PREÁMBULO

Contrariamente a lo que se nos venía diciendo, 2011 no fue el año en el que la crisis iniciaba su retirada, sino más bien el año en el que la crisis empezó a mostrarse en toda su crudeza, dando con ello idea de que los tiempos duros estaban ahora, en verdad, comenzando, y que los próximos años iban a ser complicados y difíciles.

Nuestro oficio se adentra en este tiempo de incertidumbres con, al menos, dos aspectos que acentúan su fragilidad. 

Por un lado la profesión de contar cuentos está en pleno proceso de consolidación tras el resurgimiento que comenzó en los años ochenta del pasado siglo y que ha ido afianzándose en los últimos veinte años. Treinta años no son muchos para que un oficio termine por consolidarse y los cimientos que nos sustentan son todavía frágiles como lo demuestra la facilidad con la que han desaparecido programaciones estables de gran solera, públicos que gustaban de la palabra dicha y espacios para contar.

Por otro lado en estos treinta años el oficio ha ido creciendo al calor de las administraciones e instituciones públicas siendo estas quienes mayor número de sesiones y actividades demandaban. Y como sucede que lo público, y especialmente las administraciones, es lo que más recortes está padeciendo y más dificultades tiene para pagar, esta dependencia de lo público nos lastra al mismo tiempo que nos quita el suelo bajo los pies: desaparecen contrataciones habituales y se demoran pagos de sesiones realizadas muchos meses atrás.

Sin embargo, y a pesar de estas dos rémoras de nuestro oficio, la profesión de contar cuentos tiene también algunas virtudes que merecen ser señaladas como ventajas ante la crisis.

Para empezar es importante recordar que nuestro oficio precisa de muy pocos requisitos técnicos para poder ser realizado satisfactoriamente. Esta escasa necesidad de exigencias previas abarata también la actividad y esto, hoy en día, es una grandísima ventaja frente a otras propuestas artísticas que se mueven en ámbitos culturales similares a los nuestros.

Para continuar es importante señalar la versatilidad de nuestra actividad, la capacidad de adaptación y la facilidad para encontrar el modo de superar situaciones adversas. Nuestro oficio pervive desde hace miles de años, y sigue haciéndolo a pesar de la dura competencia, en especial en nuestros días, con otros “rellenadores de tiempo de ocio” tan potentes y tan implantados (televisión, ordenadores, videojuegos...).

Y para terminar (porque no queremos extendernos en este preámbulo), contar cuentos está cercano a otros ámbitos de actuación que pueden seguir explorándose con más profundidad en estos tiempos de crisis y que pueden permitir diversificar las actividades vinculadas al cuento contado y dar más oportunidades a los narradores que ven en estos días cómo se cierran espacios tradicionales de narración oral.

NARRADORES FRENTE A LA CRISIS

En la última asamblea de AEDA hicimos una lluvia de ideas previa a la elaboración del presente artículo, y en esa dinámica grupal hubo dos términos que aparecieron en varias ocasiones: diversificar actividades y reinventar el oficio, aunque surgieron algunas otras propuestas y alternativas. Vamos a intentar sistematizar toda la información recogida en aquella reunión junto con otros datos que hemos ido conociendo en estas semanas.

Hay quienes afirman que la crisis es un tiempo de oportunidades para reflexionar y mejorar en la calidad de lo que ofrecemos. En estos tiempos de menos viajes y sesiones el cuentista puede aprovechar para renovar repertorios, elaborar nuevas propuestas, desarrollar tramas más complejas en sus espectáculos. En suma, dedicar tiempo a la cocina del oficio e ir llenando la despensa de nuevos y mejores textos para aumentar la calidad de las sesiones y mejorar nuestra oferta. Es un buen tiempo para reflexionar y pensarnos, para mejorar como profesionales. En verdad este asunto no es baladí porque lo que sostiene nuestro trabajo y lo hace pervivir es la calidad de lo que podemos ofrecer.

En el ámbito de un mercado que mengua, puede ser este un buen momento para ofrecer paquetes y lotes: facilidades para conseguir varios narradores para una misma programación; descuentos por varias sesiones en un mismo día en lugares cercanos (invitando a diversas instituciones cercanas a aprovechar el viaje a la zona), o descuentos por varias sesiones contratadas por una misma institución; presentación de proyectos de campañas escolares (con muchas sesiones y precios ajustados); descuentos por pronto pago; ofrecer otras actividades además de las sesiones en un mismo paquete (sesiones de cuentos y charla para familias, por ejemplo)... todo lo cual puede hacer más atractiva nuestra oferta.

