A menudo escuchamos que nuestro oficio de narradores/as orales tiene un significado social que supera la belleza estética del acto mismo de contar.  Lo podemos corroborar en el diálogo directo con el público, otros narradores/as, u otras profesiones, que encuentran en el cuento una herramienta útil y eficaz, como ejemplo para la solución de los problemas, o la sensibilización en determinados valores. Efectivamente es y fue así históricamente, ya que la oralidad y la narración oral tienen un fuerte vínculo con la vida cotidiana en el colectivo, con el contexto económico y político, con la comunicación, con la construcción de un tejido social, con la memoria y con la creación, entre muchos otros. En esta relación reside la monumental responsabilidad de quienes nos dedicamos a contar cuentos y las posibilidades de transformación social que se pueden alcanzar. Reconocerlo y asumirlo en pro de la vigencia de los derechos y la dignidad humana se constituye en compromiso para con el mundo en que vivimos, el público en general y las personas o colectivos en riesgo o situación de exclusión social; para quienes la narración oral puede representar un recurso o herramienta de empoderamiento.  Esto demanda una actitud y práctica artística-social de tomar parte activa en el proceso de cambio.

Desde esta actitud y compromiso, variopintas son las posibilidades del cuento para ser una herramienta de intervención social. La primera de ellas es el empoderamiento de la narración oral, entendido como la capacidad y posibilidad práctica de todas y todos, para contar cuentos que contribuyan en sus espacios (centros educativos, barrios, comunidades, asociaciones) a la consecución de los bienes materiales y/o espirituales necesarios para su desarrollo digno. Para ello se pueden aprovechar las fuentes narrativas (tradiciones orales, literatura, la vida misma y la creación propia) que permiten una funcionalización variada del cuento, históricamente creado y utilizado por los pueblos para comunicar, divertirse, trasmitir ideas y experiencias, formarse, persuadir, reivindicar, conocer y explicarse el mundo que le rodea, recordar, etc.

En estos tiempos de avances tecnológicos globalizantes, tan interesados en consolidar un universalismo cultural totalizante (que en ocasiones sólo beneficia a los intereses económicos particulares), la narración oral puede constituirse como forma alternativa de comunicación y mediación humana. Se trata de visibilizar en los cuentos los contextos culturales particulares de comunidades que no tienen acceso a tales medios, reafirmando identidades, participando y haciéndose presentes. En algunos casos, inclusive, puede representar un espacio intercultural integrador, creando cuentos metafóricamente antropófagos, producto de un diálogo cultural que respete la diversidad, el lenguaje utilizado, las tradiciones, las costumbres y la manera  como otras culturas dan solución a los problemas universales, que respete, pues, la forma que cada comunidad tiene de relacionarse con su entorno y con los demás seres humanos. Esta propuesta va más allá del gusto por el exotismo, por lo lejano y curioso. Pretende y propone la creación y narración de textos que incluyan los temas e intrigas de otras culturas, estableciendo un diálogo basado en el respeto de las diferencias, pero también buscando los puntos de encuentro, jugando con el lenguaje, deslocalizando, desterritorializando, descontextualizando.

Así mismo, la narración oral puede ser un instrumento alternativo, que preserve del olvido de la memoria colectiva. En un primer plano, recuperando la llamada memoria transhistórica, que comprende tanto los cuentos, leyendas, mitos y relatos en general, como los recuerdos de personas y colectivos, y que representa un acto de reafirmación identitaria, de sentido de pertenencia a un grupo y de construcción de tramas sociales armónicas.  En un segundo plano, como alternativa a la invisibilización histórica de los vencidos, los oprimidos, los excluidos. En este caso se trata de hacer públicas aquellas historias de los que no figuran en los libros ni cartillas, de quienes no han tenido la oportunidad de hacerla pública, por circunstancias de represión o violencia por parte del poder opresor, interesado en mantenerlas ocultas, con la idea de que el olvido haga desaparecer las ideas, deseos o vidas de aquellos que las vivieron. Esto tiene sentido para conocer, analizar y evaluar el pasado, así como para construir planes de acción futuros. En algunos casos esa historia no oficial está llena de una belleza estética grandiosa, de imaginación, de fantasía y de épica. Pero en el fondo narra, a nivel simbólico o realista, la historia de la supervivencia de algunos grupos y personas. Esto ha recibido el nombre de «tradición épica popular».

Especial atención merece el reconocimiento del cuento como producto cultural, resultado de contradicciones sociales de determinadas épocas. Según investigaciones en este sentido, de parte de importantes y reconocidos autores, el cuento tradicional-folklórico es el resultado simbólico de las circunstancias sociales, políticas, culturales y religiosas de una época determinada y su modo de producción. O, en otros casos, producto de la crítica que al poder realizaron los pueblos oprimidos por este poder.  Pues bien, una posibilidad actual del cuento y la narración oral es atribuirle al cuento una función social crítica con el modo de vida actual, lleno de comportamientos que vulneran la dignidad humana. Al igual que consolidar en él temas-argumentos donde se socialicen o propongan comportamientos, actitudes o costumbres necesarias para que otro mundo sea posible.

Una posibilidad para ello es mostrar en los cuentos los problemas sociales y sus causas, contribuyendo a conocer y analizar la realidad. Pero también proponiendo en ellos soluciones a estos problemas, aprovechando las potencialidades creativas de los lenguajes utilizados en el acto de narrar. Sin embargo, hay que tener muy presente que el cuento no debe convertirse en un documento analítico o en un texto académico. Para que sus potencialidades transformadoras tengan eficacia es necesario que este tenga el carácter estético-artístico que lo caracteriza, que se desarrolle en códigos narrativos y simbólicos propios de su género y que, sobre todo, cause placer.

 

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Narrador Oral de Cuentos