Este artículo, escrito por JoxeMari Carrere, fue publicado en la revista de literatura infantil y juvenil Peonza, en su número 111 de diciembre de 2014. Agradecemos al colectivo Peonza y al autor permitimos publicarlo en la web.

 

Propongamos una definición de narración oral contemporánea. Por ejemplo: arte escénico basado en la narración de cuentos, ejecutado, habitualmente, por una persona, que, sin asumir el papel de un personaje, es decir, presentándose como ella misma, propone un espectáculo en el cual, utilizando, o no, elementos escénicos, busca la complicidad y comunicación directa con el público. Bueno, es una definición entre tantas. Lo verdaderamente importante es cómo identifican tanto los creadores como el público y los agentes culturales una propuesta escénica como esta.

 

Narración tradicional versus contemporánea

Una propuesta artística como la narración oral contemporánea adolece de una juventud que dificulta su definición y difusión en las redes culturales desde unos parámetros propios, es decir, sin estar ligado a otros objetivos como la promoción de la lectura, la pedagogía en valores o recurso multiusos en una programación infantil y de tiempo libre. Un arte como la narración de cuentos se pierde en el tiempo humano; mas la narración oral actual difiere de la actividad tradicional que se ha llevado a cabo en hogares, trabajos comunitarios o reuniones sociales.

La narración oral contemporánea es una propuesta artística que sale de dichos ámbitos para llegar a públicos desconocidos y a culturas diferentes a quien narra. El narrador o narradora contemporánea difiere del tradicional por su misma concepción creativa y artística del hecho de narrar. Mientras el narrador tradicional se nutre de lo que ha recibido por tradición familiar o cultural, aún siendo consciente del valor cultural de su actividad, no se planteará dicha actividad como un oficio o actividad artística, y para su desarrollo utilizará recursos adquiridos casi inconscientemente y otros devenidos muchas veces de su propia personalidad y hasta curiosidad cultural y social, siendo el público a quien se dirige miembros de su comunidad socio-cultural. Los temas, situaciones, comentarios y demás elementos conformadores de la narración estarán íntimamente ligados a la comunidad o grupo con el que convive el narrador o narradora. Los cambios que vayan sucediéndose en dicha narración, irán ligados a los cambios dados en la misma sociedad. Dónde antes aparecía una abuela, aparece un virgen, cumpliendo el mismo papel; donde había un carromato, quizás aparezca un tren; aparecen periódicos, superhéroes modernos, comentarios sobre la situación política y social. El narrador tradicional no es ajeno a todo ello. Joxe Arratibel, un fraile que escribió un libro recopilando los cuentos que oía en su niñez, en una ocasión, al finalizar de contar uno de ellos, señalaba al cielo y decía a los niños que quizás el protagonista del cuento ahora estaba viajando en el avión que cruzaba los cielos en ese momento. El cuento no cambiaba, lo que se enriquecía era la narración de ese cuento con elementos contemporáneos, imprimiendo a la narración una cercanía mayor a los niños que en ese momento escuchaban. Un narrador tradicional no es ajeno a sus tiempos, su narración se adapta a su modus vivendi y al de quienes le escuchan, sin perder el legado que le ha llegado. Y de esta manera han alcanzado los cuentos nuestros días, evolucionando con la sociedad.

El narrador oral contemporáneo, por el contrario, concebirá su oficio como una forma de expresión y creación para plantear de una manera artística aquello que forma parte de sus reflexiones tanto creativas como socio-culturales, con la idea de mostrarlo a un público heterogéneo, más allá de su entorno social. Esto no significa que la narración contemporánea ignore la tradicional, sino todo lo contrario. La narración tradicional ha ido creando a lo largo del tiempo relatos, canciones, refranes, dichos que han evolucionado con la sociedad en la que han surgido, han viajado a través de múltiples voces, se han mixturado con otras culturas y han ido desarrollando imaginarios que buscan responder a las cuestiones humanas en torno a su existencia. Han creado estilos de narrar, maneras de decir, gestualidades, códigos, movimientos que han hecho del hecho de narrar un mar de expresividades tan heterogéneas como el ser humano mismo. La narración oral contemporánea se alimenta de todo ello, redescubre todos esos imaginarios, los reinterpreta, los enriquece para llevarlos a los escenarios actuales. Al mismo tiempo adquiere y desarrolla recursos expresivos y escénicos (expresión corporal, trabajo vocal, con objetos…) validos para desarrollar su trabajo creativo.