Dijimos en el preámbulo que las dos mayores rémoras del oficio, actualmente, son la fragilidad de su situación (un oficio joven y poco consolidado) y la dependencia de lo público. Démosle la vuelta y pensemos que esto también pueden ser ventajas: que sea un oficio en crecimiento significa que todavía no ha explorado todos los escenarios en los que pueda ponerse en marcha, y de su dependencia de lo público se deriva  que el ámbito privado es todavía, y en gran parte, terra incognita para la palabra dicha y que, por lo tanto, queda aún mucho por descubrir en este sentido.

Así pues en estos meses hemos visto que hay margen para la búsqueda de nuevos espacios para el cuento contado en el ámbito de lo privado como lo demuestra la vuelta de los narradores a los cafés, de donde nunca se han ido (como puede verse en el Café la Luna, en Logroño, o en Libertad 8 en Madrid, en el Harlem de Barcelona, etc.), pero a los que vuelven con energías renovadas y promoviendo nuevos espacios (como el Avalon, en Zamora), recuperando otros que llevaban tiempo sin programar (como La Corrala, en Alcalá de Henares), o aumentando el número de sesiones en sitios donde  ya había cuentos (como el bar Tempo 23 de Vigo). Detrás de casi todos estos espacios hay narradores que cuidan la programación (Colectivo Légolas, Charo Jaular, Carles García, Martha Escudero...) y se encargan de que la calidad de la misma sea óptima así como de cuidar que el espacio donde va a transcurrir la sesión sea adecuado.

Pero no solo los cafés, sino que los teatros son una de las deudas pendientes de nuestro oficio. Hay pequeñas salas que poco a poco se van animando a la programación de espectáculos de narración oral. Si bien es verdad que hay algunos narradores que siempre estuvieron vinculados a los teatros (como José Manuel Garzón, Soledad Felloza, etc.) y que hay festivales que desarrollan en ellos el grueso de sus sesiones  (Agüimes, Guadalajara, etc.), también es cierto que no es usual encontrar sesiones de cuentos en la habitual programación teatral. Por eso, la aparición de algunos ciclos de narración oral en teatros es una estupenda noticia para el oficio. Vayan de muestra tres ejemplos: en Madrid, en la Sala Triángulo, se han programado sesiones de narración oral para bebés a cargo de narradores como Eugenia Manzanera (Caracoles) o Colectivo Légolas (Daniela) con gran éxito de crítica y público (algún domingo se han tenido que hacer dos pases); en Sevilla, en la Sala El Cachorro, nace el ciclo “Solo para adultos” con sesiones de cuentos  programadas por el narrador Juan Arjona; en Albacete, el Teatro Candilejas ha programado para mayo un ciclo de narración oral para adultos “Solo Palabra”, detrás de este ciclo está el empeño de Pablo Albo.

En Madrid y otras grandes y medianas ciudades hay algunas salas que han programado cuentos de manera puntual (por ejemplo, La cuarta pared, Gurdulú en Leganés o Margarita Xirgu en Alcalá de Henares), pero hay todavía multitud de salas que no han descubierto aún las bondades de la narración oral. Es tiempo de acercarse a ellas.

Sin terminar de dejar el ámbito teatral son buenas noticias la participación de otro narrador, Félix Albo, el pasado año en teatros por las siete Islas Canarias con su espectáculo de narración oral “Las cuatro esquinas”. Es este un nuevo camino que se abre: el de los circuitos teatrales.

Insistimos. Importa volver a señalar que detrás de muchas de esas programaciones (nuevas o consolidadas) se encuentran narradores preocupados por el oficio y por la creación y pervivencia de espacios idóneos para la palabra dicha. Narradores buscando espacios para la narración, narradores buscando público, narradores en defensa de la pervivencia del oficio.

También en estos tiempos de crisis surgen nuevos ciclos de narración oral como “Cuenta Cuarenta” en Ávila (organizado por Patricia Picazo) y la muestra de narración oral “¡Cuánto Cuento!” en Yebes-Valdeluz (Guadalajara) con voluntad de permanencia y para celebrar el 20 de marzo el día internacional de la narración oral.

