. Por eso, en este boletín abordo el tema desde otro punto de vista, uno exógeno, saber cómo nos ven los responsables de programaciones y circuitos escénicos, algunos de los cuales hasta el momento no han tenido demasiado contacto con nuestro gremio, así como vislumbrar las razones por las que apenas hay espectáculos de narración en los calendarios de festivales y redes que lucen una gran variedad de creaciones susceptibles de disfrutarse sobre el escenario de un teatro.
Brujas, de David Acera
Antes de continuar, unos datos: como ya publicamos en AEDA, una reciente encuesta informal realizada entre las personas socias, concluye que solo un 12% ha llevado alguna vez un espectáculo de cuentos a una feria de teatro, mientras que un 37% ha sido programada en un circuito teatral (no se especifica si con narración o con montajes de otro tipo). Estos porcentajes ya exiguos, se desploman cuando consultamos a Carmen Fernández, coordinadora de la Red de Teatros de Madrid, quien calcula que el número de propuestas de narración oral que recibe cada semestre esta convocatoria, incluyendo tanto las dirigidas a público familiar como a adultos, no llega al 1% y, además, sostiene que no se ha notado evolución cuantitativa a lo largo de los años.
Me temo que el caso de la Red de Teatros de Madrid es extrapolable, en mayor o menor medida, a circuitos y programaciones regulares de otras regiones. Esta falta de representación de nuestro oficio puede deberse a varios factores. Ahí van algunas hipótesis:
Poco diálogo entre programadores y cuentistas
El primer motivo sería la falta de comunicación, de diálogo entre programadores no especializados en narración oral y profesionales del cuento contado –hablo siempre en términos generales– . Los unos no terminan de entender las singularidades propias de nuestro arte y nosotras, personas cuenteras, tal vez no hayamos mostrado suficiente interés ni en hacer pedagogía ni en adentrarnos en estos jardines y comprender las reglas y códigos que rigen en los espacios convencionales de representación teatral, que varían de los terrenos que ahora mismo constituyen nuestro feudo: bibliotecas, aulas y entornos de aforos reducidos, básicamente. Empezando por algo tan prosaico como el papeleo: a la hora de presentar candidatura a cualquier convocatoria escénica, suele ser requisito indispensable, entre otros, enlazar un vídeo completo del espectáculo y rider técnico (planos de luces, etc.) que muchas propuestas de cuentos no contemplan siquiera. Por otro lado, muchas compañías de teatro o circo, por ejemplo, trabajan con distribuidores que mueven sus espectáculos en diferentes festivales y eventos escénicos, pero en el ámbito cuentero no es algo común contar con esta ayuda profesional.
Recién salidos del cascarón
También hay que tener en cuenta que la narración oral escénica empezó a salir del ámbito doméstico al público en España en los años 80 y que históricamente hemos estado muy ligados a la animación lectora y al término “cuentacuentos” asociado a la infancia, principalmente, lo que acarrea una buena ristra de prejuicios que también tienen que ver con el intrusismo que ha sufrido un desempeño como el nuestro.
Ñaque de cuentos, de Légolas Colectivo Escénico. Foto de Silvia Briones.
Cada uno de su padre y de su madre
A esto se suma que el gremio de cuentistas en nuestro país es muy heterogéneo en formación e inquietudes, con buena parte de los perfiles profesionales inclinados hacia la educación, la literatura, la tradición, lo social… Algunos también a lo escénico, pero la realidad es que el entorno teatral no está en el punto de mira de buena parte de los cuentistas.
El lastre de “cuentacuentos”
La citada palabra “cuentacuentos”, siempre cubierta con una pátina infantil y de amateurismo o enlazada, en el mejor de los casos, únicamente con la animación lectora y las bibliotecas, sale inevitablemente a relucir cuando a los programadores se les pregunta si están familiarizados con el término “narración oral”. Por lo general, la respuesta es afirmativa, les resuena aunque sea “de oídas”, pero surgen muchas dudas al respecto: “Es lo mismo que cuentacuentos, ¿no?”, pregunta alguna de estas personas consultadas o “no sé muy bien dónde está la frontera que lo separa del monólogo teatral”, dice otra.
