Si miro para atrás podría decir sin mentir que, a través de la música, llevo formando parte de los cuentos desde hace casi veinte años. Aún recuerdo la primera actuación que hice junto a Sandra Cerezo en un local de mala muerte haciendo un espectáculo que se llamaba “Música de duendes”.

En aquel momento mi manera de acercarme a los cuentos desde la música era pura intuición. No había criterio, ni razón, solo un cúmulo de decisiones azarosas que llegaban desde la intuición para intentar resaltar la historia. Por aquel entonces yo no componía, pero aun así me molestaba bastante que se me hablara de la música como algo que iba a estar de fondo, como si lo que yo fuera a tocar fuera una música de ascensor a la que ya ni se la escucha. Viniendo del mundo clásico (signifique lo que signifique eso) me perturbaba la idea de pensar que la música que cogía prestada a Beethoven, Chopin, Mozart, etc., iba a usarse para que estuviera únicamente de fondo.

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Por ese motivo, con toda la osadía y sin más argumento que el gusto intuitivo, me aventuraba a marcar el ritmo de partes de la historia para que se estableciera una sincronía entre la música y el cuento que se estaba narrando. Pensaba que las palabras que se decían podían ser la propia música, y aunque yo no hablara, de alguna manera sí lo hacía. Por eso era importante que la música fuera elegida meticulosamente, para que en cada parte lograra aportar un significado paralelo a la historia. Además, era fundamental que quien narraba el cuento percibiera los significados de la música para poderse adaptarse a ella y retroalimentarse mutuamente.

Recuerdo que pasaron los años y fueron apareciendo nuevos espectáculos: “Un bizcocho con cuentos”, “El traje del emperador”, “El principito”, “Tenderete de cuentos”. Y en todos fui desarrollando esa capacidad. Empecé a entender ciertas cosas y a poner nombre y palabras a la intuición. Entonces entendí que coger música de otros estaba bien, pero era muy difícil tener la suerte de que una pieza entrara como un guante a una escena. Por lo general había que descuartizar las piezas y usar solo las partes que encajaban, desechando el resto. Nunca me hizo sentir demasiado cómodo aquella sala de operaciones en las que desmembraba cada pieza y solo me quedaba lo que me servía. A sí que empecé a componer.

Mi relación con la sincronía es algo que ahora puedo observar que siempre ha estado presente. Esa sincronía que consiste en hacer coincidir en el tiempo varias artes distintas que digan la misma idea. Con la composición primero comencé a aprender a hablar, para poder decir. Pero en cuanto pude empecé a querer más, una unión de la música con la palabra, donde uno pudiera oír lo que la palabra decía a través de la música simultáneamente. Y ahí fue donde empezó lo que en aquel momento se llamaba Musicaparacuentos y hoy en día es nuestro proyecto ErandiStudio.

ErandiStudio nace como una búsqueda en la que el concepto de sincronía es un eje central. Aborda preguntas como: ¿qué medio es el mejor para expresar una idea?, ¿puede una idea expresarse a través de distintas artes?, ¿hay Ideas que solo se pueden expresar a través de un arte?, ¿de cuál?

Con todas estas preguntas y de la mano de la música, la palabra y la pintura, nos embarcamos en nuestro primer libro “Preludios Contados” que se puede escuchar en spotify y también cuenta con una aplicación

Si “Música de duendes” era un cuento al que una música con presencia le acompañaba, “Preludios Contados” tenía que ser un cuento y una música a la vez. Un cuento al que le quitas las palabras y sigue sonando el mismo cuento. Era una tarea complicada, sobre todo en la sincronización temporal de la palabra y la música. Cada medio tarda distinto tiempo en contar lo mismo y a veces era complicado encajar ese puzle y que todo fluyera.

Para componer en sincronía con la narración, lo primero que hacía era escuchar un audio con el cuento narrado por Sandra. Esto me permitía hacerme una idea del tiempo que se necesitaba para decir aquellas palabras, además de que la entonación me sugería ideas de lo que sentía la narradora. Con esto yo tenía que lograr una pieza que se acotara a ese tiempo y que fuera independiente. Que no necesitara a la palabra para poder ser escuchada. Cada una fue una odisea, pero conseguir destilar con sonidos un contenido que viene de la palabra fue un gran aprendizaje. A veces la música aportaba una visión distinta al contenido del cuento, generaba contraste con los ritmos, marcaba respiraciones, puntos de tensión, acentuaba lo cómico y lo dramático, también podía ser efectista, o mostrar lo intangible. Todo desde el discurso musical.

Luego venía una parte incluso más difícil. Había que narrarlo encima de la pieza. Y la palabra tenía que encontrarse de nuevo dentro de esa música. De esa y no de otra. Había palabras que debían estar en su sitio, pero eso sin perder el devenir natural de la voz. Había momentos en los que la palabra debía usarse para rellenar un espacio de música más largo. Había que conseguir esa sincronía desde la música y se consiguió. O al menos se marcó un camino por el que continuar explorando.

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No sé si lo que yo buscaba a la hora de hacer este libro era un narrador oral. Probablemente para los puristas nada tenga que ver esto con la narración. Pero para mí la narración oral tiene más que ver con la capacidad que tiene alguien de traducir un cuento desde su filtro personal y hacérselo llegar a otros, y no tanto con la parte estética del narrador que cuenta a pelo encima de un escenario con una memoria prodigiosa. Y desde este sentido, el trabajo que se hizo sobre los cuentos creo que sí era de un narrador oral clásico. Sin embargo, para la narración del cuento creo que fueron necesarias habilidades de la dramaturgia además de la musicalidad suficiente para poder narrar con la música.

Luego vinieron otros libros, “El sonido de las Frases I”, “El Sonido de las Frases II” además de algunos en los que estamos trabajando actualmente. Y en cada uno se puede encontrar una búsqueda sincrónica de algún tipo. Incluso nos enfrascamos en el trabajo de que se pudiera disfrutar de todo esto a través de aplicaciones móviles. Pero esto son ya otras historias para otros momentos.

En cualquier caso, a mí me ha tocado contar con sonidos, pero solo si la palabra contar hace referencia a algo más que lo que se puede decir con palabras. Por si queréis oír algo:  Spotify / YouTube.

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También os dejo una entrevista en Radio Clásica, en el programa "Andante con Moto".

 

Adrián Cardeñoso

 

Este artículo forma parte del Boletín n.º 102 – Contar con música