Igualmente es reseñable la voluntad de muchos de estos nuevos espacios para conseguir modelos de gestión sostenibles e independientes de lo público. Merece señalar aquí, por ejemplo, el Festival Intercultural de Narración Oral de Sevilla, en marcha desde 2008 (y dirigido por varios colectivos que incluyen a narradores: Colectivo La Cháchara, Pumarejocuentos, La Cuarta, Biblioblá, Triglú Teatro y Esther de Juglaría), y modélico en su voluntad de autogestión así como en la búsqueda y consolidación de espacios y formación de público.

Sin dejar el ámbito de tierras nuevas para la palabra dicha, un interesante terreno que recuperar para el oficio son las sesiones en micro-espacios, volviendo, por ejemplo, a un lugar habitual de la narración oral tradicional como pueda ser los salones particulares. Se trata de las micro-sesiones de cuentos en casas particulares, organizadas por una familia que convoca a otras familias o amigos a su casa para, previo pago, participar todos de una sesión de cuentos muy cercana y particular: Un narrador profesional contando cuentos en el salón de una casa (reorganizado y dispuesto como un pequeño teatrito) a amigos y familiares de organizadores.

En este sentido no conviene confundir estas sesiones con participación en comuniones o cumpleaños u otras celebraciones sociales. Una microsesión es un evento en sí mismo.

Este ámbito doméstico ofrece nuevas opciones para reinventar el género. En la lluvia de ideas de AEDA se habló incluso de la elaboración de circuitos domésticos de narración oral o en sesiones especialmente interesantes que sí podrían realizarse en este ámbito tan particular (por ejemplo, una sesión de cuentos de pan en la que, al mismo tiempo, se elabora el pan que, al terminar, se puede ofrecer a los asistentes; o alguna otra variante de cuentos y cocina).

Quizás estas micro-sesiones no darían para la pervivencia de un oficio, pero pueden ser un puntal más a la hora de diversificar y sumar nuevas opciones de ingresos. Pensemos en un circuito doméstico de narración oral compatible con sesiones en cafés de la zona u otras actividades de las que aquí se citan. La suma de muchos pequeños ingresos puede hacer rentable viajes de trabajo que, hoy por hoy, no lo son.

Para terminar con la búsqueda de nuevos lugares en los que acomodar la palabra dicha citamos un último ejemplo los paseos y visitas culturales acompañadas de narraciones vinculadas a dicha  visita. Gracias a Patxi y Pep Bruno hemos conocido alguna experiencia de este tipo en Extremadura, pero se incide en la importancia de no invadir terrenos profesionales que no son los nuestros: un guía turístico dirige y organiza la visita, y un narrador se encarga de las narraciones en los hitos previstos de la misma.

Un terreno muy fértil y cercano a nuestro oficio es la formación, junto con los teatros, una de las grandes deudas pendientes de la profesión. Impartir  formación es una de las opciones más interesantes para diversificar nuestro trabajo. No solo nos referimos a talleres de unas pocas horas, actividad habitual para muchos narradores, o a alguna charla de formación a gente interesada o profesionales de otras ramas (profesores, educadores, familias, etc.), sino que estamos hablando del surgimiento en los últimos tiempos de propuestas más sólidas de formación como la Escuela de Narración Oral (Héctor Urién y Maísa Marbán) o la Escuela de Cuentacuentos (Victoria Siedlecki), ambas propuestas surgidas al calor de la programación estable de La escalera de Jacob (Madrid).

En este sentido quizás sería interesante que el ámbito de la formación sea abordado, de una vez por todas, con profundidad por los narradores profesionales y las asociaciones. Desde AEDA estamos trabajando ya en el próximo número de esta revista, un monográfico dedicado a los itinerarios de formación, tema desde el que se pueden tratar muchos y diversos puntos de interés para el oficio. De cualquier forma, la formación tiene otras posibilidades relacionadas con la oralidad como pueden ser cursos de oratoria y expresión oral, talleres para hablar bien en público, participación en cursos (impartidos en empresas) de coaching y mentoring en los que el cuento contado y, sobre todo, la expresión oral, tienen perfecta cabida.

Un último ámbito en el que es posible diversificar nuestra acción laboral es el de los libros y la lectura. 

