Hace casi diez años, en la antigua web de cuentistas.info, Arnau Vilardebò propuso elaborar un documento para la reflexión del colectivo y que sirviera para la creación de un código deontológico del oficio. El documento de partida era un "Cesto deontológico de quien cuenta cuentos" escrito por el propio Arnau. Aquel proyecto se inició a través de la web y de la lista de cuentistas pero, tras el cierre de la página, quedó inconcluso y, durante estos años, dormido. Desde la comisión Contenidos-Web de AEDA le hemos pedido que retomara aquella idea, Arnau ha accedido y nos ha enviado este documento para la reflexión, muchas gracias por recoger el guante. ¿Qué os parece?

 

  • Sea cual sea el número de cuenteros nunca se suspenderá una función por falta de público mientras no haya un número de espectadores inferior a uno.
Cuentito para el caso: 
“Tuve que caminar sobre charcos… resbalé en el hielo al cambiar una rueda… vine corriendo desde… para ir a la sesión rompí con mi pareja… Llegué a tiempo pero suspendieron porque como público sólo estaba yo”
Como diría Marina Sanfilippo: no despreciar a esas selectas personas.
  • El trabajo del contador empieza como acomodador. La colocación del público es problema del que actúa. Arquitectos, organizadores y gestores de espacios son a menudo muy ignorantes o poco sensibles al tema. Arremángate y coloca las sillas a tu gusto. Es un excelente calentamiento. Si actúas a pie plano piensa que, en sillas, a partir de la fila tres te ven fatal. Un semicírculo algo estirado te dará mucho espacio para actuar y buenos ángulos de comunicación con el público. 
  • Antes o después dirás del cuento de quién es. 
  • No contarás un cuento que no te sabes profundamente. Intentarás ser consciente de los posibles mensajes de tu cuento. Pero seguro que hay quien encuentra uno nuevo. Vigila que no se te cuelen arquetipos de comportamiento del pasado. Yo personalmente odio: “la mujer más bonita del mundo” y “palacios todo de oro” (que aparte de ser feos, seguramente son fríos).
  • A tu voz no le des una coz. Habla con tu voz. No imites los doblajes del cine y de la tele: no soples sobre las palabras. No pienses en la voz, piensa en el cuento.
  • Cada espectador que no haya recibido tu mirada se va sin ella. Tu mirada debería pasar por lo menos un par o tres de veces, o tres pares de tres veces, por la mirada de cada espectador. Nunca olvidarás un ángulo de la audiencia. Analiza “si eres de derechas o de izquierdas” o si te clavas en el centro o…si siempre miras al fondo (dónde en realidad no miras a nada y a nadie). 
  • No aceptes el murmullo. A veces el murmullo empieza cuando no se te oye bien. A veces cuando tienes el micro demasiado alto. 
  • A causa de las costumbres familiares frente a la tele las nuevas generaciones no conocen el susurro para comentar algo. No desaproveches la ocasión de enseñar a los jóvenes la existencia de ese tan especial registro sonoro. 
  • En un local de copas, tolerancia cero al gritón de la barra. 
Cuentito para el caso:
Dijo el cuentero dirigiéndose al de la voz sonora de la barra: 
“¿Tú  me oyes bien a mí? Porque yo te oigo perfectamente”  
  • El micro inhibe la participación espontanea del público. Cuenta con ello si pretendes una cierta interacción. 
  • Siempre tendrás claro por qué cuentas: para que te quieran, para poder comer, para ligar, porque te sientes fatal si no lo haces, porque eres un incontinente de la palabra, porque te cuentas encima, por que quieres dar tu punto de vista del mundo que te rodea…
  • Respetarás el arte-profesión de contar cuentos. Si te ganas la vida de otra manera, por lo menos no revientes precios. 
  • Regala tu trabajo sólo cuando tengas la sensación de que realmente eres un invitado en una fiesta compartida o por lo que tu creas que es una buena causa. Desconfía del “te va a servir de promoción”.
  • Al que te diga que cobras mucho pregúntale si tiene sueldo fijo con Seguridad Social, con catorce pagas anuales y con vacaciones. 
  • Si puedes, no des clases. Intenta vivir de tus actuaciones. O por lo menos intenta conseguir, no es fácil, que el alumnado se convierta en espectador asiduo. Hay mucho alumno que va a cursos por terapia, para que le escuchen y al que simplemente no le funciona el oído. Desconfía del alumno (o cóbrale el doble) que se apunta a tus clases sin haberte visto actuar. 
  • Cuando seas espectador intenta dejar la iniciativa de la risa al resto del público. Pero… puedes ayudar un poco si ves que el público va perdido. 

Arnau Vilardebò