Es cierto que el debate viene de viejo, pero podríamos encontrar un antepasado más o menos moderno en la conferencia que el físico inglés Charles Percy Snow ofreció en 1959 provocando una gran discusión mundial: la charla se llamaba Las dos culturas y denunciaba la excesiva distancia entre las ciencias experimentales y naturales frente las humanidades y su consecuencia inmediata: esa división del conocimiento en compartimentos estancos impedía o retrasaba la resolución de problemas de alcance mundial.
Las dinámicas de la ciencias técnicas y de las humanidades suelen seguir caminos diferentes pero paralelos; digamos que debido a la estructura administrativa que sostenía hasta ahora su financiación no era preciso el encuentro entre las ciencias y las letras, pero tampoco entre ninguna de ellas y el público. Sin embargo, es el público, o los ciudadanos, los principales y últimos destinatarios de la producción científica.
A lo mejor es en las ciencias del pasado, y especialmente en la arqueología, donde estamos viviendo desde hace unas décadas un interesante movimiento de confluencia entre las disciplinas humanísticas, las ciencias físicas y la divulgación al público. Si la arqueología precisa comprender, cada vez más, las técnicas que nos permiten entender los procesos de preservación y transformación de la materia física al largo del tiempo, no lo es menos que mirar hacia atrás, cara nuestro propio pasado, es uno de los elementos de mayor fascinación para el público.
En primavera y verano de 2012 un grupo de instituciones políticas, empresas y departamentos universitarios, junto con la comunidad local de Lira y Carnota, emprendimos el proyecto Torre de los Mouros. Se trataba de investigar una enigmática fortificación a más de 300 metros de altura sobre el bravo mar de la Costa da Morte, pero no se trataba de un experimento sólo arqueológico, sino que giraba alrededor de las narrativas que relataban el proceso científico de los descubrimientos. Se trataba de integrar el conocimiento mitológico que existía sobre este hermoso lugar, con la narrativa del descubrimiento paulatino de las estructuras arqueológicas y del grupo humano que llevaba a cabo el proyecto. Se puede conocer en detalle el proyecto en la web.
Desarrollamos formas híbridas de narrar: desde la actualización de los conceptos míticos sobre el lugar para su transmisión al público de menor edad, hasta el empleo intensivo de las redes sociales para dar cuenta de los métodos arqueológicos. La existencia de un guía especializado que actualizaba diariamente su relato sobre el yacimiento -comparémoslo con aquellos otros guías de las grandes capitales turísticas que llevan veinte años repitiendo el mismo chiste en la misma losa de la calle- nos permitía conocer cómo el público interpretaba la actividad arqueológica y las estructuras exhumadas. Las detalladas estadísticas proporcionadas por redes sociales como Facebook o Youtube nos permitían conocer qué elementos, qué conceptos narrativos, qué personajes y qué tramas funcionaban de manera más idónea.
La ciencia del presente precisa establecer vínculos más directos con la sociedad, y eso será cada vez más necesario, toda vez que el patrocinio pode ser una importante vía de financiación en el futuro. La integración de procesos de storytelling, de narración de historias en diferentes fases del proyecto de investigación, será determinante. No se tratará, con todo, de edulcorar y simplificar el mensaje de los científicos para hacerlo comprensible con la mínima alteración posible, sino de conectar ese mensaje, esos resultados, con algo que los contadores de historias saben muy bien desde hace siglos: con las inquietudes, deseos, sueños e imaginaciones que el hombre construye a diario.