Fusión con otras disciplinas
No es el objetivo de este artículo entrar en estas disquisiciones de dónde empieza la narración oral y dónde termina el monólogo o el teatro, o viceversa. Es un hecho que las líneas que separan las distintas modalidades de las artes escénicas muy a menudo se diluyen. Pocas veces los espectáculos que presentamos los y las cuenteras a certámenes o circuitos escénicos son puramente narrativos. Es común que estén hibridados con música, poesía, recursos teatrales… e incluso que se anuncien o inscriban en convocatorias de este tipo bajo la etiqueta de “Teatro”, por ser un término mucho más generalizado que el de narración oral o porque simplemente en los formularios para dar de alta espectáculos en ciertos festivales o circuitos, nuestra disciplina no cuenta con apartado propio. Es decir, están siempre las pestañas desplegables de “Danza”, “Circo”, “Música” y por supuesto la de “Teatro”, pero no la de “Narración oral”.
Rey Sabio, de Juan Gamba junto al músico Vaz Oliver
Nos presentamos como “teatro”, aunque no lo seamos
Esto sucede, sin ir más lejos, cuando echamos un vistazo a las ¡¡¡27!!! categorías profesionales que aparecen en la web del INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música). Ni rastro de algo parecido a “Narrador/a oral” o “Cuentero/a”. También se da en dos citas teatreras que conozco: la feria de teatro Madferia y en la Red de Teatros de Madrid, aunque en esta última, ocurre solo en parte. Es decir, en primera instancia no hay opción de escoger “Narración oral”, pero en la casilla “Teatro”, que sí aparece como opción junto a “Danza”, “Circo” y “Música”, ya sí podemos marcar como subcategoría nuestra disciplina. Para Carmen Fernández, “la narración oral tiene características propias, pero el porcentaje de participación, en el caso de la Red, es muy pequeño como para poder tener una entidad propia como la tienen la música o el circo”.
Miedo al espacio vacío
En el Teatro Municipal Concha Espina de Torrelavega (Cantabria), de 775 localidades, apenas se programa narración oral, como reconoce la Técnica de Cultura y Juventud, Gema Barquín: “Quizás es porque una piensa que el narrador no va a llenar suficientemente el espacio escénico. El escenario, el patio de butacas y el anfiteatro es tan grande se puede comer al narrador o que simplemente los espectadores pueden perderse parte de la esencia del espectáculo, por su lejanía con el narrador”. Este es el principal temor de otros profesionales del ramo, como muestra también Jesús Molinero Carpio, técnico de cultura de Sancti Spiritus (Salamanca) y responsable de la programación del teatro de esta localidad: “Con la simple herramienta de la voz, puedes trasladar a los espectadores a muchos lugares, sensaciones y momentos... La debilidad es que si no lo consigues, no tienes nada más, ni decorado, ni efectos especiales, ni otros elementos que te acompañen…”.
Curiosamente, esta desnudez que todos ponen énfasis, no ha sido óbice, o no en la misma medida, a la hora de programar monólogos teatrales o stand up comedy sin aditamentos. En estos casos, parece que sí han gozado del voto de confianza y “una gran diferencia de cachés con respecto a los narradores”, señala Luis Enrique Soria, responsable de cultura de Becerril de la Sierra (Madrid), buen conocedor de nuestra realidad porque él programa cada año un Festival de Narración Oral en este pueblo, además de todo el calendario de actividades de calle y del centro cultural, que cuenta con un aforo de casi 200 personas.
Los espectáculos a los que nos referíamos anteriormente, básicamente narrativos aunque aderezados con elementos teatrales o musicales y con presencia de una mínima escenografía e iluminación pueden ser la punta de lanza para que la narración oral se introduzca en España en estos terrenos escénicos pues contribuyen a espantar estos temores e incluso a que muchos programadores conozcan la narración oral (especialmente la de adultos) y la despojen de prejuicios.
El buen tino en la selección de cuentistas
Uno de los motivos por los que no se programa narración oral en el Teatro de las Esquinas (Zaragoza) –de 500 butacas– es que la puesta en escena sea “pobre” en un espacio tan amplio, según su gerente María López Insausti, quien reconoce también que “el ser una gestión privada con escasa ayuda pública nos obliga a programar espectáculos de acogida entre el público”.