La narración oral contemporánea busca en esa heterogeneidad la razón misma de su existencia, necesita de las voces antiguas para crear nuevas voces, que al mismo tiempo alimenten las que están por venir. La mejor definición que puede hacerse de ella misma es la búsqueda de nuevos caminos expresivos y artísticos, así como reflexionar sobre el arte de narrar, encontrando su propio lugar entre las artes escénicas.

 

¿Narrador o cuentacuentos?

Mas al entrar a definir la narración oral contemporánea es inevitable entrar a la cuestión de cómo nombrar a quien la protagoniza. Son largas e interminables las disputas sobre la denominación de la persona que se dedica al arte de narrar. Dos son las denominaciones principales sobre las que pivotan dichas disputas dialécticas: narrador oral y cuentacuentos. En los últimos tiempos parece ser que se está aceptando de una manera implícita la utilización de los dos apelativos, identificando la de narrador oral cuando se presenta un espectáculo dirigido a adultos, y las de cuentacuentos cuando se dirige a los niños. Como ocurre con todas las nominaciones, al final será el mismo uso y la sociedad la que defina los nombres, tal y como pasa con los niños que son identificados al nacer, después de arduas discusiones y dudas, por sus progenitores con uno o varios nombres, para que al final sean los mismos compañeros de clase y amigos, o hasta el mismo protagonista, quienes terminen por cambiarlos. Pero la cuestión de fondo no creo que esté tanto en la forma de llamarse como en el fondo. Habría que preguntarse si la denominación cuentacuentos, guste más o menos, responde plenamente a lo que un artista dedicado a la narración oral realiza en sus propuestas escénicas. Esa persona en su espectáculo ¿sólo cuenta cuentos? Para empezar tendríamos que diferenciar entre cuento y narración. El cuento forma parte de la narración, pero la narración es más que el cuento. Dentro de la narración se puede cantar, recitar, hacer digresiones que nada tienen que ver con el cuento o los cuentos que se estén contando. Las transiciones de un cuento a otro son parte de la narración, y pueden ser habladas, cantadas, gesticuladas, utilizando objetos y marionetas, bailadas etc. Por lo tanto una parte importante de un espectáculo de narración oral no es la narración de cuentos, aún siendo el cuento el elemento principal, pero no único del espectáculo. Es por lo tanto que el denominar cuentacuentos a la persona que lleva a cabo dicho espectáculo, es constreñir su labor a una parte del todo. Es por ello que, más allá de gustos nominativos, la denominación de narrador oral se ajusta más a la labor creativa que se lleva a cabo en este arte escénico. Narrar no es solo contar cuentos, narrar es poner en escena una propuesta escénica que toma como base los cuentos, del tipo o procedencia que sean.

La narración oral contemporánea se desarrolla a partir de los cuentos como base de su propuesta escénica, siendo un arte escénico multidisciplicar en el que se conjugan, al igual que en las creaciones teatrales, recursos de otras artes, como la música, las artes plásticas, la danza, para mostrar un trabajo artístico de características propias.

 

Narración oral como efecto colateral

Considerando la narración oral un arte escénico contemporáneo en si mismo, vemos que infinidad de veces es tratado como medio para propiciar otro tipo de objetivos, siendo el fomento de la lectura el más difundido. No queremos poner en duda la legitimidad de la utilización de la narración oral u otras artes como recursos para lograr distintos resultados; pero, ¿es esa la función de la narración oral? Cogiendo el ejemplo del mencionado fomento de la lectura, ¿es, o debe ser, el objetivo del narrador oral con su propuesta artística fomentar la lectura? Entonces, ¿cuál es la función del escritor? O del profesor de literatura. La narración oral si tuviese que fomentar algo, sería el desarrollo y embellecimiento tanto del idioma hablado como el trabajo del imaginario como referencia de reflexión, búsqueda de la belleza, desarrollo de la imaginación e interrelación comunicativa entre las personas. Una propuesta narrativa oral quizás ayude a fomentar la lectura, cosa loable y necesaria, pero también a fomentar el disfrute de la escucha, de la estética, del goce de imaginar, de la importancia de desarrollar la inteligencia emocional; es decir, lo que fomentan todas las artes, cuando se plantean desde la búsqueda de un lenguaje propio que se proponga ofrecer a quien se acerque a dichas artes una reflexión imaginada sobre la existencia humana, desde tantas visiones estéticas y éticas como creadores haya.

