Me cuentan que en este número seremos varios los que hablaremos del trabajo para editoriales. Me aterra la idea de ser repetitivo, de que empieces a leer y digas… “¡Esto ya lo he leído!”. Así que, con tu permiso, me salto el protocolo y te cuento sólo una pequeña parte de lo que, para mí, implica esa faceta de mi trabajo como profesional.

 

¿Contar el libro de la editorial o contar mi repertorio?

La entrevista tuvo lugar en una cafetería salmantina. Una comercial, el jefe de zona y una propuesta sobre la mesa. Me iban a pagar muy poco por sesión, pero me darían tal volumen de trabajo que merecía la pena sí o sí. Agotador pero rentable.

Salvado el escollo de las condiciones económicas, nos metimos en la harina de la filosofía del oficio. Al menos tal y como yo lo entiendo. La comercial, que me conocía de verme contar un montón de veces en la ciudad, me daba carta blanca. “Cuenta lo que tú quieras, pero haz siempre alguna mención del libro, que para eso lo han comprado y trabajado. No mucho, con cinco o siete minutos vale”. El jefe de zona, más obtuso, se resistía: “No. Lo importante es que les cuentes nuestro libro. Debes centrarte en nuestro producto, que es lo que quiere el colegio y lo que queremos nosotros”.

Puse sobre la mesa pros y contras.

-Lo que más nos interesa a todos es que la sesión salga bien. Para eso, tengo que estar absolutamente enamorado de lo que cuento. De lo contrario me lo notarán los niños y los profes.

-Pues enamórate de nuestros libros.

-Lo haré, pero con una condición, que en este mismo instante tú te enamores de mí y me pidas matrimonio. Eso sí, te advierto que yo, por más que quiera, no voy a enamorarme de ti. Mi corazón es muy tirano y no me deja mandar en él.

Nos reímos la comercial y yo. Al jefe de zona, acostumbrado a que nadie le llevara la contraria, no le hizo ninguna gracia.

-Ya, pero a ti te pagamos nosotros y tienes que acatar nuestras normas.

-Por supuesto, pero yo no os he venido a buscar, me habéis llamado vosotros. Y aún no trabajo para la editorial, estamos pactando las condiciones. En cualquier caso, supongo que estarás conmigo en que me pagáis vosotros, pero con el dinero que recaudáis de los colegios. Si los colegios están contentos con mi trabajo, querrán repetir y ganaréis más. Si no lo están, cuente lo que cuente, perderéis el cole y me despediréis.

Nos dimos un plazo de prueba. Once años estuve con ellos. Luego la empresa entró en crisis, me dejó a deber un montón de dinero y me marché con otras editoriales. Sigo yendo a colegios, sigo contando mi repertorio, lo que yo escojo, aludiendo siempre al libro de la editorial… Y me va bien: cada año vuelven a llamarme y yo vuelvo a acudir a la cita.

 

Nota para aquellos que buscan otros argumentos.

¿Por qué me resisto a que el libro de la editorial sea esencial en mi repertorio?

Cuando llego a un cole en el que han comprado un libro, puede que sucedan dos cosas:

  • Los niños ya se lo han leído y lo han trabajado mucho. Entonces… ¿Para qué lo cuento? ¿No les resultará aburrido que me repita? Sí, ya sé que lo mío es diferente, pero ¿de verdad es una buena manera de animar a la lectura o, por el contrario, la repetición les agobia y les hace coger manía al libro?
  • No lo han leído. Entonces, si yo se lo cuento, ¿querrán leerlo cuando ya se lo saben? ¿Les cuento el final y les estropeo el libro? Que yo se lo cuente ¿les anima a leer? ¿No anima más un trabajo de aula bien hecho?

Mis respuestas me llevan a no trabajar exhaustivamente su libro. Si las tuyas son otras, adelante, ignora este artículo y narra su historia. Al menos espero que te haya ayudado a ver las cosas desde otra perspectiva.

Saludos del Colorín Colorado, que no ha podido venir porque está ocupado.

 

Fernando Saldaña