Es verdad que programar narración oral en espacios convencionales supone un riesgo para quienes no conocen en profundidad las distintas voces y opciones existentes. No todas las propuestas ni narradores o narradoras sirven o se desenvuelven con soltura en estos entornos y el desconocimiento o la falta de criterio a la hora de seleccionar ha desbaratado muchos planes para introducir cuentos en circuitos, festivales o entornos escénicos convencionales. “Deben ser narradores/as con "trapío" que no dejen indiferente al público, que lleguen”, dice Jesús Molinero.
Sala principal del Teatro de las Esquinas (Zaragoza)
Un arte versátil por excelencia
La grandeza de los espectáculos de cuentos también reside, al igual que su “debilidad”, en que no existan, a priori, más recursos que la voz y el cuerpo. Luis Enrique Soria, comenta “para crear un espacio escénico no es imprescindible una escenografía”. Él como el resto de colegas consultados para este artículo destaca la adaptabilidad de los espectáculos de cuentos: “Suelen ser más versátiles y más fáciles de programar. Más asequibles tanto a nivel técnico como económico y muy cercanos al público. Es algo a valorar” y habla de la posibilidad de realizar los espectáculos en calle, en un camerino o subiendo al público al escenario para acotar el espacio escénico. Pero me gustaría concluir este capítulo con las palabras de M.ª Ángeles Alonso, que como programadora de teatro en el espacio escénico de 280 butacas que posee la Biblioteca Torrente Ballester de Salamanca pero sobre todo por ser bibliotecaria, conoce bien el panorama de la narración oral en España sentencia: “El hecho de que su versatilidad le permita realizarse en espacios más pequeños o menos convencionales, no debería sacarla de los teatros”.
Cachés
No deja de ser una paradoja que el aspecto presupuestario, que en principio podría suponer una ventaja para la narración oral respecto a otros géneros, curiosamente no siempre juegue a favor a la hora de seleccionar un espectáculo de cuentos en ciertos circuitos. El técnico de Cultura de Becerril de la Sierra, que también forma parte de la Comisión que selecciona espectáculos para la citada Red de Teatros de la Comunidad de Madrid, explica que “la Red se crea para acercar a municipios formatos más grandes y nos solemos decantar por propuestas con cachés más altos”.
Calidad por encima de todo
Hay cierta unanimidad entre los programadores también a la hora de expresar lo que le piden a un montaje cuentero: calidad. Afinando un poco más, la gerente del Teatro de las Esquinas pide “que el o la narradora tengan unas dotes excepcionales para atraer y mantener la atención del público y que los temas de sus narraciones interesen a los espectadores”. A lo que la responsable de programación del teatro de la Torrente Ballester añade “respeto a todas las culturas, profesionalidad del narrador, innovación en las historias contadas o al menos si son populares que los narradores las hagan suyas…” y traza una línea de separación con el trabajo actoral: “Entiendo que haya narradores orales que tengan formación en interpretación teatral, pero no me gusta ver al “actor/actriz” que todo narrador lleva dentro, a eso me refiero cuando pongo en valor la naturalidad del narrador”.
Teatro Concha Espina de Torrelavega (Cantabria)
Evolución
Luis Soria piensa que poco a poco se está consolidado y desestigmatizando el género. “Puede que hubiese prejuicios, pero cuando vas programando y conociendo a distintos narradores, te das cuenta de la particularidad y la riqueza de la narración oral”. Ángeles Alonso dice: “Creemos en la necesidad de escuchar historias que de una u otra forma entronquen con la literatura popular y la tradición oral. Además, el origen de los narradores nos trae a escena historias locales, de la cultura o tradición de los narradores, desconocidas en nuestra ciudad y que el público disfruta” y se lamenta de que ”el público no la tenga en tanta consideración como al teatro, al menos el público adulto, pues a los niños y niñas (y a sus padres y madres) les encanta”.
Existe también acuerdo pleno de los seis entrevistados en que la narración oral es un arte escénica más, con entidad propia, aunque quede mucho recorrido por hacer para su reconocimiento completo.
Por último, me tomo la licencia de contar un hecho del que me siento orgullosa y es que después de pasar las preguntas, una de las programadoras me contestó por email con estas palabras: “solo con el cuestionario me estoy planteando más lo de los narradores. Quizás veo pocos espectáculos de ello. Ya lo siento“. Solo por esto, ha merecido la pena este artículo. .
Elia Tralará
Este artículo forma parte del Boletín nº. 100 - La lenta conquista de los escenarios, coordinado por Elia Tralará.