Por el contrario si planteamos la narración oral como un mero instrumento para lograr objetivos alejados de su razón de ser, del tipo que sean, esta pierde su valor como creación artística en sí misma. El narrador oral se difumina como creador, y pasa a ser un hacedor de materiales para que sean utilizados en actividades ajenas a su trabajo creativo. La labor del narrador oral tiene que ser crear espectáculos en los cuales se exprese desde su territorio imaginativo, para ofrecer una propuesta válida por sí misma, no por ser instrumento para otra cosa. Solo de esta manera la narración oral contemporánea podrá ser vista como una propuesta creativa que tenga algo que aportar al panorama cultural de la sociedad, y el narrador oral podrá ser visto como una persona creativa que lleva a cabo una labor cultural, del mismo modo que los escritores, dramaturgos, músicos, y demás creadores.

 

El reto de la narración oral contemporánea

La narración oral actual se enfrenta a un difícil, pero al mismo tiempo interesante reto dentro del panorama cultural que vivimos. Necesita encontrar su propia voz, reivindicarse en toda su potencialidad ante una imagen desterrada principalmente a complementar diferentes objetivos pedagógicos de todo tipo. Necesita desarrollar espectáculos en los que las propuestas de los narradores y narradoras se valoren como enriquecedoras de la vida cultural. Para ello es necesario que desde los mismos creadores se reflexione tanto sobre la función de su trabajo particular así como desde una visión global de la actividad. Elaborar y presentar creaciones que busquen el digno lugar que les corresponde exige trabajos más elaborados, aunque sin perder la espontaneidad que requiere la narración oral, sin perder los espacios tradicionales en los que se ha desarrollado a lo largo de los tiempos, pero al mismo tiempo ocupando espacios escénicos modernos donde se pueda ofrecer una visión más contemporánea de las propuestas narrativas.

Del mismo modo, por parte de la sociedad y actores culturales es necesaria la superación de la idea que en torno a la narración oral se tiene mayoritariamente hoy en día. Es necesario abrirle nuevos espacios, otorgarle la importancia que requiere como hecho cultural y artístico en si mismo. Valorar la narración oral como un hecho cultural y social que viene a enriquecer la vida cultural de la sociedad. Es necesaria la crítica especializada en los medios, la presión positiva hacia los creadores para que avancen en sus propuestas. Desterrar la imagen del cuentacuentos que entretiene a los niños y niñas mientras los padres toman un café, sin apreciar la buena o mala calidad de lo que se ofrece, siendo este un hecho que flaco favor hace a la hora de que surja un público con espíritu crítico hacia aquello que se le ofrece.

Todo ello exige una necesaria intercomunicación entre creadores y dinamizadores culturales. Las propuestas artísticas tienen un valor inmaterial que, aunque no se crea o aprecie, influye tanto en la formación de las personas como en la calidad de vida de la sociedad, aún en su pequeñez. El impulsar un desarrollo tanto en la calidad como en la difusión de todo ello es trabajar por una sociedad más creativa, menos conformista, imaginativa y con espíritu crítico. O intentarlo al menos. Porque, ¿cómo podemos imaginar una sociedad mejor si no desarrollamos la capacidad de imaginar? Una sociedad que no valora en su justa medida la necesidad de voces creativas y artísticas heterogéneas y críticas, está condenada a vivir en los imaginarios surgidos de las proyecciones mercantiles desarrolladas en empresas que piensan que la imaginación y la cultura son un valor de bolsa.

JoxeMari Carrere