Dejando a un lado el caso de los narradores que también son escritores y que escriben y publican con cierta asiduidad (incluso que reciben premios importantes por ello) y, por tanto, pueden aprovechar este tiempo para dedicarse a escribir más y mejores textos y también para ofrecer sesiones de narración oral combinadas con visitas de autor (como es el caso de Pablo Albo, Ignacio Sanz, Ana Griot, Charo Pita, etc.). Vemos que el terreno de los libros y la lectura es propicio para los narradores orales pues, de manera natural, el oficio ha sido revitalizado gracias al valor del cuento contado como estrategia de animación a la lectura (de ahí su presencia habitual en escuelas y bibliotecas).

Y no conviene olvidar que este valor del cuento contado ha sido, en gran medida, el responsable de que este oficio vuelva a estar en las plazas públicas. Por eso los narradores que cercanos a bibliotecas pueden ofrecer propuestas y proyectos vinculados con la animación a la lectura, ya sean actividades habituales como la formación de usuarios, la coordinación de grupos y clubes de lectura, las visitas escolares a bibliotecas, etc.; u otro tipo de actividades más puntuales como fiestas de la lectura, día del libro, gymkanas literarias, juegos de promoción lectora, álbumes de cromos, etc. Todo ello desde una perspectiva nueva en la que la narración oral tenga un gran peso y venga avalada por el conocimiento de libros y actividades posibles.

En este espacio de los libros y la lectura conviene señalar que son muchos los narradores que hace tiempo que administran blogs en los que hay crítica de libros (Félix Albo, Soledad Felloza; Darabuc, Pep Bruno, etc.) y son cada vez más los narradores que se animan a iniciar esta senda de lectura crítica y reflexión (Jackeline de Barros, por ejemplo). Este camino de la reflexión sobre los libros y la lectura está cercano al ámbito de la formación y de las posibilidades que algunos narradores tienen para hablar y asesorar sobre libros y lecturas en cursos y charlas a profesores y educadores. 

Sin olvidar que la narración oral está también presente en librerías (como lo demuestra que uno de los narradores pioneros en España sea Pep Durán, librero de Robafaves), hay algunas propuestas interesantes que perseveran en estos tiempos difíciles como, por ejemplo, la programación de sesiones de cuentos en librerías (por ejemplo en La Ballena de los Cuentos, en Guadalajara, La Mar de Letras, en Madrid, o El Reino de Bután, en San Sebastián de los Reyes). 

Está además el caso de Numancia Rojas que se ha atrevido en estos últimos años a poner en marcha una librería especializada en libros de cuentos (La casa de los cuentos, en Barcelona), un lugar que es también centro de impartición de talleres y realización de sesiones. 

En este sentido es interesante señalar el nacimiento de otra librería virtual La biblioteca de los elefantes, de la mano del blog del mismo nombre que administra Félix Albo. Una nueva y sugerente propuesta a partir de la que sacar rendimiento de nuestra experiencia como lectores críticos.

De la mano de los libros, y para ir terminando, nos encontramos con una curiosa actividad que hemos conocido a través de Tándem Cuentacuentos: los tupper book. Al modo de los tupper sex pero, en este caso, con libros. Es fácil imaginar las diversas posibilidades: en un ámbito doméstico (o público que permita crear un espacio de intimidad) se invita a familias (con o sin niños) o a adultos interesados a que participen en una reunión en la que un narrador pueda contar unos cuantos cuentos, mostrar los libros de donde salen los cuentos, hablar sobre ellos y sus virtudes, citar a los autores y otros títulos posibles... y tras la reunión (que propicia la cercanía y el diálogo) se ofrece la posibilidad de comprar, in situ, los títulos protagonistas de la sesión.

CONCLUSIÓN

Como decíamos al comenzar este artículo, son tiempos aciagos, son tiempos difíciles, pero también son tiempos para reinventar, diversificar, reflexionar, imaginar otros ámbitos posibles en los que el cuento contado pueda pervivir como oficio.

Este artículo es una pequeña muestra de posibilidades. La combinación o mejora de estas propuestas, o el diseño de otras diferentes, puede dar pie a nuevas opciones, nuevas maneras de habilitar la palabra dicha en esta sociedad en crisis.

Os animamos a que juntos soñemos caminos nuevos para el oficio de contar cuentos. Es tiempo de crisis, sí, pero también es tiempo de oportunidades.

Artículo escrito por la Comisión de Revista (Charo Pita, Manuel Castaño y Pep Bruno) para El Aedo #2
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