En medicina se utiliza el término terapia para el tratamiento de una enfermedad. Así, estando enfermo, el médico puede decidir una determinada terapia, por ejemplo la quimioterapia. Antes de aplicar la terapia, por supuesto, habrá que determinar la enfermedad. La enfermedad se define como un daño de la salud, grande o pequeño. También hay otra definición de enfermedad que la define como una pasión dañina o una alteración de la moral o de la espiritualidad. Veamos esta segunda definición, ya que puede dar pie a diferentes interpretaciones. El espíritu, ¿Qué demonios es? ¿Cómo se daña? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo se sana? Esta definición de enfermedad, al dar ocasión a múltiples interpretaciones, hace que surjan diferentes procedimientos sanadores, abundando cada vez más terapias, cuando menos, “curiosas”: Risoterapia o Cuentoterapia, por poner unos ejemplos.
La medicina utiliza, sobre todo en el tratamiento de males psicológicos y psiquiátricos, distintas técnicas adaptadas de procesos creativos, tanto del teatro como de otras artes, por lo que la utilización de relatos, siempre desde criterios médicos debidamente demostrados, puede ser interesante para ayudar a que pacientes diagnosticados con distintos trastornos puedan enfrentarse a ellos. ¿Qué ocurre en cambio cuando, esta utilización de los cuentos se confunde con narración oral? Y lo que es más preocupante, ¿qué ocurre cuando la puesta en práctica de dichas terapias se lleva a cabo por personas sin una necesaria y obligada preparación médica? ¿No estaremos ante un fraude?
Suelen presentarse estas terapias con un lenguaje pseudocientífico sobre la capacidad sanadora, cuando menos bastante dudosa, de los cuentos. El placer y hasta cierta tranquilidad y sosiego interior que podamos experimentar ante una propuesta artística no debería confundirse con una necesidad de eso mismo sobrevenida por una determinada patología. El considerar que todos necesitamos curar el “alma”, es considerarnos a todos enfermos, y eso es frivolizar el concepto mismo de enfermedad.
La necesidad del ser humano de encontrar una razón a su existencia y disfrutar de ella, no es una enfermedad sino una característica misma de su ser. A lo largo de toda su existencia desde que toma conciencia de sí mismo, la persona humana ha buscado a través de las expresiones artísticas una salida a sus dudas, preguntas y hasta miedos existenciales, desde las representaciones pictóricas de las cavernas hasta los versos rimados surgidos en los modernos suburbios urbanos. Pero al mismo tiempo descubre el placer que todo ello le provoca. Desarrolla, asimismo, ayudado por estas expresiones, todo un imaginario que conforma parte de su identidad individual así como de grupo o comunidad, en la que encuentra seguridad ante los peligros externos que le acechan. Las narraciones que a lo largo del tiempo va inventando, desarrollando, enriqueciendo forman parte tanto de su evolución como ser humano como de un sentido lúdico de su existencia. Por lo tanto, el considerar la narración de cuentos como una terapia curativa en sí misma pervierte el sentido artístico y creativo de la narración oral al considerar al ser humano como un enfermo por el mero hecho de reflexionar sobre su existencia o estar sumido en infinidad de dudas.
Y en estos tiempos la narración oral contemporánea no es simplemente una exposición de cuentos de uno u otro tipo, sino una propuesta artística con distintos planteamientos escénicos, tanto estéticos como éticos, alimentándose de múltiples tradiciones orales; que busca su lugar entre las artes escénicas contemporáneas. Es por ello imprescindible que como narradores orales abordemos desde estos presupuestos las siguientes cuestiones: ¿Es la Cuentoterapia narración oral? ¿Es la narración de cuentos una actividad sanadora? Deberíamos hacernos estas preguntas ante tanto discurso supuestamente curativo que integra a la narración en esta nueva corriente de propuestas pseudo-terapéuticas y de este modo encaminar las reflexiones sobre la narración oral contemporánea en tanto que expresión artística, a través de la cual se exponen visiones y reflexiones de la sociedad que habitamos. Los narradores somos artistas creadores, no terapeutas. El medio para sanar a las personas es la medicina. La narración oral contemporánea es, en cambio, una actividad artística. Y cada una por su lado busca que disfrutemos de la vida.
Narrador oral