Has de saber, y te lo digo como es, que hubo una vez una cuentista llamada “Carioca”, que se profesionalizó en el año 2003. Su primer espectáculo, si no me falla la memoria, se titulaba: “Un ratito entre ratones”, historias basadas en el libro de Arnold Lobel: “Historias de ratones”.

Allá por 2005, comenzó su andadura trabajando para diversas editoriales. Acogió con ilusión el llevar a los colegios la fantasía y la imaginación que esconden libros, cuentos, fábulas, retahílas, poesías… No en vano había estudiado Pedagogía y estaba convencida de que el centro escolar era el mejor lugar para esparcir las semillas de la creatividad.

Tras visitar coles y más coles, descubrió que el entorno no era todo lo maravilloso que había imaginado. Los niños no siempre estaban receptivos y había que hacer un esfuerzo de motivación para mostrarles la diversión que esconden los libros. Tuvo que aprender a adaptar los espectáculos por ciclos para ofrecer a cada edad lo que más les gustaba, según sus intereses. Más tarde comprendió que había que adecuarlos al aula, a las necesidades de la editorial, a los gustos de los profesores, a las pretensiones de los padres… Tenían que ser sesiones dinámicas, participativas, con mucha acción.

 

 

Fue una época muy interesante para resolver conflictos del oficio y aprender a salir airosa de las situaciones más complicadas.

Al mismo tiempo “Carioca” siguió llevando su maleta llena de historias a bibliotecas, guarderías, teatros, festivales, plazas… No abandonó su trabajo con las editoriales, porque, decía, era una buena manera de ponerse a prueba constantemente, un reto para hacer trabajos por encargo y para seguir enfrentándose a imprevistos.

Se sentía valorada. Por lo general en las editoriales el narrador está bien visto, puesto que ayuda a dar visibilidad a los libros y a que los niños los acepten de manera amena y divertida. Es cierto, reflexionaba un día, que cada empresa tiene su planteamiento, pero en la mayoría de los casos lo importante es promocionar la lectura, no solo haciendo animación de la historia que venden, sino con sesiones de cuentos sugeridos por el narrador, que aportan el gusto por la palabra y la literatura.

“¡Como de sueños sí se vive…!”

Un día le invitaron a que pidiera un deseo. Escogió que los cuentos se posaran en aulas de grupos reducidos (no más de 50 niños), en salas pequeñas y acogedoras (con buena acústica e iluminación), con profesores implicados, con editoriales capaces de valorar que el oficio de cuentista va un punto más allá del de mero entretenedor. Y en jornadas laborales más flexibles y menos maratonianas basadas en la calidad y no en la cantidad.

¡Uy, qué se me olvidaba! –dijo apresuradamente mientras el hada se retiraba-: Y quiero que las editoriales acerquen los cuentos a los adultos para recordarles el niño que llevan dentro, para que les crezcan las alas y puedan abrir una nueva ventana a la realidad. Quiero contarles a los padres, a los abuelos… Da igual dónde, lo importante es contar.

Dicen que Carioca siguió creciendo como profesional. Cuentan que gustaba de sentirse una narradora independiente, para elegir los cuentos que más le gustaban y llevarlos allí donde supiera que iban a ser acogidos en su estado puro con toda su poesía, sin complejos, vividos desde el último rinconcito del corazón; llevarlos a aquellas personas receptivas que se dejan seducir por ellos. Unas veces solo relatando; otras, animando a sumergirse en el mundo del libro: letras escritas y palabras habladas viviendo en armonía.

Y el tiempo le susurró, que no hay lugares buenos o malos, sino público que le acoge cada día para darle abrazos de mimo y cariño.

 

Noelia González “Carioca”